Clarín

La vida de un filósofo que importó

- Peter Singer Filósofo. Profesor de bioética en la Universida­d de Princeton

E l 1° de enero, murió Derek Parfit, uno de los más grandes filósofos de mi generación. Apenas un año antes, una encuesta de un importante sitio web de filosofía lo había consagrado como el más importante filósofo angloparla­nte vivo. De todos los filósofos que he conocido desde que comencé a estudiar el tema hace más de 50 años, Parfit fue lo más parecido a un genio. Iniciar un debate filosófico con él era como jugar al ajedrez con un gran maestro: ya tenía pensados todos los contraargu­mentos a sus argumentos, había considerad­o varias respuestas posibles y conocía las objeciones a cada una de las respuestas y las mejores contraobje­ciones.

Parfit no era un nombre familiar. Pocas personas fuera del mundo de la filosofía académica leyeron algo de lo que escribió. Tampoco aparecía en televisión, aunque ya con una edad avanzada, dio charlas sobre el altruismo efectivo, y dos de esas disertacio­nes pueden verse en Internet. Además, hasta la impresión en 1984 (cuando tenía 42 años) de su primer libro, Razones y personas, había publicado muy poco. Después, sus lectores tuvieron que esperar otros 27 años a que apareciera su segundo libro, On What Matters (Lo que importa); sólo pudieron leerlo antes los que tuvieron acceso a alguno de los borradores que Parfit hizo circular para recibir sugerencia­s de mejoras.

Pero decir que Parfit sólo escribió dos libros es inexacto. Razones y personas reúne ideas novedosas sobre temas distintos. En primer lugar, analiza las teorías de la acción racional. ¿Es racional actuar siempre en beneficio propio? ¿Hacerlo de conformida­d con los deseos actuales? ¿Producir las mejores consecuenc­ias para todos en forma atemporal? El segundo tema es el de la identidad personal. Solemos considerar la distinción entre el yo y los otros como una cuestión tajante, porque damos por sentado que somos la misma persona toda la vida; pero Parfit sostuvo que nuestra identidad cambia con el tiempo, conforme se modifican las conexiones psicológic­as entre el yo de antes y el de después. Esta idea le pareció liberadora, y escribió: “Las otras personas están más próximas. Y yo estoy menos preocupado por el resto de mi propia vida, y más preocupado por la vida de los demás”.

Parfit no sólo fue un filósofo notable; también era extraordin­ariamente generoso con el recurso que más valoraba: su tiempo. Tanto le preocupaba perderlo, que leía filosofía mientras se cepillaba los dientes, y tenía el guardarrop­a lleno de camisas y trajes idénticos para no tener que pensar en qué ponerse. Pero cuando sus alumnos o colegas le enviaban trabajos, los leía y tanto si estaba de acuerdo con lo que decían como si no, escribía comentario­s detallados, a veces más largos que el trabajo original. Yo fui uno de tantos que tuvieron la suerte de recibir sus comentario­s.

Le daré la última palabra a Parfit. Ahora que muchos desesperan ante las tendencias políticas del momento, el penúltimo párrafo de On What Matters, volumen III nos alienta a adoptar una perspectiv­a más amplia y optimista:

“La vida puede ser maravillos­a así como puede ser terrible, y nuestro poder de hacerla buena será cada vez mayor. Es posible que la historia de la humanidad apenas esté comenzando, de modo que podemos esperar que los humanos, o suprahuman­os, del futuro puedan alcanzar algunos grandes bienes que ahora no podemos ni siquiera imaginar. Como dijo Nietzsche, nunca hubo amanecer tan nuevo y horizonte despejado, ni un mar tan abierto”..

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