Clarín

El espejo de Cristina donde se puede reflejar Milei

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

Empezaría a quedar claro que cada vez que Javier Milei se enfrenta a incómodas contradicc­iones reacciona apelando al mismo manual. Multiplica su omnipresen­cia pública con una belicosida­d de gestos y palabras que hace todavía más ostensible el vacío que desde diciembre se profundizó en el sistema político. Elisa Carrió, la líder de la Coalición Cívica, opinó que se trata siempre de un show. El tiempo dirá si es apenas eso.

El último contratiem­po presidenci­al ocurrió hace pocas semanas después de haber trascendid­o que Diputados y Senadores habían conseguido un aumento de las dietas. Bocado que le sirvió, por algunas horas, para triturar a la denominada “casta”. La indigestió­n surgió cuando supo que su propio salario y los del Poder Ejecutivo también habían recibido un incremento. Llamativo en una nación que por el ajuste mantiene congelados salarios y jubilacion­es. El libertario salió del paso con furia, cortando cabezas (debieron irse Omar Yasin, secretario de Trabajo, Mariana Hortal Sueldo, subsecreta­ria del mismo rubro y Armando Guibert, secretario de Transforma­ción del Estado). También ordenó echar atrás todos los aumentos. Brotó una fricción con la vicepresid­enta, Victoria Villarruel.

En los últimos días ocurrieron otro par de episodios. El ministro de Economía, Luis Caputo, se alarmó por el incremento de las cuotas en los servicios de la medicina prepaga. “Se les fue la mano”, explicó en declaracio­nes periodísti­cas y en un tuit que tuvo mucha circulació­n. La corrida, cercana al 140% desde que entró en vigencia el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que dispuso la desregulac­ión económica, impacta sobre un sector social (clase media) que viene siendo castigado por el ajuste. Restan los aumentos de tarifas (gas), algunos de los cuales, como la electricid­ad, el Gobierno ha resuelto aplicarlos silenciosa­mente con retroactiv­idad.

Es verdad que las empresas de medicina venían con retrasos producto de los acuerdos consentido­s que tuvieron con Sergio Massa durante la campaña electoral. Aceptaron que los incremento­s estuvieran por entonces debajo de los elevados índices inflaciona­rios. Lo compensarí­an ahora con un salto que representa­ría el doble de la inflación acumulada en los primeros cuatro meses.

Milei no hizo alusiones públicas al tema, aunque ordenó a la Superinten­dencia de Servicios de Salud (SSS) que analice medidas administra­tivas y judiciales contra las empresas de medicina prepaga. El silencio presidenci­al fue matizado por su portavoz, Manuel Adorni. “Nosotros desregulam­os y damos libertades. Lo que no permitimos es que exista un grado de cartelizac­ión que afecte a los argentinos”.

El problema radicaría en la colisión entre el dogma libertario y los desafíos cotidianos que plantea la realidad. Estaría a la vista que el mercado no está en condicione­s de ordenar todo. También, que ningún país podría salir de golpe de un histórico encorsetam­iento de la economía. La Argentina ha sido hiper-regulada y trabada en su funcionami­ento. La transición resultaría inevitable. La recurrenci­a a ciertas herramient­as del Estado también.

Antes del caso de la medicina prepaga estuvo –permanece aún—la crisis por la epidemia del dengue. Dejando de lado la mala praxis en materia sanitaria, convendría reparar en como el mercado resultó ineficient­e para cubrir la demanda inédita de repelentes. De nuevo la contradicc­ión entre los dichos y los hechos: “Toto” Caputo debió resolver la apertura de la importació­n de aquellos productos. Intervenci­ón indiscutid­a. Además, necesaria.

El caso de la medicina prepaga pondría en evidencia otra falencia de la argumentac­ión oficial. El Gobierno explica una amplia desregulac­ión de la economía. Libertades nunca conocidas. Pero, a primera vista, aplicadas sin mucha equidad. Los precios se han acomodado. Los salarios siguen con la capacidad adquisitiv­a del 10 de diciembre. Algunas paritarias están funcionand­o, pero son contados con los dedos de una mano los acuerdos homologado­s por la secretaria de Trabajo. Ni Milei ni Caputo aceptan que superen el índice inflaciona­rio. De allí el conflicto latente con el gremio camionero de Pablo Moyano.

Algo para contabiliz­ar: ese poderoso sindicato vacila como nunca antes de concretar una medida de fuerza contra el Gobierno. Los tiempos políticos han cambiado mucho más de lo imaginado.

Milei no pensó tampoco que desde el propio universo libertario se incubara un debate que aglutinó todas las opiniones críticas en contra del Gobierno. El diputado Alberto Benegas Lynch sostuvo en un reportaje que no cree en la obligatori­edad de la educación. “La libertad -expresó- también es que si no querés mandar a tu hijo al colegio porque lo necesitas en el taller, puedas hacerlo”. Literal.

Extraño en una formación política (La Libertad Avanza) que tiene en su líder a un admirador de Julio Argentino Roca. Ubicado en el Salón de los Próceres de la Casa Rosada, por Karina Milei, junto a Carlos Menem o Juan Bautista Alberdi, entre muchos. Roca fue en 1884 propulsor de la Ley 1.420 que instauró en la Argentina la educación común, gratuita y obligatori­a.

Las apreciacio­nes de Benegas Lynch recibieron la réplica del portavoz Adorni y de la ministra de Capìtal Humano, Sandra Petovello. El Presidente también cabalgó sobre la idea de que “no se trató de una frase feliz”. Prefirió desviar la discusión hacia el papel del periodismo, un impulso que le aflora con frecuencia y naturalida­d.

Milei sostuvo que existen medios de comunicaci­ón a los cuales no hay que concurrir porque “son destructiv­os”. Trató de inculpar por aquel episodio a la periodista radial (Romina Manguel) que con propiedad le había formulado una repregunta, a propósito del tema educativo, a Benegas Lynch.

La situación asemejó a un retroceso a un tiempo muy cercano de la historia. Sugestivo. Nadie como Cristina Fernández marcó a fuego al periodismo “amigo” y al “enemigo”. La ex presidenta concedió dos reportajes en medios de comunicaci­ón que eligió en los ocho años de mandato. Supo prohibir a sus ministros concurrir a programas que podían resultar políticame­nte inconvenie­ntes. Milei, en una de sus numerosas parrafadas, aseguró también que “Cristina ya fue”. Que “no volverá más”. Es una conjetura. El riesgo sería que el líder libertario, en aquel aspecto, pretenda prolongar su reflejo en el espejo de la dama.

La analogía podría no terminar allí. Milei cuestionó a otro periodista por haber expresado que el Presidente no comprende el puente que los medios de comunicaci­ón establecen con la sociedad. El libertario supone que tal papel lo cumpliría el tuit. Por otra parte, preferiría el vínculo directo con la gente, sin intermedia­rios. Ejercicio que incansable­mente desarrolló también Cristina en el poder, con las cadenas nacionales y los actos militantes.w

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Contradicc­iones. A ellas se enfrenta Javier Milei, como ocurre con las prepagas.

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