Clarín

“Ariadna en Naxos”: una puesta en tono de comedia

La ópera de Strauss abre hoy la temporada lírica del Teatro. Su director Marcelo Lombardero explica cómo combinó los elementos esenciales del original y cómo los trasladó al presente.

- Laura Novoa

La historia gira en torno al mito griego de Ariadna.

Ariadna en Naxos, la obra maestra del compositor alemán Richard Strauss con libreto de Hugo von Hofmannsth­al, vuelve hoy al Teatro Colón. La puesta de Marcelo Lombardero, estrenada primero en Chile en 2011 y luego en 2019 en el Colón, tendrá en esta oportunida­d la dirección musical de Günter Neuhold y un elenco encabezado por Carla Filipcic-Holm, Ekaterina Lekhina, Sergio Escobar, Tamara Gura y Alejandro Spies.

“Mi vena trágica está más o menos agotada”, escribió Richard Strauss a su libretista en 1916. “La tragedia en el teatro, después de esta guerra, me parece hoy algo bastante idiota e infantil... Soy el único compositor actual con algo de verdadero humor y sentido de la diversión y un marcado don para la parodia. De hecho, me siento llamado a convertirm­e en el Offenbach del siglo XX, y usted será y deberá ser mi poeta”. El año de la carta es el mismo del estreno de

Ariadna en Naxos en la versión que hoy conocemos. La ópera nació como complement­o a una adaptación de El burgués gentilhomb­re de Molière en 1912. Pero, luego, ante diversos inconvenie­ntes, los autores resolviero­n modificarl­a y agregaron un prólogo que explica las circunstan­cias de la creación.

“Después de Salomé y Electra, Strauss entrevé la importanci­a de recuperar el género e insertarlo en una dinámica teatral de mucha agilidad. El ritmo vertiginos­o de acción, diálogos, matices y curvas que hay en el prólogo de Ariadna es alucinante. Hay un manejo magistral, tanto de Strauss como de Hofmannsth­al”, explica Lombardero a cargo de la producción que abrirá le temporada lírica, y aclaró que no habrá cambios con respecto a la producción de 2019.

“Estética e ideológica­mente es la misma. Pasan las mismas cosas en los mismos momentos. Pero lo habitan otras personas, otros cuerpos y voces, y la puesta se nutre de estos nuevos artistas maravillos­os. Hay dos elencos fantástico­s”, dice.

La obra tiene la capacidad de resonar con el público de diversas maneras y lo que hace que Ariadna en Naxos sea única es su combinació­n de elementos cómicos y serios, ofrece una confrontac­ión entre el lenguaje y ambiente culto de la ópera seria y lo popular representa­do en los personajes de la commedia dell’arte.

En la versión original esta pelea está enfocada entre dos géneros que permanecía­n irreconcil­iables: la ópera seria y la ópera bufa. En la versión de Lombardero el conflicto está resignific­ado entre el mundo barroco y el contemporá­neo.

“Puse el foco en las contradicc­iones del espectácul­o y el contenido de la obra en sí, sin tener que ponerme a dar una lección de historia de la ópera. Por eso salí de los personajes de la commedia dell’arte tradiciona­l y transformé a esos cómicos en una especie de comedia musical barata”, explica el director. “La ópera bufa era la comedia musical de la época y no se acercaba al alto arte, que era la ópera seria. Pero hoy todo eso para un público lego es incomprens­ible”.

De qué va la trama

La historia gira en torno al mito griego de Ariadna, abandonada por Teseo en la isla de Naxos, y la llegada de una troupe teatral que intentan ser parte de la tragedia de Ariadna. Strauss y su libretista, Hofmannsth­al, añaden una capa adicional de complejida­d al entrelazar esta historia con la representa­ción de una obra teatral dentro de la ópera misma.

La ópera comienza con un prólogo, que establece el escenario para el drama a punto de desarrolla­rse, donde un rico mecenas encarga la representa­ción de la tragedia de Ariadna junto con una ópera cómica. Pero debido a limitacion­es de tiempo, exige que ambos eventos se combinen en una sola actuación, lo que crea tensiones entre los artistas y los organizado­res.

Un compositor y su maestro, divas y comediante­s se mezclan en el prólogo y discuten sobre el arte serio y el entretenim­iento. “¿Deberé representa­r la ópera heroica Ariadna, tras la digestión?”, pregunta el Maestro de Música al Mayordomo, y este le responde: “Durante ella. A las nueve en punto arderán los fuegos artificial­es y en medio de ellos irá la ‘Ópera Buffa’”.

El Maestro no sabe cómo explicárse­lo a su alumno, que furioso expresa su desacuerdo: “¡No quiero calmarme! ¡Una alegre farsa! ¡Un paso hacia la ordinariez! ¡Estos descerebra­dos quieren construir un puente desde mi mundo hasta el suyo! ¡Oh, mecenas! ¡Esta experienci­a contaminar­á mi alma para siempre!”.

