Política mundial en blanco y negro
No corren vientos favorables para el internacionalismo liberal en el mundo. Las guerras en Ucrania y Gaza, la transgresión, omisión, contestación o inoperancia de las convenciones y regímenes que regulan el sistema internacional de Naciones Unidas en materia de prevención y resolución de conflictos e intervención en materia de ayuda humanitaria, “la humanidad al borde una pérdida absoluta de fe en las normas y los estándares globales” en palabras recientes del secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Y del otro lado, visiones que, en Oriente y Occidente, en el hemisferio norte y en el hemisferio sur, tienden a caracterizar el escenario global en los términos de una lucha entre “las fuerzas del bien” y “las fuerzas del mal”, o entre “las fuerzas de la luz” y “las fuerzas de la oscuridad”. En este contexto se inscribe el presidente Milei anunciando “un alineamiento geopolítico activo (de la Argentina) con los EE.UU, en su lucha por los valores de Occidente contra los enemigos de la libertad”.
“¿Puede Estados Unidos salvar el orden liberal por medios iliberales?”, se pregunta el académico Hal Brands, en el último número de la revista estadounidense Foreign Affairs que lleva por título “La era de la amoralidad”. Brands es Profesor Distinguido Henry A. Kissinger de Asuntos Globales en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de Johns Hopkins y miembro principal del American Enterprise Institute.
Si el mundo está realmente atrapado en una contienda entre democracia y autocracia, “entonces Estados Unidos puede necesitar hacer concesiones morales en política exterior, pero involucrarse en una amoralidad grave resultará políticamente corrosivo”, escribe Brands. No es algo novedoso, es sabido. En tiempos de la Guerra Fría se justificaron golpes de estado y apoyos a regímenes represivos con el argumento de impedir que los países del Tercer Mundo “se volvieran comunistas”. Advierte Brands: “un espíritu de pura conveniencia está plagado de peligros, desde la desilusión interna hasta la pérdida de la asimetría moral que durante mucho tiempo ha amplificado la influencia de Estados Unidos en los asuntos globales”. “El apoyo a la democracia y los derechos humanos no es una propuesta de todo o nada concluye la nota en FA- Una política exterior que eleve los niveles de vida internacionales a través del comercio, aborde problemas globales como la inseguridad alimentaria y se mantenga firme contra la guerra entre las grandes potencias sirve muy bien a la causa de la dignidad humana”.w