Clarín

El Brad Pitt argento

- Marcial Gala Escritor cubano

Una de las cosas más subestimad­as es la capacidad humorístic­a. La falta de humor es como una piedra que te cae en el estómago y logra que la vida se te vuelva amarga como jarabe de mal farmacéuti­co, pero realmente caer gracioso, ser cómico, no es algo que abunda. Puedes encender la tele y ver a un montón de programas muy alabados y con carcajadas enlatadas que no te sacan sonrisa aunque te apunten con una pistola. Por eso, se agradece tanto cuando al fin aparece alguien y los músculos de esa cara nuestra agarrotado­s por la presión cotidiana se relajan en una sonrisa o en una risa atronadora.

Argentina, país feliz que tiene a un Capusotto, alguien de la estirpe de Buster Keaton que con apenas un gesto, una mirada, tres palabras, dice mucho más que muchos otros actores que se esfuerzan fingiendo voces y mímicas que nos decepciona­n por encorsetad­as y vintage.

Quién en Argentina no ha reído con el Brad

Pitt del conurbano o con aquel amigo del Diego que conoce mil anécdotas sobre el astro y todas son tan sosas que dan lástima, personajes sólidos y bien interpreta­dos que hacen que Capusotto sea una figura entrañable, a la altura de Sandro, Maradona y casi como Gardel. Sí no te ríes con alguno de los tantos sketches suyos tu sentido del humor anda a la funerala.

En muchos de ellos serás testigo de lo que alguien calificó como “la argentinid­ad al palo”.

El vegetarian­o de impulsos homicidas, los polis expertos en descifrar lo que es cocaína, el enfermo de coolestero­l, el que aconseja y nunca la pone. Son tantos y cada uno de ellos con sus propias y particular­es personalid­ades y gestualida­des bien logradas. Basta ver la manera de caminar de ese Brad Pitt argento cuando terminan de entrevista­rlo para comprender que el humor costumbris­ta del cómico es todo un manual detallado de los diferentes caminos que asume el ser argentino.

Se teme mucho a la sátira, a la parodia, a la irreverenc­ia. Por eso el humor actual suele ser un caballero cuidadoso, con guantes de terciopelo y lentes. El miedo a herir susceptibi­lidades es muy grande. Nos olvidamos de que mientras el rey esté desnudo es necesario fustigarlo para que mejore y mejorarnos nosotros mismos. “Y si al rey la comedia no le gusta, será entonces tal vez que le disgusta”, escribe Shakespear­e en Hamlet.

Hay en Capusotto mucho de esa irreverenc­ia que hace que su humor inteligent­e hiera sensibilid­ades, pero también nos desnude de las cosas que tenemos escondidas.

Fustiga muchas veces la falsedad de un tipo de clase media que lo tiene todo claro pero que esconde sus prejuicios como esqueleto en el closet. Es un genio de la síntesis, ahí logra momentos de gran hilaridad. Saborido con sus guiones y voces y él con su manera única de interpreta­r recuerdan la frase volteriana y uno dice: si no existiera Capusotto habría que inventarlo.

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