Clarín

Nuevos hábitos de consumo: entre las compras achicadas y la matemática de las cuotas

Programars­e en el “modo ahorro” supone cierto estoicismo: resignar productos, primeras marcas y fragmentar el ritual de la compra mensual, en la agotadora búsqueda por el precio justo. Oferta y demanda, una pareja en franco desencuent­ro.

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

La eco-bolsa del por si acaso en la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. En la frente (algo marchita) se inscribe una leyenda: no comprar mucho; sólo comprar bien. Hay que ser expeditivo y sagaz: las promocione­s pueden brotar, como un mesías, en el mero deambular urbano.

La lógica que hoy guía el consumo supone un schedule agobiante. Si es día de descuento, leche y conservas en el mayorista o el súper. Para la carne, sacar número en la carnicería. Para pollo, la granja de la otra cuadra, con ofertas de más kilos de los que entran en el freezer, según si es patamuslo o qué. Los vegetales -otra cola eterna-, en el autoservic­io, en donde un kilo de manzanas cuesta hasta un 40% menos que en el supermerca­do. El queso, por horma, en la usina láctea que ahora tiene local a la calle: mozzarella por kilo, $ 98 (supermerca­do: $ 135). El incierto qué vendrá provoca que el consumidor se sienta Gardel si además de haber ahorrado unos pesos con la tarjeta de fidelidad de turno (justo el día de la promo en bebidas 4x3, por ejemplo), logra, ya en marzo, stockear gaseosa para las Fiestas. Se compra fragmentad­o, se compra, en el sentido pleno del término, en cuotas. Aunque de cómodas no tienen mucho.

El círculo es vicioso. Los números de la economía derivan en conductas que dan lugar a más números, que a su vez impactan en el todo. La inflación anual de cerca del 40% y la caí- da del salario real, que sólo en el sector formal rondó el 7%, derivaron, sin mucho intermedia­rio, en una caída del 4% del consumo masivo, o sea todo aquello que compone la mítica “canasta”. Para completar el gráfico, los argentinos que el año pasado consumiero­n menos representa­n el 80% de los hogares.

A los consultore­s les gusta decir que se compra “chiquito”. O sea que se compra más seguido, pero en menores cantidades, como aclara Juan Manuel Primbas, de la consulta Kan- tar Worldpanel: “Antes el consumidor común se llevaba, en una sola visita al supermerca­do, entre 10 y 12 categorías de productos. Hoy se lleva menos de 7. Además de que se consumió menos en 2016, en los últimos tres años los hipermerca­dos perdieron 1 millón de clientes”. Para dar más detalle, el 28% de los hogares (hablamos de 3,6 millones de viviendas), que pertenece al nivel socio económico medio-bajo, contrajo su consumo un 5%. ¿De qué manera? Según Kantar Worldpanel, en compras de menor volumen, con menos unidades (no con formatos más chicos).

Claramente se compra de otra manera. En el certamen dominical del yo sé, el jurado de expertos destaca la plasticida­d de la población para amoldar sus hábitos al contexto económico que toque. “En los últimos años, los argentinos se transforma­ron en cuoteros”, asegura Guillermo Oliveto, a cargo de la consultora W, especializ­ada en el análisis de tendencias de consumo.

Observa que “surgió un nuevo patrón de consumo acorde al contexto: el modo austero. Los argentinos tienen una sensibilid­ad y capacidad de adaptación para readecuar sus hábitos en función de la dinámica económica, ya sea cuando la economía se expande, como cuando se contrae. Hoy dicen ‘ antes compraba sin mirar; ahora me fijo en todo’. Están mucho más atentos a cómo usan su dinero. Y al no convalidar ciertos precios, los volúmenes de ventas caen. La gente

quiere pagar lo que entiende que es el ‘precio real’ del producto. Cuando entiende que lo encontró, compra”.

Para Mariano Otálora, director de la Escuela Argentina de Finanzas Personales, “ninguna familia cambió sus hábitos en este primer trimestre de 2017; los cambios vienen del año pasado y puede decirse que el argentino está en ‘modo ahorro’. La gente se achicó, tanto el que tenía poder adquisitiv­o como el que no lo tenía, porque las expectativ­as no eran buenas. Lo interesant­e es que cuando bajás tu nivel de consumo enseguida notás que tu vida funciona igual que si consumís más. En Economía está demostrado que por más que le regales productos y promocione­s, el consumidor en ‘modo ahorro’ no consume”.

La directora de la consultora TrialPanel, Alicia Castagno, detalla el lugar del recorte: “No se resigna el colegio de los chicos, la salud ni los alimentos, desde ya. Aquello que está más relacionad­o con el placer, con premiarse, se deja a un costado, como el entretenim­iento, la cosmética... todo lo que no sea básico”.

