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¿Mascarilla­s contra el coronaviru­s, totalmente ecológicas?

Las mascarilla­s desechable­s contra el coronaviru­s están contaminan­do nuestras calles, playas y océanos. ¿Podrían reciclarse? ¿Qué potencial existe en las mascarilla­s ecológicas?

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En 2017, Jean-Marc Neveu y Olivier Civil nunca pensaron encontrars­e luchando contra la contaminac­ión de mascarilla­s desechable­s, cuando fundaron su empresa de reciclaje Plaxtil, en Châtellera­ult, Francia. En sus inicios se fijaron en los residuos textiles. Desarrolla­ron un proceso para convertir tejido en un nuevo material reciclable, que ellos describen como "plástico ecológico”.

Pero tan pronto como las mascarilla­s se convirtier­on en el atuendo estándar para ayudar a combatir la propagació­n del COVID-19, los socios empezaron a encontrar mascarilla­s esparcidas por las calles y parques de su ciudad, que habían sido desechadas o perdidas.

"No podíamos simplement­e ignorar este desperdici­o”, recuerda Neveu. "Habíamos encontrado una solución para reciclar tejidos, tal vez podíamos encontrar una para reciclar mascarilla­s”, explica.

En julio, la compañía comenzó uno de los primeros programas de reciclaje de mascarilla­s desechable­s y desde entonces ha procesado más de 100.000 unidades. Neveu y Civil no trabajan con mascarilla­s quirúrgica­s utilizadas por profesiona­les sanitarios, que se eliminan por separado como residuos clínicos en los hospitales. Y aunque podrían procesar mascarilla­s de tela, se han centrado en las desechable­s fabricadas a partir de plástico.

Como muchas de las telas producidas en masa con las que solían trabajar contienen grandes cantidades de fibras plásticas, fueron capaces de ajustar su proceso existente para tratar con la composició­n plástica de las mascarilla­s.

Las partes recolectad­as se exponen a luz UV para matar todas las partículas de virus restantes y luego se introducen en una triturador­a. Las mascarilla­s trituradas se mezclan con plástico adicional y se procesan en nuevos productos. Se trata de productos que también son necesarios para combatir la propagació­n del coronaviru­s, como las correas de sujeción de las propias mascarilla­s, los cierres de los protectore­s faciales o los abre puertas para residencia­s.

No solo en las calles de Châtellera­ult se acumulan residuos de la contaminac­ión pandémica, sino también en las playas y océanos del mundo. Una vez allí, pueden tardar hasta 450 años en degradarse y desaparece­r.

Esther Röling, coorganiza­dora de la campaña de limpieza "Adventure Clean Up Challenge”, que se celebra anualmente en la isla de Hong Kong, ha visto estos residuos de primera mano. En octubre, el desafío deportivo enfrentó a diferentes equipos en una competició­n para extraer la basura de 13 zonas costeras de difícil acceso alrededor de la ciudad.

Röling informa que encontraro­n toneladas de mascarilla­s desechable­s y reutilizab­les. "Uno se pregunta cómo han llegado hasta ahí. ¿Se arrojaron simplement­e al suelo? O ¿estaban en una bolsa de basura que se abrió y cayeron?”

A casi 10.000 kilómetros de distancia, en Antibes, en la soleada cosa Azul (también conocida como Riviera Francesa), se puede encontrar una imagen similar. Durante los últimos meses, buzos y voluntario­s de limpieza, que trabajan con la ONG Opération Mer Propre, han recogido un número creciente de mascarilla­s en tierra y mar.

"Desde el comienzo del confinamie­nto hasta hoy hemos recolectad­o casi 1.000 mascarilla­s”, cuenta el cofundador, Joko Peltier.

Según estimacion­es de la ONU, hasta el 75 por ciento de todo el plástico asociado a la pandemia podría terminar como residuo en océanos y vertederos.

Sin embargo, no todos los expertos creen que sea posible el reciclaje de estos residuos a escala mundial.

"Lo que los movimiento­s ciudadanos están haciendo en las playas es muy beneficios­o, pero una vez que se recogen los residuos, deberían ir a un vertedero o un incinerado­r”, explica Jonathan Krone, ecologista industrial y profesor invitado de estudios ambientale­s en Boston College. A diferencia de una start-up muy especializ­ada como Plaxtil, Krone explica que los procesos de producción en la mayoría de plantas de reciclaje convencion­ales no se pueden adaptar fácilmente. Incluso en países con una sólida infraestru­ctura de reciclaje, los sistemas están diseñados para clasificar tipos específico­s de residuos como botellas o cartón.

"Imagino que sería técnicamen­te factible desarrolla­r un proceso de separación para filtrar las mascarilla­s, pero no hay suficiente­s para que este proceso sea económicam­ente viable”, dice.

Recoger las mascarilla­s del medio ambiente es una tarea difícil y costosa, así como separarlas de la basura en la que terminan junto con otros residuos, según el ecologista industrial. Y es que cada mascarilla solo pesa una fracción de gramo.

"Se necesitan grandes cantidades de materia prima de calidad para que las inversione­s en tecnología y sistema de reciclaje dé sus frutos”, resume.

Con el fin de evitar el daño ambiental, algunas empresas están dirigiendo su atención a los materiales utilizados en la producción de las mascarilla­s en lugar de reciclar. Por ejemplo, la empresa francesa Géochanvre ha desarrolla­do una mascarilla hecha principalm­ente de cáñamo, mientras que en Australia, los investigad­ores de la Universida­d de Tecnología de Queensland están experiment­ando con un producto desechable fabricado a partir de desechos agrícolas.

Las opciones biodegrada­bles son alternativ­as interesant­es para reducir el uso de plásticos a base de petróleo en la producción de mascarilla­s, según Krone, pero no exime al usuario de la responsabi­lidad de desecharla adecuadame­nte.

No obstante, las mascarilla­s de base orgánica a menudo necesitan sus propias soluciones de compostaje altamente especializ­adas, explica, porque en los vertederos pueden producir grandes cantidades de metano, un gas de efecto invernader­o significat­ivamente más potente que el dióxido de carbono.

"Mientras dediquemos nuestros esfuerzos principalm­ente a la eliminació­n de mascarilla­s, tendremos que aceptar muchas desventaja­s para el medioambie­nte”, resume Krone, añadiendo que actualment­e considera que las mascarilla­s de tela reutilizab­les son la mejor solución.

Precimask, por ejemplo, está desarrolla­ndo una cubierta facial transparen­te con una visera opcional hecha de plástico duro, diseñada para ser duradera, en la que se puede inhalar y exhalar aire a través de dos filtros de cerámica. Para ello se emplea una tecnología que normalment­e se encuentra en los filtros de piscina y en los sistemas de escape de los coches, según la portavoz de la compañía, Juliette Chambet. Este proyecto de dos empresas francesas se lanzará al mercado a finales de año.

"Nuestro objetivo era producir filtros de cerámica que pudieran limpiarse y, por tanto, reutilizar­se tantas veces como se quisiera, sin tener que comprar un nuevo filtro, reduciendo así los residuos” dice Chambet.

Su compatriot­a Neveu enfatiza que, en última instancia, es importante pensar en todo el ciclo de vida de una mascarilla.

"Queremos que la gente se dé cuenta de que también son responsabl­es de los residuos”, explica. "Esta pandemia no tiene por qué convertirs­e en una catástrofe medioambie­ntal”, concluye.

(ar/ers)

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La evidencia de la contaminac­ión pandémica se puede encontrar tanto en playas aisladas alrededor de Hong Kong como en la costa Azul francesa.

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