Clarín - Viva

Enrique Pinti

“UN CURA QUISO ABUSAR DE MI A LOS 9 AÑOS”

- EN TERAPIA CON JOSE EDUARDO ABADI

Sin filtro. El actor de Salsa Criolla confiesa que en su casa no se hablaba de sexo. Y que recién a los 50 años contó cómo un sacerdote quiso abusar de él. Dice que antes no se animó por temor a que no le creyeran. Y que en su momento su defensa fue el humor.

Siempre quisiste ser actor? Quería ser actor desde los cinco años. Hay gente que dice: “Estudié teatro para desinhibir­me” o “Para ver si conseguía novia”. Hablo de actores importante­s, como Darío Grandinett­i y Hugo Arana. Y son maravillos­os. En cambio, yo soy un enfermo… ya a los cinco rompía la paciencia diciendo, quiero hacer esto y no otra cosa. En la primaria, sentía odio por los chicos que actuaban en cine. Quería agarrarla a Shirley Temple y decirle que ese lugar era mío. ¿La familia tomó en serio tu vocación? No. Pero era lo normal. Los chicos, a los siete, no decían que querían ser actores. A tus padres quizá les interesaba que particpara­s en algún acto escolar... Eso sí. Y odiaba eso porque nunca me selecciona­ron para ningún acto. Ni de San Martín, ni de Belgrano. Lo hacía cualquier pelotudo… Un compañero, que estudiaba en el Teatro Infantil Labarden. Lo elegían siempre a él y, para mí, no sé si de envidia o qué, pero lo encontraba sobreactua­do. Muy mamarracho. Era él y otros cuatro pelotudos los que actuaban siempre. Jamás me eligieron. ¿Cómo despegaste? A los 15, dije: “Esto no lo voy a decir más. Me voy a anotar en algún teatro”, y buscaba en los diarios porque siempre se publicaban anuncios de inscripcio­nes… el tema es que había que pagar alguna cuota, y mi papá decía: “Ni un peso”. Papá trabajaba en el Ministerio de Obras Públicas. ¿Entonces? Seguí investigan­do para ver dónde había algún lugar gratuito… el Instituto Labarden: lo tenía cerca de casa, pero estaba toda esa gente de mierda. En el ’55, tenía casi 15 años, y se estaba por abrir el Teatro San Martín, que era como el Mercado Central. Previo a eso, a comienzos de ese año, empezaron a querer formar un teatro de adolescent­es para que trabajaran. La inscripció­n la hacía el Instituto Labarden. Fue así que me inscribí: no había que pagar matrícula ni nada. Enton ces mis padres no pudieron oponerse. Iba al colegio a la mañana y a teatro por la tarde. ¿Querías ser actor cómico? No especialme­nte. Sí había que hacer comedia. Y yo podía llegar hasta la comedia de Osvaldo Miranda, pero yo quería hacer a Francisco Petrone. Más adelante, Alcón. En una prueba de teatro, me di cuenta de que hacía reír. Las señoras me aplaudían. Es más, me dijeron: “Me ha hecho reír más con el drama que con la comedia”. Yo quería que me admitieran como integrante del elenco. Y lo hicieron. Pero vino la Revolución Libertador­a y el teatro no abrió por dos o tres años. La idea del elenco adolescent­e se fue a la mierda. Entonces empecé a tumbear por el teatro independie­nte. Ya tenía 17 años, me anoté y entré al Teatro Sindical

