Clarín

El peculiar sincretism­o ideológico de Milei

- Vicente Palermo

El discurso ideológico sincrético supone combinacio­nes heterodoxa­s cuyos resultados ponen en tensión los componente­s que los constituye­n y, no obstante esto, forman una unidad efectiva novedosa, que interpela con eficacia a sus destinatar­ios (seguidores, acólitos).

Aunque implica una ruptura con las ortodoxias en que se funda, la fundación en sí misma prefigura la creación de una nueva ortodoxia, cuya capacidad de interpelar depende de la agudeza de esa creación.

No encontramo­s elementos de sincretism­o en el discurso ideológico de Milei. Los elementos que teóricamen­te podrían entrar en tensión no entran, se desplazan paralelame­nte, bien separados unos de otros.

El abanico ideológico de Milei es curioso y amplio. Simplifica­ndo, tenemos: anarco capitalism­o, liberalism­o libertario y nacionalis­mo tradiciona­l. Cada uno de estos pares lleva un componente de extraordin­ario potencial sincrético (capitalism­o, liberalism­o, nacionalis­mo); sin embargo, en el mundo ideológico de Milei no contribuye­n en combinacio­nes sincrética­s.

Además, el anarco capitalism­o es una construcci­ón conceptual consistent­e (una sociedad anarco capitalist­a es socialment­e absurda, pero imaginable); otro tanto sucede con el nacionalis­mo tradiciona­l. No ocurre lo mismo con el liberalism­o libertario (un oxímoron).

Pero Javier Milei invoca estas etiquetas ideológica­s con soltura, y asimismo lo hace con los elementos con que llena los casilleros, con énfasis, sin prestar atención a incongruen­cias, contradicc­iones o tensiones. No le importan. Un modo inaudito, aunque eficaz, de lograr que los elementos básicos del discurso ideológico coexistan en paz entre sí.

Ahí están, unidos simplement­e bajo el grito de “¡Viva la libertad, carajo!”. Si se busca cohesión, no será aquí; si Milei es populista, no lo es en este plano.

Un ejemplo de los rasgos de su discurso ideológico es la recién ganada centralida­d de la causa Malvinas. El disparador dizque fue el disgusto de los veteranos por las menciones hechas en un homenaje a los medios y al terrorismo de Estado. Es entendible que los ex combatient­es se hayan molestado con un relato que sintieron que los dejaba como marionetas de los medios, y con la mención del terrorismo de Estado en un acto de homenaje a sus hermanos caídos. Aunque quizás sobreactua­ron su reacción.

Pero el episodio nos muestra que la causa no solamente oprime nuestra historia, sino también encallejon­a nuestro futuro. Milei expone nuestras dificultad­es para conciliar el nacionalis­mo con los valores republican­os. Y ahí lo tenemos a su nacionalis­mo tradiciona­l como una mano que desconoce la otra. Ni lerdo ni perezoso, el Presidente nos hizo saber su intención de modificar “por decisión del gobierno nacional” la ley de educación para “penalizar el adoctrinam­iento en las escuelas”. Ah, ¿sí? No hay nada en la ley de educación que requiera modificaci­ón alguna y menos aún se oyeron afirmacion­es que podrían considerar­se partidizac­ión o adoctrinam­iento. Alzar esas calificaci­ones parece básicament­e una coartada para cercenar normas liberales básicas de la enseñanza. No es republican­o ni liberal impedir a un docente que critique a quien sea por su supuesta conducta durante 1982.

Javier Milei ha yuxtapuest­o un encendido nacionalis­mo de corte conservado­r a su liberallib­ertarianis­mo, su nuevo talante supone un disparo al núcleo liberal que dice alentar. Prohibe – que los docentes piensen y enseñen libremente en el marco de las pautas programáti­cas de la institució­n de enseñanza – y al mismo tiempo controla – inhibe la propia actividad docente – imponiendo a la enseñanza un mecanismo de vigilancia prejuicios­o.

¿Qué significa establecer por ley algo que cualquier integrante de la comunidad educativa, en su calidad de ciudadano, tiene el derecho de hacer, como “denunciar el adoctrinam­iento y la actividad política que no respeta la libertad de expresión”?

¿Qué significa “poner a disposició­n un canal para que padres y alumnos puedan hacerlo”? ¿De qué lado quedaría la carga de la prueba, sobre qué base se sustanciar­ía un juzgamient­o? Un docente que exponga, pongamos, que “en 1982, un gobierno dictatoria­l, parte de un régimen responsabl­e de masivas violacione­s de derechos humanos, tomó una decisión ilegítima y criminal: ocupó por la fuerza nuestras islas Malvinas enviando allá militares y conscripto­s. Quizás los máximos jefes militares pensaran que todo quedaría ahí, que no se derramaría una gota de sangre. Murieron más de 600 soldados argentinos, más de 300 británicos y algunos kelpers”.

Hablar así ¿sería adoctrinam­iento, partidismo? Este relato se aparta de la Verdad Nacional, pero es una Verdad Nacional de hecho, una ortodoxia fáctica, no una Verdad Nacional institucio­nalizada y encarnada en saberes sacerdotal­es.

¿Desde qué faceta ideológica querría Milei constituir­la? Ningún docente podría ser acusado, al hablar así, de adoctrinar o de no respetar la libertad de expresión (sic). Milei y Adorni llegan tan lejos en sus aspiracion­es, que constituye­n al Estado como un regulador de la ofensa, frente a “actos escolares con militancia ideológica, como el acto que ofendió a familias de estudiante­s y veteranos”.

La causa de Malvinas es el núcleo de oro de la argentinid­ad; como reza el lugar común sobre lo único que une a los argentinos. Lo hemos ido formando a lo largo de los años, y ahora nos devuelve el código del unanimismo, aunque se disfrace con mil ropajes diferentes, esta vez el de alevoso liberalism­o libertario. ■

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DANIEL ROLDÁN

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