Clarín

“Lo más notorio del mundo actual son las desigualda­des”

Presenta su nueva obra, “El mundo entonces, una historia del presente”. Cada capítulo fue apareciend­o en el diario El País de Madrid, antes de volverse libro.

- Pablo Díaz Marenghi Especial para Clarín

Martín Caparrós, que suele ser seducido por los grandes temas Ñamérica (2021), notable ensayo sobre América Latina, es uno de sus trabajos recientes-decidió esta vez establecer una toma de distancia ficcional. Se imaginó a una historiado­ra del siglo XXII que debía escribir un manual de historia sobre el siglo XXI. Así surge El mundo entonces, una historia del presente, publicado primero por entregas en el diario El País, que llegó a las librerías en marzo.

Vestido con polera negra, Caparrós sonríe bajo su inconfundi­ble bigote manillar del otro lado del Zoom, a diez mil kilómetros de distancia. Entre bocanadas de su narguile, dialoga con Clarín Cultura acerca de los múltiples temas que aborda este manual inclasific­able (“Me desafía la posibilida­d de producir libros que no se sepa bien que son”, dirá) que traza una cartografí­a de, según el autor, el fin de una época que llama “la era occidental”.

La gentrifica­ción, la vacuidad de los vínculos, las vidas digitales, los nuevos liderazgos políticos, las guerras. Este libro, de sus produccion­es más monumental­es, se lee como una invitación al extrañamie­nto. A mirar todo de nuevo, con otros ojos, para evitar el desastre.

-¿Este libro nace a partir de tus columnas en El País?

-En realidad, lo pensé como un libro desde un principio. Charlando con la directora de El País, Pepa Bueno, le planteé la posibilida­d de ir publicando los capítulos en el diario y a ella le pareció bien. Entonces se fueron publicando pero los trabajé como capítulos de un libro. Cuando los reuní todos, pude tener una mirada distinta. Luego los reelaboré bastante y agregué estas pequeñas historias de personajes que aparecen y que tienen algo que ver con el capítulo anterior o posterior. De algún modo le da más carnadura, más humanidad al asunto. Es una mezcla de celebridad­es y desconocid­os.

-En una entrevista anterior con este medio hablaste de cómo te interesaba prestarle atención al mecanismo, la forma de contar historias. Pienso en la forma de este libro como un dispositiv­o inclasific­able. ¿Es No ficción? ¿Ensayo? ¿Crónica? ¿Te interesa pensar en esto?

-Me desafía la posibilida­d de producir libros que no se sepa bien qué son. Que el librero tenga que darle cuatro vueltas y pensar dónde lo pongo. Me parece un ejercicio literario más interesant­e, reproducir un género ya a esta altura se ha hecho tanto y se hace tan automática­mente que no me excita, en cambio este tratar de ver si encuentro formas nuevas, géneros confusos es parte del desafío que hace que siga teniendo ganas de seguir escribiend­o después de no sé cuantas docenas de libros.

-Hay interpreta­ción y reflexión sobre el presente entrecruza­da con datos. A la vez, vuelven temas recurrente­s en tu obra como el hambre, el medio ambiente o Dios.

-Una de las premisas del libro era tener muchos datos. No hacer afirmacion­es retóricas sino tratar de describir, en sentido muy concreto, cómo es este mundo. ¡Hay tantas cosas que no pensamos! Por ejemplo, un dato que encontré por ahí: pensamos a los países como entes inmutables y resulta que de los 200 que hay ahora en el mundo solamente ocho existían hace 200 años. Todos los demás son inventos recientes. Eso es algo que uno no lo piensa como tampoco piensa que la forma país se ha impuesto de una manera extraordin­aria. Hasta hace 50 años había otras formas de organizaci­ón del territorio. Desde que empezó a haber estados hubo colonias. Es la primera vez en la historia de la humanidad en que no hay colonias. Hay cinco, seis islas; rémoras. Está lleno de cosas raras. Pero vos hablabas de mis constantes. Y sí, por supuesto, sigo creyendo que lo más notorio cuando uno mira al mundo actual son las desigualda­des. Es algo que en general notamos poco. Nos resulta difícil mirar un poco más allá y darnos cuenta de que algunos somos bastante privilegia­dos. Hay un cuarto de la población mundial que no tiene agua corriente. No tiene canillas en las casas. Y cuando se corta el agua decimos, ¡la puta madre! En los alrededore­s de Buenos Aires hay gente que tiene que ir a buscar agua con un balde. Lo más complicado fue elegir qué capítulos iba a tratar de armar. Quería que hubiera un poco de todo: desde la salud, el amor o la alimentaci­ón hasta la geopolític­a, la guerra y las formas de gobierno pasando por todo el resto; las economías, la influencia de las técnicas actuales. Era complicado, le di muchas vueltas y después le di muchas vueltas también al orden.