de Cámara, del sindicato de la alimentaci­ón. Mi papá finalmente aflojó. Veo a un Pinti cómico, que sabe que puede serlo, pero también a un cuestionad­or que a veces está enojado o desesperad­o... Yo era una persona superficia­l y coqueta. Lo único que quería era brillar en la marquesina. Quería era ser famoso, firmar autógrafos y hacer que la gente lo pasara bien. Cuando vi el valor social del teatro y que es una rama de la literatura y del arte, cambió todo… La primera obra en la que pude meter bocado fue en El burgués gentilhomb­re. Hacía de un profesor de filosofía. Ya había leído El misántropo y Tartufo. Ahí entendí del poder corrosivo y del miedo al poder. ¿Eras una persona con miedo? Tengo miedo a todo: a la oscuridad, a lo que no conozco, a perderme en los aeropuerto­s. Tengo diabetes y tengo miedo de quedarme ciego o que me corten los dedos del pie. Mi único drama eran las dietas que tenía que hacer desde los 8. ¿Tus padres te imponían dietas? Sí. Mi padre era gordito, pero no quería que yo lo fuera. Mi hermano mayor era divino: rubio y flaco; yo era la bestia negra. Me llevaron al Instituto de Nutrición para adelgazar,desde los 8 hasta los 14. Esa es la única frustració­n que tenía: no comer. ¿Hubo algo que disparara esos miedos terrorífic­os? Es una cosa tan rara que no la puedo analizar ni comprender. Hay muchos abusos hacia los chicos… Un cura me quiso toquetear en el confesiona­rio. Me dio risa. Tenía 9 años. Era tan feo el tipo y tenía un olor a transpirac­ión que te volteaba… era pleno verano. En ese momento, yo era un boludo que todavía no sabía cómo se hacían los nenes. Es un episodio traumático y yo no me río de la gente a la que le pasó eso. El tipo era un cura que estuvo poco tiempo en la iglesia. No se le podía aguantar el aliento a oveja muerta. Los varones nos confesábam­os en su falda. El confesio- nario tenía la ventanilla para las mujeres al costado. Los hombres abríamos la puertita y nos poníamos en la rodilla del cura. De terror la cosa. De repente me empezó a preguntar si tenía malos pensamient­os. Y yo, boludo, le dije que sí porque, a veces, pensaba en comer. O que quería matar a mi mamá porque me escondía la comida. Yo pensé que me preguntaba sobre eso. Entonces me empezó a tocar el cinturón. Y yo tenía bien en claro qué era lo que él quería. Me di cuenta de que nada tenía que ver con su función de cura. Lo que más recuerdo es su olor a transpirac­ión penetrando y el mal aliento. Abusador y perverso. Claro, muy perverso. Pero, por mi actitud, el tipo se dio cuenta de que no podía avanzar demasiado. Lo único que tuve en cuenta fue no volver nunca más las tres semanas en las que estuvo. Es decir, no fui más al confesiona­rio. Se creó la noción de peligro. Claro, pero yo no le dije nada a nadie. No

conté de este episodio hasta que tuve unos 50 años. ¿Vergüenza o miedo? El miedo iba más por el lado de que no me fueran a creer. Yo lo cuento así y se iban a pensar que era un chiste. Antes estas cosas no se hablaban. Y cuando eso cambió, lo conté. Ahora la gente sabe que todo eso existe y existió. Y también saben del peligro que corre un chico... Exactament­e. Yo era una persona de cero educación sexual. Mis compañeros de escuela decían “coger” y yo preguntaba “¿qué es eso?” Era un imbécil. Vivía en una nube. Realmente era mucho más fácil de pervertir. ¿Y tu hermano mayor no hablaba con vos de esas cosas? No, en absoluto. Cuando yo metía la pata, todos se reían. Cuando tenía siete años, estaba la madrina de mi hermano por tener familia y llamó la madre, la tía Teresa. No había nadie en mi casa… Y yo siempre era el primero en responder el teléfono. Atendí y me dijo: “Decile a tu mamá que la cigüeña está por llegar”. Cuando le dije eso a mi mamá, ¡Se rió de una manera! Y yo la miraba como diciendo: “Estúpida, ¿no te das cuenta de que te estoy hablando en serio?”. ¿Por qué tus padres les trasmitían una educación tan arcaica? ¡No sé! Además, en otros aspectos, no eran tan cerrados. No se escandaliz­aron porque quería ser actor. Me llevaron a adelgazar y no decían que su hijo era gordito y estaba sano. ¿Ser gordito era una preocupaci­ón? Sí. Ellos tenían miedo de que yo explotara. Nací con 4,6 kilos. Mi mamá me tuvo en mi casa, un parto infernal. Yo era una vaca… ¡Comía como un animal desde que era un bebé! Y a mis 8, me levantaba de noche a cortar queso. Me hacía el sonámbulo. Tenía hambre a las 3 de la mañana. Hasta que mi mamá me puso una palangana de agua fría en la cama –que yo no vi– y al meter las patas en el agua y decir “la puta madre”, porque ya puteaba desde chico, mi mamá me dijo: “Volvé a dormir, sonámbulo”. ¿Tu hermano era ingenuo también? ¡No! Era un Drácula. Murió en julio, a sus 84. El siempre, en enero, se iba de vacaciones a Brasil. Y en el 2014 tropezó a la entrada del hotel y se rompió la tibia y el peroné… la misma fractura que tu-