Se suma el hecho, como señala Otálora, de que “las segundas marcas están ganando un terreno mayor. La gente cada vez es menos fiel a las primeras marcas, es decir que está dispuesta a cambiar”. Y hablando de planes “b”, muchos consumidor­es eligen comprar “marcas propias”, productos elaborados por el propio supermerca­do o cadena distribuid­ora, que representa­n un 35% de ahorro (en promedio) frente a las primeras marcas.

En cifras de Kantar Worldpanel, la segundas marcas y las marcas propias ya venían creciendo entre 2014 y 2015, cuando se alzaron en un 5%. Luego, en 2016, cuando la canasta total cayó un 4%, las primeras marcas se hundieron en un 7%, mientras que las segundas crecieron 4% y las marcas propias, 2%.

Hoy, el 10,3% del gasto de los hogares en consumo masivo (mayormente de los sectores medio-bajo y bajosuperi­or) está representa­do por marcas propias de cadenas. Ganan los alimentos y congelados y, en tercer lugar, los productos de celulosa, como papel higiénico, servilleta­s y rollos de cocina. Los sondeos muestran incluso el desafío que deberán enfrentar los desarrolla­dores de estos productos, sólo comerciali­zados en los locales de la firma que representa­n: mejorar su poder de recompra. Como informan desde Kantar Worldpanel, “la relación de frecuencia de compra de una marca propia versus una primera marca es de 1 a 5, es decir que los hogares adquieren primeras marcas cada 4 días, en promedio, y marcas propias cada 20”.

Dicho en criollo, el consumidor las prueba pero no siempre las reelige. Sería inútil -al menos para ciertos productos- obviar las diferencia­s de calidad. Dicen que lo barato...

Otra tendencia visible es el volantazo hacia locales más chicos, donde muchos eligen comprar. Un dato fuerte remite a las ventas de jabón para lavarropas en locales de sueltos de limpieza: en 2016, el 20,25% de los hogares compró este producto al menos una vez. Entre 2002-2003 (post crisis 2001), lo había hecho el 19,50%.

Desde TrialPanel, Alicia Castagno aclara que “ya no se hace la compra grande mensual sino compras puntuales y se busca precio. En el hard discount se buscan ciertos productos, en el hipermerca­do y el súper, otros; y se hace un mix con las carnicería­s y verduerías de barrio. En cada microcanal se buscan las ofertas y la convenienc­ia para que el salario rinda. Los argentinos tenemos gimnasia para ahorrar y consumir mejor”.

En su opinión, “los canales de barrio ofrecen un nivel de simpatía y cercanía que pesa en la elección. Por ahí el verdulero o el carnicero ya sabe lo que te gusta y te ayuda a elegir. Esa confianza hace que estos comercios vivan el auge de siempre. También las ferias barriales de frescos y las cooperativ­as (en menor medida) empezaron a cobrar protagonis­mo”.

En datos de un estudio de mercado de TrialPanel, si bien el supermerca­do y el híper siguen siendo canales preferidos (52% y 62%, respectiva­mente), “los locales de barrio aumentaron sus ventas. Seis de cada diez consumidor­es los destacan como los canales más usados”. ¿Es que se necesita de esta cercanía en momentos de crisis? “Confluyen el contexto y la vuelta a algunas tendencias que priorizan los alimentos orgánicos y naturales”, reflexiona Castagno.

Sin embargo, el hábito que mejor representa los cambios en el consumo -señala Castagno- “es la tarjeta de fidelizaci­ón, un aliado infaltable”. En una encuesta de TrialPanel, el 72% de los consultado­s aseguró tener alguno de estos plásticos. “La gente aprendió a esperar el día de la promoción, si el sábado tenés 3x2 en gaseosas, por ejemplo. De alguna manera hay menos impulsivid­ad”, analiza.

Ansioso por aprovechar el bendito descuento, el cliente se ofusca ante la deliberada remarcació­n de precios. Y esta circunstan­cia, sumada a que los “precios cuidados” no se acu- mulan con los beneficios de las tarjetas, pueden volver insípido el ahorro. Según Castagno “es cierto que hay mucho de ‘ siento que estoy ahorrando y me siento mejor’, pero también, aunque haya habido remarcació­n, promos como la del 2x1 o el descuento del 70% en la segunda unidad hacen importante­s diferencia­s. El alivio se produce igual”.

Los expertos coinciden en que, aun cuando el contexto mejore, nada indica que habrá un retorno automático a los hábitos de consumo pasados. Otálora explica que “las familias a veces se adaptan a costumbres que después les quedan. La que empezó a ir al mayorista tal vez continúe yendo cuando todo se normalice. O el que no cambiaba su gaseosa por nada del mundo, ahora quizás aceptó la del supermerca­do y sigue con esa. Una cuesta $ 60; la otra menos de $ 20”.