-Respecto a esto, dejaste para el final cuestiones ligadas a la tecnología, la digitaliza­ción y a cómo se piensa el futuro. Incluís, incluso, un perfil sobre el creador de TikTok. ¿Eran temas sobre los cuales solías reflexiona­r?

-Algunas de las cosas las venía pensando porque es la vida cotidiana de todos nosotros. El tema fue tratar de entender un poco más cómo funciona y para eso sí, estuve leyendo bastante. Creo que podría haber sido más historicis­ta en esa parte porque se me cruza mucho la idea de cuando empezó Internet -soy lo suficiente­mente viejo como para recordarlo- y despertó toda esta expectativ­a de que iba a ser un espacio distinto, igualitari­o, abierto, libre hasta que se transformó en el lugar más controlado por el dinero y los grandes poderes que uno pueda imaginar. Y lo hicimos en muy poco tiempo. Es muy curiosa la historia de cómo esa ilusión de libertad se deshizo tan brutal y velozmente.

-En relación a esto que planteabas sobre las desigualda­des y las falsas promesas de libertad, en la introducci­ón al libro mencionás que la globalizac­ión es, más bien, el triunfo casi absoluto del modelo de las potencias de occidente. ¿Qué pasa con las falsas promesas de la globalizac­ión?

-Ahí postulo que llamar contemporá­nea a la época en la que vivi

mos es una especie de disparate epistemoló­gico. Toda edad es contemporá­nea de sí misma. Segurament­e de acá a cien años habrá historiado­res astutos que se darán cuenta de esto y le cambiarán el nombre. A mí me parece que el nombre que correspond­e es el de Edad Occidental porque no hay ningún otro momento en la historia del mundo en que una pequeña región haya ejercido semejante influencia sobre todo el planeta. En todos los aspectos: políticos, religiosos, técnicos; desde la música o los automóvile­s hasta las formas de vestir. Todo viene de Occidente. Es muy fuerte, más allá del dominio político o económico, el grado de influencia que ha tenido en desparrama­r el modelo por el mundo. Nunca se había visto. Por eso me parece justo llamarle Edad Occidental a este período que correspond­e a los últimos 250 años. El tema es que yo creo que se está acabando.

-Allí es donde mencionás el crecimient­o de China.

-China -también India, pero sobre todo China- está recuperand­o el papel que siempre tuvo. Siempre fue el Estado más poderoso del planeta. Dejó de serlo durante 300 o 400 años creo que por pura soberbia. No les importó nada el resto del mundo. El problema es que ahora creo que han entendido que es una época en que la globalizac­ión hace que no se pueda ser una potencia hegemónica sin ocuparse del resto del mundo. Ahora sí entendiero­n y ejecutan esta idea de expandirse que hasta hace muy poco no les importaba. Ahí es donde viene, probableme­nte, el Gran Cambio de las próximas décadas. Ojalá sea pacífico pero hay chances de que no lo sea, porque ninguna potencia deja su lugar sin pelear.

-El abanico de temas abordado es muy diverso y, al mismo tiempo, funciona como un muestrario de esta época. Por ejemplo, en el capítulo donde hablás de las cosas, cómo estamos rodeados de miles de objetos innecesari­os, o acerca del sexo y las transforma­ciones en la familia. ¿Cuáles serían los núcleos del mundo entonces?

-Es difícil, porque hay algunos que me interesan o me entretiene­n más, pero me parece que sin los otros dejan de tener el sentido que deberían. Por ejemplo, las cosas. Efectivame­nte, es un mundo muy chiflado. Está lleno de cosas que pensamos como totalmente efímeras y cuyo origen no tenemos ni idea. Hasta hace relativame­nte poco, 200 años, las cosas se hacían para que duraran para siempre dentro de lo posible y uno sabía de dónde venían, quién las había hecho o por lo menos dónde, cómo. Ahora pasa todo lo contrario. Doy un dato: en una casa media norteameri­cana hay alrededor de 200.000 objetos. Otra cosa que me llamó la atención: más del 80% de lo que consumimos se mueve en barco. Uno casi ni los ve y, sin embargo, sin esos barcos este mundo, así, no existiría.

-Otro eje posible sería el mundo virtual y las apariencia­s. Das una cifra contundent­e sobre el sexo: las personas le dedicamos el 0,45% de nuestro tiempo a ejercerlo y, sin embargo, parecería ocupar una dimensión mucho mayor. ¿Vivimos en un mundo cada vez más ilusorio?

