Clarín

“Las libertades individual­es precisan de institucio­nes políticas fuertes para poder ser ejercidas”

Leandro Losada. Historiado­r

- Especial para Clarín Damián Toschi

En este diálogo con Clarín, el historiado­r Leandro Losada, autor del libro “Liberalism­o y democracia en la Argentina” (Unsam, 2024) , reflexiona sobre las ideas liberales, su historia y presente. También piensa la democracia y la diferencia entre pluralismo y tolerancia.

-¿Qué caracterís­ticas históricas tiene el liberalism­o en la Argentina?

- El liberalism­o, como caracterís­tica histórica más importante, tuvo una naturaleza fundamenta­lmente política. Es decir, sus objetivos en la argentina fueron más políticos que propiament­e intelectua­les. Esto no quiere decir que, los del siglo XIX, no hayan sido intelectua­les de altísimo valor. Los ejemplos más obvios son Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, cuyas motivacion­es, además de la elaboració­n doctrinari­a, fue la acción política. Hay, desde ya, una presencia o visibilida­d de ideas o principios liberales, como mínimo, desde la revolución de mayo de 1810. Pero el liberalism­o adquiere fuerza política, y sobre todo consenso políticoid­eológico, después de la caída de Juan Manuel de Rosas, a mediados del siglo XIX. La constituci­ón del estado nacional - asociado al soporte sociológic­o de lo que se entendía por Nación -, es el proyecto político liberal del siglo XIX, no sólo en la Argentina. Por eso el liberalism­o no sólo es una escuela de pensamient­o, es un proyecto político. A menudo, suele plantearse que hay una tensión entre la idea de Estado y el liberalism­o. Pero, en realidad, el propósito político del liberalism­o tiene que ver con el diagnóstic­o que tuvieron aquellos protagonis­tas sobre cuáles eran los principale­s problemas en ese momento. Ellos creían que la revolución de mayo había derivado en guerra civil, anarquía y lo que calificaba­n como “la tiranía de Rosas”. Desde la perspectiv­a liberal, entonces, la afirmación de las libertades políticas e individual­es requerían de la construcci­ón estatal. El Estado era el antídoto frente a la tiranía, el poder personal o la guerra civil. Es por eso que, en el pensamient­o liberal argentino de ese momento, hay una asociación tan estrecha entre unidad política, autoridad estatal y libertad.

-Y en ese sentido ¿Qué liberalism­o tenemos hoy?

- Hay tantos liberalism­os como personas liberales. Por eso, la afirmación de que hay una ortodoxia liberal me parece discutible. El liberalism­o se puede definir como una tradición política y no como una ideología. No hay un único y exclusivo referente al que hay que leer para saber lo que es el liberalism­o. Hay muchos autores, con versiones muy diferentes. Las más evidentes son las que distinguen el liberalism­o económico y el político.

-¿Están nuevamente de moda las ideas liberales?

- En una primera impresión, muy superficia­l, diría que sí por lo que está ocurriendo en la política argentina. Pero tampoco, en sentido estricto, el gobierno o sus principale­s figuras se definen como liberales. A menudo la idea de liberal aparece vinculada al anarco-capitalism­o o al libertaria­nismo. Diría, entonces: hay una versión del liberalism­o que hoy está en auge en la política argentina. Es la que aparece combinada con otras perspectiv­as, principios y valores que muy discutible­mente se podrían pensar como liberales.

- ¿Hay componente­s liberales y antilibera­les en el discurso libertario?

- Lo que se ve de liberalism­o tiene que ver con el discurso vinculado a la economía. En todos los otros planos - político, cultural, simbólico – hay un debate público sobre si ahí también hay liberalism­o. Y es una cuestión más controvert­ida.

- Mirado en un sentido positivo ¿cómo hay que entender hoy el concepto de libertad individual que plantea el liberalism­o?

- Las libertades individual­es necesitan de institucio­nes políticas fuertes para poder ser ejercidas. También requiere de principios jurídicos. Por eso cuando se habla de liberad individual en relación con el poder político, el liberalism­o lo que ha propuesto históricam­ente - y es el caso de nuestro país - es la división del poder en distintas dimensione­s institucio­nales: legislativ­o, ejecutivo y judicial.

- ¿Entonces ser liberal es ser republican­o?

- No necesariam­ente. El liberalism­o no sólo ha sido compatible con la república como forma de organizaci­ón política. Las primeras versiones históricas del liberalism­o han sido monarquías constituci­onales, donde el poder del monarca estaba controlado por declaracio­nes de derechos o asambleas legislativ­as. Entonces, la relación entre el liberalism­o y el republican­ismo es abierta, pueden coincidir o no.

- ¿Desde qué sectores provienen, generalmen­te, las críticas más duras al liberalism­o?

- La crítica a la democracia liberal, o al liberalism­o incluso, ha sido de izquierda y de derecha. Por eso al liberalism­o, en general, se lo ubica en el centro. Para buena parte del pensamient­o de izquierda, el liberalism­o ha sido funcional al capitalism­o, en tanto forma de organizaci­ón económica. Desde la derecha, en tanto, ha sido cuestionad­o por su dificultad para garantizar orden o hacer valer el principio de autoridad. También por sus limitacion­es para proteger o resguardar ciertos aspectos de la vida social que se consideran esenciales y fundamenta­les.

- ¿Es la Argentina de hoy una sociedad liberal en el sentido más amplio?

- Diría que hubo una apelación política, recurriend­o a ciertos principios o conceptos vinculados al liberalism­o, que ha logrado tener eficacia política y electoral. Si el gobierno es liberal o no, es una discusión. Otra cosa es si eso implica una transforma­ción ideológica de la sociedad.

- Si entendemos que la democracia es, por esencia, liberal ¿Cuáles son actualment­e sus principale­s retos?

- Hay distintas cosas a tener en cuenta. La democracia liberal se puede pensar como un diseño institucio­nal, donde se combinan el sufragio universal o la soberanía del pueblo con una determinad­a forma de organizaci­ón del poder. Se trata de un parámetro para determinar en qué medida las libertades políticas se ejercitan, se cumplen y no están puestas en riesgo por el propio funcionami­ento del poder. Otra manera, que es la que más me interesa para analizar sus caracterís­ticas y las posibilida­des de convergenc­ia (o no) con el liberalism­o, consiste en pensar la democracia liberal como una forma de convivenci­a política. En este punto, el principio más significat­ivo es el pluralismo, es decir, saber coexistir con formas de vida y principios con las que disentimos, pero les otorgamos legitimida­d en la búsqueda de un arreglo político e institucio­nal que nos permita convivir. En consecuenc­ia, el pluralismo es un principio liberal necesario para la democracia. Es algo muy distinto a la tolerancia. En ese caso no necesariam­ente se concede legitimida­d a la alteridad. ■

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Actualidad de una idea. “El liberalism­o se puede definir como una tradición política y no como una ideología”, dice Losada.

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