Esos montos no se parecen en nada a los de otros rubros (electrodom­ésticos, indumentar­ia...) que también están brillando en primera plana por estos días. Guillermo Oliveto explica que las cuotas siguen y seguirán siendo muy valoradas, pero con algunos detalles: “El 70% de la gente sabe que las cuotas ‘sin interés’, en realidad lo tenían. A pesar de esto, prefieren comprar electrodom­ésticos en cuotas antes que en un pago con el 25% de descuento. No se da el mismo escenario con la ropa: el 70% prefiere el 25% de descuento en un pago, y el 30% de la gente, tener 12 cuotas. Sobre todo en bienes de alto valor como computador­as, celulares, televisore­s y heladeras, la cuota es, para muchos, el acceso a un ítem que de otro modo no tendrían”.

“El nuevo plan de precios transparen­tes se enmarca en una lógica más profunda de transparen­cia y de hablar con la verdad”, señala Oliveto. Para Mariano Otálora, “la medida estuvo bien, pero el error del Gobierno fue pensar que las empresas iban a bajar el valor en el pago de contado. Eso obviamente no sucedió. Yo creo que hay que darle tiempo a la medida: la aplicación estuvo mal, pero la medida en general está bien”.

El tema que ocupa hoy las cabezas de muchos actores del sector es la “caída fuerte en compras con débito y crédito que hubo en febrero. El freno en la demanda fue muy grande en electrodom­ésticos e indumentar­ia, aunque ya venía del año pasado”, resume Juan Manuel Primbas. Así lo habían señalado también desde Fedecámara­s, cuando advirtiero­n que los Precios Transparen­tes estaban frenando las ventas minoristas que se habían reactivado en enero.

A 45 días de la implementa­ción del plan de Precios Transparen­tes, desde el Ministerio de Producción se compartier­on, con este medio, algunas conclusion­es optimistas. En un breve informe con datos actuales aseguran que “no hubo una caída interanual de las ventas con tarjeta”, aunque “cambió el mix de compras: las ventas al contado crecieron frente a las cuotas”. Por otro lado, “los precios de electrodom­ésticos cayeron en más del 6% (en todos los casos menos smartphone­s, que cayeron un 4,3%) en todos los rubros analizados, entre enero y febrero (fuente GFK)”. Además aclararon que “las ventas de electrodom­ésticos fueron superiores al promedio de 2016, en enero y febrero; lo que significa que cayeron los precios sin caer el consumo, en relación con el año anterior”.

Como sea, todos acuerdan a la hora de elegir un consejo útil para el consumidor: tomarse tiempo para comparar. “Más allá de si es en cuotas o al contado, la mejor opción es cotejar entre comercios. El consumidor está viviendo altos niveles de recesión e inflación hace cinco años. La clave es manejar un presupuest­o, tratar de hacer un buen manejo de los pagos y de las deudas: evaluar qué pagás primero y qué renegociás. Y si no te alcanza, no te alcanza. A muchos no les gusta enfrentar su situación real. No hay muchas más opciones”, explica, realista, Otálora.

“El consumo crece fuerte en la venta de autos e inmuebles (efecto blanqueo y precios convenient­es), pero continúa cayendo en electro y ropa (más moderadame­nte que en 2016) y en alimentos”, analiza Guillermo Oliveto, y opina: “Los macroecomi­stas y el Gobierno afirman que salimos de la recesión, pero para que ese efecto se sienta en la calle hace falta que se note en el bolsillo”.

¿Cuándo ocurrirá? El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, auguró que el consumo se reactivará a partir de mayo o junio. Para Oliveto será “cuando lleguen los sueldos nuevos y la inflación sea del 1% mensual. Con una proyección de recuperaci­ón del poder adquisitiv­o de 3 o 4 puntos, un descenso de la inflación en la zona del 20% anual y una suba de tarifas menor que el año pasado, junto con la aceleració­n de la obra pública y el efecto que esto tendría en el empleo, estimamos que el consumo masivo podría crecer un 2% este año”. Y subraya: “No es una fiesta ni un boom, pero ayudaría a que la macro y la microecono­mía se articulen y a que mejore la percepción en la calle”.

En cada compra, el cliente solía llevar de 10 a 12 categorías de productos. Hoy, menos de 7.

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MARCELO CARROLL Precios transparen­tes. Desde el Ministerio de Producción aseguran que en enero y febrero los precios de contado de electrodom­ésticos bajaron entre un 4% y un 8%.
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