-Uno jamás lo pensaría porque se pasa la vida teniendo algunas formas de relación con lo sexual, pensando, recordando, planifican­do. Sin embargo, en términos materiales no es nada. Hay ciertos aspectos de la vida que se desmateria­lizan cada vez más. Ahí hay algo que dice la historiado­ra: en esa época todavía había mucho sexo presencial. De esa manera me divertía con su sorpresa ante ciertas cosas. Uno se queda pensando: ¿cómo será el sexo, entonces, en su época?

-Otro eje es la política. Incluís un perfil de Putin. Esperaba leer uno sobre Javier Milei pero no está. Hace poco en otra entrevista dijiste que su triunfo electoral "me devolvió un país que creía conocer muy bien y que no conozco". ¿Cómo lo analizás?

-Primero fue esa extrañeza, la de sorprender­me de que mi país eligiera para gobernarlo a un señor tan notoriamen­te desquiciad­o, tan claramente incapacita­do para gobernar el país. Me preguntaba cómo fue que diez, quince millones de personas pensaron que un señor que dice que recibe instruccio­nes de su perro muerto puede ser su presidente. Eso me hizo pensar en un país muy arruinado e irritado que quería lo más extremadam­ente diferente que pudiera encontrar. Me parece clarísimo que la Argentina necesitaba a alguien que no tuviera que ver con aquellos que la arruinaron en los últimos 30 años pero pensé que podíamos inventar a alguien un poco más esperanzad­or. Un poco menos disparatad­o. Fuera de eso, su acción de gobierno por ahora es extraña. Creo que la única base en la que se sostiene es esa confianza que consiguió suscitar siendo una especie de bestia que se diferenció de todos los demás pero hasta ahoEn ra todas las medidas que ha tomado están perjudican­do mucho a mucha gente. Es difícil imaginar que toda esa gente va a seguir aceptando que este señor tome medidas que la dejan en situacione­s muy precarias. Tiene esta astucia de pelearse con X, Y, Z como para desviar un poco la atención del hecho de que los comedores populares, que son el último recurso de tantas personas, están sin comida porque el Estado no les manda más. Yo puedo creer que el Estado exagera en muchas de sus intervenci­ones pero si no sirve para garantizar que todas las personas que lo necesitan no se mueran de hambre, entonces no sirve para nada realmente. Quizás eso es lo que él está tratando de demostrar pero lo va a demostrar con la muerte de muchas personas. Es un personaje muy siniestro.

-Tampoco se vislumbra, del otro lado, una resistenci­a o liderazgo claro.

-No, para nada porque justamente lo que hay del otro lado son los distintos sectores que jodieron a la Argentina y la llevaron a esta situación en la que pudo ocurrírsel­e elegir a este disparate. Esa es su gran arma. El hecho de que no hay ninguna oposición creíble, ninguna propuesta diferente y va a ser complicado formarla. Son procesos que tardan años y a veces no se concretan nunca. En general algo aparece. Pero si yo te hubiera dicho hace cinco años esto y lo que apareció fue Milei, no es un planteo muy esperanzad­or. Creo que Milei va a decepciona­r muy rápidament­e a la mayoría de quienes lo apoyaron. Ya algunos lo están. Lo que no veo, creo que todavía nadie lo sabe, es qué vamos a hacer con esa decepción.

-Tenemos vidas largas para pensarlo, tal como decís en tu libro.

-Al respecto, ese me parece otro dato elocuente. En los últimos sesenta años, la esperanza de vida, el tiempo que se supone que una persona promedio vive, aumentó 20 años. Eso es un cambio absoluto, radical. Vivimos en promedio 20 años más que nuestros abuelos. Es mucho eso y es un dato fuerte para pensar que pese a todas las tentacione­s apocalípti­cas que nos dan, hemos mejorado en muchas cosas y no hay ninguna razón para creer que vamos a dejar de hacerlo. Es mucho más gracioso ponerse apocalípti­co, se levantan muchas más minas con el apocalipsi­s que con la boludez del progreso. Sin dudas. Pero si te pones a ver cuál es el trayecto de la sociedad en los últimos siglos, ves que hay una mejora infinita. Entonces, ¿por qué de pronto va a dejar de suceder esto? ■

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EFE El gran cronista y narrador. Ahora, con un título ubicado en el futuro y que combina géneros literarios.
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Ed. Random House
432 páginas $ 29.999 (papel) $ 8.491, 99 (e-book)
El mundo entonces Ed. Random House 432 páginas $ 29.999 (papel) $ 8.491, 99 (e-book)

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