“Nunca me interesó tener pareja, ni sentí que alguien se interesara por mí. No lo viví como una falta. No es un tema de valoración propia. Me alcanza con el cariño que me da la gente.” ...

vo Mirtha Legrand. Lo operaron, pero no quiso caminar nunca más ni recibir a nadie en la casa. Vivía conmigo y había alguien que lo cuidaba. Le agarró un ataque de depresión que le duró más de dos años. ¿De qué trabajaba Ricardo? De lo que podía. Le gustaba la high society. Era guapo. Mi familia cometió todos los errores con él. Mi papá había estado en el Ejército, y tenía el sueño de que su hijo mayor fuera militar. ¿Tenía muy depositado­s los ideales en Ricardo? Sí. Me llevaba siete años. Yo era el bebé de la casa. Lo que no pudo ser mi padre, quería que lo fuera Ricardo. Lo metió en el Liceo Militar. Le agarró apendiciti­s. Lo operaron de urgencia. Después, escarlatin­a. Papá insistió y lo metió de nuevo. Y le agarró hepatitis. ¡Qué manera de hablar el cuerpo! Sí. Y en el ’49 le dijeron que lo sacara. Los militares de esa época comentaban: “Acá queremos gente valiente, no gente que se cague. El día que haya una guerra, tenemos que mandar alguien que salga con un fusil. No un maricón”. ¿Ricardo era referente para vos? No. A él mis padres lo obligaron a hacer un montón de cosas que a mí no, porque se dieron cuenta de que conmigo no obtendrían resultado. Ricardo se relacionó con gente de la diplomacia. Eso era lo que a él le gustaba. ¿Vos sos solitario? Soy sociable. Tengo muchos amigos,pero se me han muerto. Por ejemplo, Juanito del Monte, que era mi agente de prensa… lo conocía desde hacía 60 años y era como un hermano para mí. Gracias a él empecé a formar parte de la farándula. Quizás me conocían por mis trabajos independie­ntes. ¡Hasta organizaba mis cumpleaños! ¿Algún vínculo afectivo amoroso particular? Nunca tuve. Nunca tuviste una pareja. No, se dio así. Nunca me interesó en absoluto nadie. No lo sentí como una falta. Tampoco sentí que alguien tuviera esa intención conmigo. Nunca tuve la sensación de decir: “Fulana o fulano está perdido por mí”. Es como si no te pudieras imaginar todo lo deseado y valorado que podés ser. Me alcanza con el cariño y todo lo que la gente me da. Pero, a lo mejor, un deseo o un atractivo presente Ah, sí. Debe no haber sido aprovechad­o. Es una falta de autoestima exterior: siempre fui muy dejado en la parte física. Tiene que ver con el “gordito”. No te permitió registrar el deseo del otro: no porque no estuviera, sino porque había una dificultad de percibirlo. Claro, y con un montón de cosas más. Para mí, la belleza tiene que ver con la belleza clásica. Con la atracción de Hollywood.

 ??  ?? EL NACIMIENTO DE UN EXITO Los primeros años de Salsa Criolla, estrenada en 1985. En cartel por diez años, fue récord de presentaci­ones. Juan Carlos Iglesias y Sergio Lupardo acompañaba­n a Pinti, que interpreta­ba una serie de monólogos históricos que...
EL NACIMIENTO DE UN EXITO Los primeros años de Salsa Criolla, estrenada en 1985. En cartel por diez años, fue récord de presentaci­ones. Juan Carlos Iglesias y Sergio Lupardo acompañaba­n a Pinti, que interpreta­ba una serie de monólogos históricos que...
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vez sopa, de miércoles a domingo en el Teatro Liceo, Av. Rivadavia 1499.
NUEVA APUESTA Después del exitazo continuo de diez años con Salsa Criolla, Pinti se vuelve a subir al escenario con 77 años. Hace Otra vez sopa, de miércoles a domingo en el Teatro Liceo, Av. Rivadavia 1499.
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Goes, con producción de Javier Faroni.
FIGURAS Temporadas atrás, en Mar del Plata, junto a Florencia Peña y Diego Ramos, cuando hicieron Vale todo, una adaptación de Anything Goes, con producción de Javier Faroni.

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