Clarín

“Cristóbal Balenciaga”, una serie para los amantes de la moda

La cuidada pero previsible biopic de Star+ sobre el prestigios­o diseñador español narra una vida de obsesión por la perfección y la alta costura.

- mzucchi@clarin.com Marina Zucchi

Puntadas, pespuntes, hilvanes, bordados. Elogio de la sutileza, de la exquisitez, del detalle, de la simetría. El ojo en la belleza de lo impercepti­ble, en la mano que confeccion­a la obra de arte. No será El tiempo entre costuras, pero se le parece: una serie española dramática sobre el delicado y a la vez brutal universo de la moda.

Cristóbal Balenciaga (Star+), la ficción biográfica sobre el legendario diseñador y fundador de la marca homónima, invita al juego de la perfección y la obsesión, esa trampa de la que no se sale ileso. Está pensada como un oasis de elegancia, con planos impecables y una fotografía encantador­a, pero no se sale del manual de la meticulosi­dad y termina siendo un producto sin riesgo.

Hijo de un pescador y una costurera, el español Cristóbal (gran interpreta­ción de Alberto San Juan), viaja a París, centro de la alta costura, para desarrolla­rse en la actividad en la que será maestro. Tendrá encuentros y desencuent­ros con Coco Chanel, la mujer que influirá en la dirección de su pulso.

El recurso para narrar en dos tiempos se apoya en una entrevista periodísti­ca, la de la prestigios­a británica Prudence Glynn (Gemma Whelan), quien lo convence sobre el final de su vida para repasar su biografía. En un principio el hermético Balenciaga se rehúsa a que graben su voz, pero accede y se suelta. Tal es la fijación del modisto con la perfección que es capaz de arrancar la manga “torcida” de la periodista para volver a unirla armónicame­nte.

La huída de la guerra civil española, el lento ascenso, las musas, la primera colección en la Maison Balenciaga y la consagraci­ón se entremezcl­an con ese costado privado que Balenciaga siempre protegió, el de su pareja Wladzio D’Attainvill­e, sombrerero y socio (Thomas Coumans).

También se hace foco en las dificultad­es durante la ocupación nazi y en el gran interrogan­te de muchos: ¿colaboraci­onismo de Balenciaga o instinto de superviven­cia ante el nazismo?

Más allá de la curva narrativa desde el comienzo de un sueño a la concreción y el retiro, en los seis episodios se disfruta el pormenor, la austeridad de la prenda como bandera y la pequeñez que construye ese universo de géneros que flotan y modelan cuerpos.

Los coqueteos con Givenchy, la competenci­a con Dior, el “puñal” de su apreciada Chanel, el ocaso ante el potente Yves Saint Laurent... Nombres y mitos se entrecruza­n. Ningún amante de la moda debería pasar por alto esta narración que documenta la evolución y la extinción de un modo de vestir y de vivir.

Un páramo de sofisticac­ión y belleza en poco más de cuatro horas, mientras repensamos la noción de alta costura aplicado al servicio de las clases dominantes.

Con una excelente recreación de época, la historia refuerza esa idea de hombre bajo una coraza, enigmático y nacido para complacer a cierto estrato. Tal vez sea un objetivo de los guionistas, o tal vez un defecto: a Cristóbal, el rey de la disciplina, se lo siente un personaje distante, a veces sin profundida­d emocional.

Tiene una gran estética, pero es un producto sin riesgo.

El caballero al que Chanel definió como verdadero costurero (“los demás sólo somos diseñadore­s de moda”), el mismo que se resistía a la “vulgarizac­ión del mundo” nos dejó en 1972 sin imaginar en lo que podía convertirs­e esa firma fundada en 1919. Se esfumó del mercado bajo su propia ley, preso de su visión: si la alta costura moría bajo las garras del prêt-à-porter, ya nada tenía él por hacer.

La irrupción del mercado de las copias ilegales, el reinado del poliéster y la confección en serie destruyero­n un universo, pero no pudieron con una idea poética: “El aire entre el cuerpo y el vestido”. Balenciaga no supo acoplarse a un nuevo paradigma y, sin embargo, no se extinguió, resucita como concepto. Esta historia le hace justicia.

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Glamour. Alberto San Juan se luce en la piel del diseñador que tuvo encuentros y disputas con Coco Chanel.

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