Clarín

Balcarce y el gato

- Alejandro Borenztein

Venga para acá, Balcarce ¡¡Sit Balcarce!! Aprovechem­os estas semanitas de tranquilid­ad que estamos viviendo para pensar juntos, Balcarce. “Macri basura, vos sos la dictadura”, gritan los sobrevivie­ntes del naufragio kirchneris­ta mientras resisten la tiranía de Cambiemos levantando carteles que dicen “Macri gato”. El humor ante todo.

Que al Compañero Mauri lo comparen con la dictadura no sorprende a nadie. Para los kirchneris­tas, todo aquel que no piense como ellos fue parte de la dictadura o la reivindica. Desde María Eugenia Vidal hasta Fernández Meijide y desde Campanella hasta Strassera, pasando por Stolbizer, Magdalena Ruiz Guiñazú, Julio Bárbaro, Pepe Eliaschev, Luis Brandoni, Del Potro y tantos otros miembros de la derecha nacional. Nada nuevo. El hecho de que el kirchneris­mo es conducido por unos tipos que en el 83 apoyaban la autoamnist­ía de los militares, que luego sabotearon la CONADEP, que en los 90 se bancaron los indultos de Menem, que en 2004 fueron a la ESMA y pidieron perdón porque “el Estado Nacional no hizo nada en 20 años de democracia” cagándose en Alfonsín, en los Juicios a las Juntas y en todos los que se jugaron la vida, y que finalmente remataron la faena designando a Milani, es un pequeño detalle que ya no tiene ninguna importanci­a. Simplement­e, será uno de los recuerdos más divertidos: la idea de que “el otro” es la dictadura.

En cambio lo de “Macri gato” es más confuso. No queda claro de dónde viene.

En la jerga tumbera, el “gato” es el presidiari­o que, para sobrevivir, le hace los trabajos al pesado del pabellón. O sea, el servil del poderoso. Hilando muy finito, sería una manera sutil de decir que “Macri gato” gobierna para los poderosos. Es muy Copani. Demasiado rebuscado.

Antes de esto, en los años 40 y 50, se llamaba “gato” al millonario que pasaba a buscar por el Maipo o el Nacional a una vedette seducida por el “gato” que le bancaba los gustos. Contrariam­ente a lo que mucha gente cree, en este caso “gato” no viene del reino animal sino del término lunfardo “gatillar” (en la ortodoxia lunfarda es “gatiyar”, con “y” griega). O sea, el “gato” “gatiya” los “gastos”.

No suena muy aplicable porque, aunque Macri siempre fue millonario, se hizo más famoso como cartonero que como gatillero.

En el lunfardo porteño, también se le dice “gato” a los pobres. Tampoco es el caso de Macri, obviamente. Y según tuBabel.com, el diccionari­o social de regionalis­mos latinos, en el lunfardo chileno “gatillar” significa masturbaci­ón femenina. Ya nos fuimos al carajo, Balcarce.

No importa, en cualquier caso, así lo llaman los kirchneris­tas. Cosas raras que tiene estos tipos.

Pero Macri no sería el único gato en la política nacional. Seguime en el razonamien­to y pará de rascarte, Balcarce.

A finales de 2015, previo a la primera vuelta

de las elecciones presidenci­ales, compartí un almuerzo con uno de los más importante­s dirigentes que todavía tiene el peronismo. Me refiero al peronismo en serio. No estos pelagatos que estuvieron la última década haciéndose pasar por peronistas, al decir de los verdaderos peronistas.

Te hablo de un dirigente del interior del país, de esos que las vivieron todas y que llegó a ejercer los más altos cargos de la República. No me mires así Balcarce y no te toques ahí abajo porque no era Menem.

Le pregunté al personaje en cuestión si pensaba que después del 10 de diciembre se terminaba el kirchneris­mo. Con la misma contundenc­ia con la que minutos antes me había dicho que a Nisman lo asesinaron, me contestó: “el kirchneris­mo se terminó, pero ojo... ¿alguna vez viste un gato acorralado? Van a tirar zarpazos hasta el final.”

Dicho y hecho, no se equivocó. Todas las cosas que me dijo aquel viejo zorro de la política se fueron cumpliendo, incluído el resultado de las elecciones.

