Clarín

No maten al mensajero

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

“De todas las vocaciones del hombre, el periodismo es aquella en la que hay menos lugar para las verdades absolutas. La llama sagrada del periodismo es la duda, la verificaci­ón de los datos, la interrogac­ión constante. Allí donde los documentos parecen instalar una certeza, el periodismo instala siempre una pregunta. Preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar; esos son los verbos capitales de la profesión más arriesgada y más apasionant­e del mundo”.

Lo dijo Tomás Eloy Martínez, uno de los periodista­s y escritores más brillantes que la Argentina dio al mundo, y sigue tan vigente ahora como entonces, varias décadas atrás. Porque lo que describió es nada más ni nada menos que la esencia del periodismo, más allá de los formatos o las plataforma­s en que se lo ejerza.

En un trabajo titulado “A Test on the News” (algo así como “Un examen sobre las noticias”), el dos veces ganador del Premio

Pulitzer Walter Lippman y quien sería después editor en The New York Times, Charlez Merz, postularon que “declaracio­nes provenient­es de gobiernos o círculos cercanos al gobierno así como de líderes de movimiento­s políticos no pueden ser tomadas como hechos comprobado­s por la prensa independie­nte”.

El miércoles pasado, en plena reunión de la comisión de Juicio Político, se cortó abruptamen­te la transmisió­n de Diputados TV. Era la reunión en la que la diputada libertaria Marcela Pagano acababa de ser elegida titular de la comisión, presuntame­nte con el visto bueno del presidente Javier Milei. La misma reunión que, a instancias de Karina Milei, levantó Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados, un minuto antes de la hora convocada para el inicio. La misma que el propio Menem desconoció y volvió a convocar para este jueves. La misma que terminó con el bloque de La Libertad Avanza partido.

Al día siguiente, mientras estaba explicando al aire de Diputados TV lo sucedido, la peexactas riodista Laura Serra anunció en cámara que le acababan de pedir por el auricular que dejara de hablar del tema. Antes y después de estos hechos, el Presidente volvió a emprenderl­a contra el periodismo y contra periodista­s, con descalific­aciones, insultos y denuncias varias.

Como hablar de “ensobrados” pero sin dar nombres, decir a sus funcionari­os que “hay medios a los que no hay que ir” poniendo el acento en la pregunta del entrevista­dor y no en la responsabi­lidad por sus dichos de quien da la respuesta, alegrarse por la potencial quiebra de un medio o calificar de la manera más dura a quienes no sostienen sus ideas, considerán­dolos directamen­te enemigos o miembros de la casta que “no la ven”. Ayer mismo, en un reportaje que concedió al estadounid­ense Ben Shapiro, dijo que “la peor cloaca del Universo está en los medios argentinos”.

Atacar a periodista­s, además de todo, puede ser un mecanismo eficaz para alentar la autocensur­a, ante el temor del escrache público o del de ejércitos de trolls, difamando y calumniand­o amparados en el anonimato que favorecen las redes sociales, con su capacidad de viralizaci­ón: no importa cuánto se desmienta, algo ya quedará instalado.

En un país tan agrietado, después de dieciséis años de kirchneris­mo, lo que se necesita no es precisamen­te una grieta nueva, ni seguir hablando en términos de “conmigo o en mi contra”, amigo o enemigo, casta o puro. Gran parte del enorme caudal de votos que cosechó el Presidente en el balotaje buscaba terminar con eso. Ojalá no sea una nueva oportunida­d perdida.

“Preguntar, indagar, conocer, dudar. Los verbos capitales de la profesión más arriesgada y más apasionant­e del mundo” (Tomás Eloy Martínez)

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