Vivir con cansancio: qué es el síndrome de fatiga crónica y por qué aumentan los casos
Es un trastorno en el que la fatiga se incrementa con la actividad, pero no baja con el descanso. Tiene síntomas físicos, pero también emocionales.
Los trastornos de sueño, un “mal de época” cada vez más común, son un tema permanente de consulta. Sin embargo, en ocasiones, podemos estar en presencia de un trastorno de mayor complejidad: el síndrome de fatiga crónica (SFC), que se emparenta más con trastornos como la fibromialgia que con los del sueño.
Un nuevo estudio muestra información a tener en cuenta: según señalan sus autores, se espera que el número de pacientes se duplique debido a los efectos a largo plazo de la pandemia de COVID-19.
“El síndrome de fatiga crónica, también conocido como encefalomielitis miálgica (EM), es una enfermedad multisistémica compleja, comúnmente caracterizada por una importante fatiga física o mental, que suele afectar la capacidad de los y las pacientes para realizar las actividades de la vida diaria”, señala a Clarín Jessica Borenstein, psiquiatra, magister en psiconeuroinmunoendocrinología.
Tan es así que, según señala el reciente estudio publicado en la Revista de Medicina Clínica (Journal of Clinical Medicine), alrededor del 25% de los pacientes con EM/SFC están postrados en cama y el 60% de los pacientes no pueden trabajar a tiempo completo.
Borenstein, que también integra la Asociación Argentina para el estudio del Dolor, manifiesta que la fatiga crónica pertenece al grupo de patologías llamadas Síndromes Sensitivos Centrales (SSC), dentro de los cuales también se incluye a la fibromialgia, “con la que suelen coexistir”. Esto significa que el problema principal se encuentra en el sistema nervioso.
Al igual que los demás SSC, este es un cuadro que en general se da en gente joven, sobre todo en mujeres, agrega Borenstein.
La profesional precisa que el síntoma más característico es lo que se llama malestar post-esfuerzo (PEM) o la exacerbación de los síntomas post-esfuerzo.
“El malestar post-esfuerzo es un empeoramiento de los síntomas o
El 60% de los pacientes no puede trabajar a tiempo completo.
la aparición de estos después de hacer esfuerzo físico, mental o de sobrecarga sensorial; y se puede manifestar después de un retraso característico de 24 horas”, amplía.
También indica que otro síntoma característico es que la fatiga intensa no suele mejorar luego del descanso, lo que genera mucha frustración en los pacientes.
“Los trastornos del sueño, la disfunción cognitiva con alteración en la atención, concentración y memoria, también son síntomas comunes. Sabemos que hay procesos de neuroinflamación”, precisa la especialista.
Además, puede haber dolores musculares y articulares (aunque esto no es central, como sí ocurre en la fibromialgia), dolor de cabeza, debilidad muscular, cambios en la temperatura corporal, dolor de garganta y ganglios inflamados. Los pacientes refieren sentirse como “engripados”.
“A estos síntomas se pueden sumar otros del sistema nervioso autónomo: mareos, hipotensión postural, síntomas digestivos variados. Y por supuesto también ansiedad y depresión”, añade.
Tanto el diagnóstico como el tratamiento de este síndrome representan desafíos para los médicos y los pacientes.
En el primer caso, porque no existen biomarcadores específicos. Y en el segundo, porque el tratamiento es individualizado, y se deben combinar herramientas farmacológicas y no farmacológicas.
“Siempre tenemos que estudiar a los y las pacientes, para descartar lo que se llaman diagnósticos diferenciales, o sea, otras enfermedades que pudieran presentar una
Para el tratamiento se combinan dietas y fármacos.
sintomatología similar”, agrega.
Por eso, se trabaja en equipo derivando a otros especialistas; reumatólogos, neurólogos, gastroenterólogos, endocrinólogos.
En este punto adquiere relevancia el estudio publicado en Journal of Clinical Medicine -del que no participó Borenstein- ya que apunta a afilar un poco la mirada en pacientes que no tienen alteradas sus funciones inmunológicas.
Según sus autores, si bien los pacientes que sufren de inmunodeficiencias se caracterizan por una función inmune innata alterada, en pacientes con EM/SFC con un sistema inmunológico intacto, la función de la barrera intestinal se ve reducida.
Los investigadores sostienen que estos hallazgos no sólo proporciona una visión más detallada de los diferentes mecanismos de la enfermedad, sino que sugieren que, dependiendo de la competencia inmunológica del paciente, algunos enfoques de tratamiento pueden ser más adecuados que otros.
“A pesar de que no hay un tratamiento único y específico, hay mucho para hacer y mejorar. Tener una mirada optimista es fundamental. Yo evito hablar de cronicidad y lo que buscamos es la estabilización del cuadro clínico, que la persona vuelva a encontrarse con su parte sana”, alienta Borenstein.
En concreto, los objetivos terapéuticos apuntan a disminuir la sintomatología, mantener la capacidad funcional, y la calidad de vida mediante un programa adaptado a cada paciente.
En quienes presentan depresión o ansiedad suelen utilizarse antidepresivos, o anticonvulsivantes para disminuir el dolor, estimulantes para la fatiga o diversos tipos de fármacos para mejorar el sueño.
“Las herramientas no farmacológicas en la actualidad sabemos que son más importantes que las anteriores e incluyen la psicoterapia, que puede ser cognitivo conductual, o terapias mente-cuerpo. También la terapia somática que trabaja desde la corporalidad es muy útil”, sostiene.
La dieta antiinflamatoria, el ejercicio gradual y progresivo y la suplementación nutricional también son "muy importantes", subrayó la profesional.
“Todo lo que incluye la MEV (Medicina del estilo de vida) va a ser fundamental para trabajar con los hábitos, poder sostenerlos y encauzar la mejoría clínica”, cierra.
La psiquiatra admite que en los últimos años aumentaron los casos. “Lo vemos a nivel clínico y está descrito también a nivel estadístico”, confirma.
Según su mirada, esto puede estar relacionado con una mayor especialización de los profesionales de la salud, lo que se traduce en un incremento de la cantidad de casos diagnosticados, como por la existencia de pacientes cada vez más informados.
“Creo que por un lado estamos los profesionales más entrenados en poder diagnosticar y hay más visibilidad de estos cuadros a nivel mundial. En 2022 se logró un hito importante con la actualización de la Codificación Internacional de Enfermedades (CIE-10-CM) que incluye un código de diagnóstico específico para encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC)”, analiza.
“Por otro -añade-, los y las pacientes ya no tienen un rol pasivo con respecto a lo que les sucede. Esto lo considero un avance. Y muchas veces vienen a la consulta con su diagnóstico presuntivo porque ya estuvieron buscando información”.