Clarín

Defender a Israel no es dejar de defender a la Argentina

- Miguel Wiñazki mwinazki@clarin.com

Solo a los judíos nos cae el anatema de que no somos argentinos, o el sayo de que profesamos la doble lealtad: a Israel también. No ocurre lo mismo, solo para citar dos ejemplos, con los argentinos con doble pasaporte italiano o español. Cuando emigran a uno de esos maravillos­os países, los felicitan. A los judíos, generalizo a los efectos didácticos, nos inculpan. Con nadie más brota esa acusación.

Es antisemiti­smo profundo.

Cualquier persona tiene lealtades absolutas y esas lealtades totales no son excluyente­s.

Con cada uno de sus hijos, uno tiene la misma, o debe tener, la misma total lealtad igualitari­a. A la vez, un hijo criado con amor ama por igual a su madre y a su padre. Uno es leal a sus diversos amigos, no a uno solo. Son lealtades múltiples incluyente­s, no excluyente­s.

Los judíos sabemos que la existencia de Israel opera como garantía para detener el peor de los horrores que nos ha ocurrido: el Holocausto. Y que los ataques a Israel vulneran nuestra seguridad tras milenios de persecució­n.

Israel se defiende, y tantísimas veces se defiende atacando ferozmente, como ocurre cuando las democracia­s se defienden.

Es una democracia, la israelí, con tremendas imperfecci­ones, también perpetra injusticia­s, como todas las democracia­s. Se discute a sí misma. Es compleja y se complejiza, siempre acechada.

Tampoco cabe negar que lo que ocurre en Medio Oriente es una gran catástrofe humanitari­a.

Defender a Israel no es dejar de defender a la Argentina. Literalmen­te, en los hechos es lo opuesto: el enemigo máximo de Israel, Irán, atacó dos veces a la Argentina.

Y por lo demás y extremando el análisis, cada uno tiene las lealtades que quiera tener llegado el momento.

En mi caso, con una vida dedicada a escribir y compromete­rme por la Argentina me siento totalmente argentino, y me ofende que alguien se atreva a manifestar lo contrario.

En estos días dramáticos, enunciar la identidad “judío” es abrir la exposición a las infamias antisemita­s más horrorosas: una de ellas ha retornado desde el infierno: “Te vamos a hacer jabón”.

Y mil más.

El judaísmo no es una religión. Es una cultura, la cultura del libro.

No está demás conocerla.

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