Clarín

“Gran Hermano” demuestra que la TV abierta no murió

El reality marcó 22,3 puntos, el rating más alto del año

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

No hay duda de que la TV del futuro es hoy, y que los canales de streaming vinieron para quedarse y no sólo para conquistar a los jóvenes, sino también para seducir público más grande (de hecho, esa es la intención de Bondi, lo nuevo de Mariano Chihade a punto de estrenarse online). Pero mientras los militantes de la modernidad celebran la agonía de la TV tradiciona­l, Gran Hermano la despabila. Como lo hizo este lunes, con una gala que batió récords de rating y que contagió la euforia a las redes: los cinco temas que eran tendencia estaban vinculados con el reality de Telefe.

En época del on demand, donde cada uno ve lo que quiere cuando quiere, la rutina de la vieja tele sigue convocando multitudes, como lo reflejan los picos de 24 que consiguió la gala de eliminació­n en varios momentos de la noche. No era una eliminació­n más. Era el RiverBoca del Gran Hermano 2023/2024.

Era Furia vs. Catalina. Era una “original” contra una del “repechaje”. Era la definición entre dos amigas devenidas enemigas. Era Juliana (alias Furia) versus el resto de la casa. Y ganó Furia. Y ganamos todos los que queremos a la TV tal como la conocemos. No porque haya ganado una y se haya ido otra, sino porque la expectativ­a, la tensión y la informació­n en dosis a las horas señaladas fueron calentando el termómetro popular, para llegar a un promedio de 22,3 puntos, la marca más alta del año de ta la televisión. Y una rutina doméstica nos conectó a la vieja usanza.

Y para llegar a esa cifra se necesitó el 72,48 de share, que representa el porcentaje de la cantidad de gente que estaba viendo Telefe dentro del universo de todos los que tenían el televisor prendido. O sea, 7 de cada 10 televident­es habían elegido GH, que cerró su emisión poco depués de la medianoche con Catalina otra vez afuera (ya había sido eliminada y luego ganó el repechaje para reingresar) con el 57,1 % de los votos del público.

Adentro, la casa era un desconcier­to, salvo por Furia y su aliado Emmanuel, que eligieron un festejo a puertas cerradas, agradecién­doles a las cámaras, los enfocaran o no. Esa imagen también hizo que el rating estuviera con picos de más de 20 puntos. Nada que, por ahora, la TV por streaming pueda lograr.

Pero al margen de la cifras, la otra señal de la buena salud de la que, por momentos, goza la televisión abierta es que el estudio de Martínez tenía aroma de la tele festiva de su época de oro, con un Feliz domingo -por poner un caso- abigarrado de gente exultante, alentando, gritando, rezando, provocando. Había clima de hinchadas, como de un colegio contra otro, como de un club contra otro, como de Furia con Catalina. El “Tomatelá”, el “Furia a la final” o el “Hu-bo-fraude” tapaban la voz del conductor.

Santiago del Moro hizo lo que pudo tratando de calmar los ánimos, a la vez que disfrutaba de la estridenci­a del público, claro. Su celular, con el minuto a minuto, le daba buenas señales. Intentó hablar con el micrófono de siempre, vinculado al control, pero no pudo. No se escuchaba. Pidió el de mano, conectado a los parlantes, como para escucharse y hacerse escuchar. Su oficio permitió que la noche no se le fuera de las manos.

Tenía un doble frente: la ansiedad de los que estaban en la casa, con las dos valijas hechas y una estrategia de todos contra una por derribarse, y la euforia de 550 personas que habían llegado a Telefe desde las 19.30 para alentar por sus chicas. A las 0.30 de ayer, el estudio quedó vacío, con carteles por el piso que pedían votar a una u otra al 9009. Era un fin de fiesta para una gala que representó la resistenci­a de un medio que, de caja boba, tiene poco. Y, de agonía, menos.w

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Multitud. Clima de épocas doradas: fiesta y cantitos en el estudio.

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