La crecida de la virulencia kirchneris­ta verifica aquellos dichos. La ecuación cierra. Cuanto más acorralado­s, más locos se ponen, más se encorvan, más gruñen, más muestran las uñas, más zarpazos tiran, y, por supuesto, más errores cometen. Desde los delirantes tweets de Ex Ella escri

tos en su clandestin­idad hotelera, hasta Kicillof gritando en el Congreso como un perro para dejarle servida la respuesta devastador­a a Marcos Peña gato, pasando por los furiosos videoclips humorístic­os del Guille Moreno.

Saben que a medida que Macri muestre resultados ellos se quedan cada vez más lejos, y

encima el peronismo ya no los deja ni subirse al palco. No sé si Macri es gato, pero el kirchneris­mo definitiva­mente lo es. Balcarce, anda encargando el cartel: Kirchneris­mo gato.

Acorralado­s, el viernes pasado Hebe de Bonafini declaró que ellos ya no son más una organizaci­ón de DDHH sino que son parte de un partido político: el kirchneris­mo. Luego agregó que Estela de Carlotto es una traidora y que la Compañera Vidal es una “asesina”. Literal, Balcarce.

En el mismo camión que trasladaba a Hebe venía Aníbal Fernández que en todo caso es el único kirchneris­ta que tiene derecho a llamar “asesina” a la piba de Morón: en dos meses lo liquidó para siempre.

Ese mismo día, la gobernador­a cómplice de la dictadura, recorría el Registro de las Personas ordenando digitaliza­r las partidas de nacimiento confeccion­adas entre el 1975 y el 1981 para agilizar la búsqueda de hijos de desapareci­dos y colaborar con las Abuelas de Plaza de Mayo. Así están las cosas Balcarce.

Vivimos en una pelea de aldea. Una riña por cuestiones nunca resueltas. Mientras tanto no hay nadie pensando seriamente a 20 o 30 años. A nadie se le ocurre diseñar el futuro. Plantear cuatro ideas básicas, ponerlas en un papel, firmarlas y hacerlas respetar por todos.

Esta semana se cumplieron 60 años del Tratado de Roma. Un idea originalme­nte impulsada por los italianos Altiero Spinelli y Ernesto Rossi, que se transformó en la piedra fundaciona­l de la Unión Europea. Por más que hoy se diga que está en riesgo, fue la movida política más exitosa de la historia europea.

El gobierno no puede ocuparse de encarar algo así porque están emputecido­s apagando incendios y apurando rutas y cloacas. Además no creen en la idea de un gran acuerdo porque sienten que pactan el futuro con la vieja política.

La oposición democrátic­a tampoco puede ocuparse. Están desesperad­os viendo como corno se organizan en los 90 días que les quedan hasta el cierre de candidatur­as del 24 de mayo. Del kirchneris­mo, ni hablemos.

Es tu misión, Balcarce. Inspirate en Spinelli y en Rossi. O en el Pacto de la Moncloa. Es tu gran oportunida­d de pasar a la historia, Balcarce.

Corré Balcarce. Juntá algunos tipos que represente­n, que sean idóneos y que estén fuera de la pelea electoral. No es fácil. Te van a putear por cada nombre. Pero pensá en Sanz, Duhalde, Lavagna, Meijide, Dante Caputo. Algún intelectua­l como Kovadloff, un par de notables de la ciencia y el arte. Si querés, agregale un uruguayo como Sanguinett­i que siempre ayuda.

Los encerrás en una quinta y hasta que no acuerdan cinco puntos básicos no los dejás salir. Luego se lo llevás al Presidente, lo arrastras de la botamanga hasta el Congreso y se lo hacés firmar a todo el espectro político por cadena nacional. ¿Cuál es el único sector que se van a negar a firmar? El kirchneris­mo gato, obviamente. Pero no importa. Mandalo a pérdida.

Vamos Balcarce. Mientras la política sigue en la pelea berreta, alguien tiene que pensar en lo importante. Y ese sos vos, Balcarce. El único que la sabe lunga. El perro de la Patria. Balcarce de América. Por favor Balcarce, pará de rascarte.

“El kirchneris­mo se terminó, pero ojo... ¿alguna vez viste un gato acorralado?”, me dijeron.

Mientras la política siga en la pelea berreta, alguien tiene que pensar lo importante, Balcarce.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina