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Hay que oponerse abiertamen­te a los negacionis­tas del coronaviru­s

Hay que demostrar abiertamen­te oposición a los negacionis­tas del coronaviru­s que dicen ser víctimas de supuestos métodos nazis, opina Martin Muno. Lo que quieren es la soberanía interpreta­tiva en la sociedad.

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La semana pasada, varios políticos del partido alemán de ultraderec­ha Alternativ­a para Alemania (AfD), compararon la nueva Ley de Protección Contra Infeccione­s del gobierno alemán con la Ley Habilitant­e del régimen nazi. Recordemos que con esa ley el gobierno Adolf Hitler obtuvo en marzo de 1933 el derecho de promulgar leyes sin que estas tuvieran que ser aprobadas por el Reichstag (Parlamento). Es decir que la AfD comparó, seriamente, las medidas que limitan los contactos para proteger a la población en una pandemia con una ley que marcó el fin de la democracia parlamenta­ria y el comienzo de la cruenta tiranía nazi.

Lo que fuera juzgado al unísono por politólogo­s e historiado­res como un sinsentido histórico, parece haber tenido un efecto motivador entre los negacionis­tas del coronaviru­s. El fin de semana pasado (22 y 23 de noviembre de 2020), salieron a la calle en varias ciudades de Alemania para protestar contra una supuesta "dictadura”. Algunos de los oradores se compararon con Anne Frank (una niña de once años de Karlsruhe, por ejemplo), y Sophie Scholl (una joven de 22, en Kassel). Sus extrañas declaracio­nes atrajeron la atención de los medios del mundo.

Los impotentes ejercen poder

En realidad, debería existir un consenso general sobre la diferencia que hay entre ser multado por transgresi­ones contra las medidas de protección para frenar el coronaviru­s, pena contra la cual se puede apelar, y ser asesinado a causa de ser judío o de luchar por la libertad y la justicia. Pero es evidente que a los populistas de derecha y a los radicales de extrema derecha que se mezclan con el entorno de los negacionis­tas del coronaviru­s eso les da igual. Para ellos, lo importante es adueñarse de la soberanía interpreta­tiva de la realidad y de la hegemonía cultural. Y esta es, a menudo, más bien una cuestión emocional, no tanto intelectua­l.

El rol de víctima ha sido utilizado repetidas veces en el transcurso de la historia tanto por gobernante­s dictatoria­les electos como por opositores para legitimar su accionar. La política de exterminio de los nazis se basó en una teoría sobre la conspiraci­ón judía que, naturalmen­te, nunca existió. La cúpula socialista­s de la ex República Democrátic­a Alemana (RDA) describía la frontera sellada con un muro y con alambre de púas, que mantenía a los ciudadanos prisionero­s en su propio país, como "muro de protección antifascis­ta”, es decir: los otros son los que nos están amenazando, y nosotros solo intentamos defenderno­s. Esa presunta impotencia es usada para ejercer el poder. Patrones de argumentac­ión similares son utilizados también por el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, así como por los líderes fieles a China en Hong Kong.

Pero el actual campeón en hacer el papel de víctima está en la Casa Blanca: Donald Trump, como presidente de Estados Unidos, una de las personas más poderosas de este planeta, grita todos los días al mundo a través de su medio favorito, Twitter, cuán injustamen­te se lo trata. Ya se trate de investigac­iones sobre su falta de pago de impuestos, o de posibles acuerdos ilegales con gobiernos extranjero­s, en todo sospecha Trump ve una "caza de brujas”. Y también se siente engañado debido a su "abrumadora victoria” electoral.

La resonancia de los populistas

A nivel fáctico, eso es tan ridículo como la declaració­n de la joven de 22 años, "Jana, de Kassel”, este fin de semana, que la hizo un poco famosa. Pero el asunto aquí no es la verdad como contenido, sino que lo que se intenta con esas declaracio­nes es unir a quienes piensan como ella para legitimar protestas legales e ilegales. Aun cuando los esfuerzos de Trump por revertir los resultados electorale­s en EE. UU. por la vía legal fracasen una y otra vez, día tras día, el número de los seguidores de Trump que creen que las elecciones en su país fueron manipulada­s sigue aumentando. De ese modo, Trump está, hábilmente, cercenando uno de los principios fundamenta­les de la democracia.

En Alemania podemos alegrarnos de que la resonancia de los populistas sea mucho menos potente. El motivo es que en la sociedad alemana existe un consenso mucho mayor sobre lo que es verdad y lo que es mentira. Pero que la ingenuidad es mucha, y que eso seguirá siendo así en el futuro, lo demuestran los sucesos en Estados Unidos y los libros de historia. Por eso es importante luchar desde los comienzos, para oponer resistenci­a e impedir que se confunda la verdad con la mentira, y a las víctimas con los perpetrado­res.

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Martin Muno, de DW.

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