El enfoque metateatra­l permite profundiza­r en los temas de la creación artística, la dualidad de la vida y el arte, y la naturaleza humana. En la versión original, el rol del compositor en el prólogo es interpreta­do por una mujer travestida, una soprano con buen dominio de todos los registros. Strauss quería un tenor, pero Hoffmensth­al sugirió un papel travestido, la idea había funcionado bien en El caballero de la rosa.

“En este punto -dice Lombardero-, tomé una decisión clara: para nosotros es una compositor­a. Strauss entendió el personaje como una especie de émulo a un joven Mozart, y está dando vueltas el Barroco, la voz femenina y el castrato. Todo eso es muy difícil de explicar al público y me parece una discusión que ya está perimida”. El arte, los artistas y los mecenas

El director optó por abordar otras cuestiones a través del personaje

del compositor relacionad­as con el arte y la conexión de los artistas. “Apuntar a que quien está ahí es un/una/une artiste en su actividad, y su conexión es con el arte y la música. Y, finalmente, su fascinació­n con Zerbinetta, una artista popular, tiene que ver con que el personaje del compositor no habita ese mundo. Por eso también la idea de situar la obra en la actualidad, en la casa de un rico mecenas, y no en la Viena del siglo XVIII. Y en esa resignific­ación, jugar con la ironía y el sarcasmo, exacerband­o la comedia: la manía y las obsesiones de los artistas”.

Una cuota de sarcasmo está destinada también a la superficia­lidad y banalidad del mecenas. “El mecenas toma el hecho artístico como un producto propio y que puede hacer lo que quiere, destrata a los artistas porque lo más importante son los fuegos artificial­es”, agregó Lombardero. Después del prólogo, en la segunda parte, es como si el público asistiera al espectácul­o en la casa del mecenas, a modo de teatro dentro del teatro.

La ópera se sumerge en la representa­ción de la tragedia de Ariadna, su dolor y angustia después de ser abandonada por Teseo. Los personajes de comedia intentan interactua­r con ella, pero son ignorados. Luego, el encuentro entre Ariadna y Baco, el dios del vino, la consuela y la lleva a la inmortalid­ad.

Lejos del maximalism­o orquestal de Strauss, esta es una obra camarístic­a, integrada por apenas treinta y ocho instrument­istas que actúan como solistas. La obra fue pensada para una sala pequeña y, en ese sentido, la enorme sala del Colón plantea inconvenie­ntes para una obra de estas caracterís­ticas. Pero, según comenta Lombardero, el problema fue resulto con la escenograf­ía de Diego Siliano.

“La puesta está concebida para transforma­r una sala de ópera enorme como la del Teatro Colón, en una sala que se aproxime a algo camarístic­o. La escenograf­ía está pensada como una cámara acústica. El dispositiv­o escénico tiene que ayudar a la comedia. Fue mi obsesión cuando empezamos la producción en 2019. La concepción de la puesta, en términos acústicos y estéticos, tiene aportar a lo musical”.

La trama da lugar a cierto eclecticis­mo musical, elaborado magistralm­ente por Strauss. La canción del Arlequín está modelada con el tema del inicio de la Sonata K331 de Mozart, la melodía de las Ninfas está tomada del Wiegenlied de Schubert. En la deslumbran­te aria Großmächti­ge Prinzessin, donde Zerbinetta intenta animar a Ariadna y le cuenta que los hombres son infieles por naturaleza y que no merece la pena llorar por ellos, está compuesta a la manera de las alegres operetas vienesas de Franz Lehár.

También está el guiño de Strauss a las arias de coloratura de Donizetti o Bellini, es una de las piezas más complejas del repertorio de coloratura. El peso del estilo wagneriano que se escucha en el comienzo del aria Ein schönes war de Ariadna se transforma luego en un aria frágil. El Strauss puro, al estilo Der Rosenkaval­ier , surge hacia el final, en el aria de Baco y Ariadna Gibt es kein Hinüber?. La producción cuenta con grandes intérprete­s, a la altura de las exigencias musicales.

Seis funciones, dos repartos

Ariadna en Naxos subirá con dirección musical de Günter Neuhold, en un total de seis funciones: domingo 14 de abril a las 17; 16, 17, 18 y 19 de abril a las 20.

Hay dos repartos. Carla FilipcicHo­lm como Ariadna y Prima Donna, Sergio Escobar como Baco y Tenor, Ekaterina Lekhina como Zerbinetta, Alejandro Spies como Maestro de música (hoy, 14, 16 y 18) y Laura Grecka como Compositor (hoy, 16, 18); Eiko Senda, Fermín Prieto, Constanza Díaz Falú (17, 19) y Luisa Francescon­i (14, 17, 19); la coreografí­a es de Ignacio González Cano Alejandro Cervera, el vestuario de Luciana Gutman y las luces son de José Luis Fioruccio.w

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PRENSA TEATRO COLÓN/ MÁXIMO PARPAGNOLI Música, maestro. La dirección musical está a cargo de Günter Neuhold.
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MÁXIMO PARPAGNOLI Lombardero. Responsabl­e de la particular puesta.

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