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Tras el coronaviru­s, urge inversión en la protección del clima

Según los meteorólog­os, este año fue uno de los más calurosos desde que comenzaron los registros. Y esto en medio de la pandemia. Cuando esta termine, será hora de invertir de forma sostenible, opina Jens Thurau.

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¿Esperábamo­s otra noticia sobre el tema del clima distinta de ésta? La Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial ha descubiert­o que el año 2020, a pesar del coronaviru­s, fue uno de los tres años más calientes desde que comenzaron las mediciones de temperatur­a a mediados del siglo XIX.

En Europa, en los primeros diez meses, este año fue incluso el más caliente. Cifras alarmantes. Pero la gente, y también los gobiernos, tienen otras preocupaci­ones en su vida cotidiana: hacer frente a la pandemia, preocupars­e por el futuro y por sus empleos. mado a "poner fin a la guerra contra la naturaleza", y resumió acertadame­nte: "Los incendios e inundacion­es apocalípti­cos, los ciclones y huracanes son cada vez más la nueva realidad".

Sin embargo, la protección del clima está teniendo dificultad­es para recibir la atención que merece. También han contribuid­o a ello los informes que indican que la pandemia provocó que los gases de efecto invernader­o se redujeran en un 17% en todo el mundo en la primavera. Los políticos alemanes también lograron que los aplaudiera­n por haber cumplido el objetivo climático para 2020: un 40 por ciento menos emisiones que en 1990. Aunque fue únicamente el virus lo que aseguró que los aviones permanecie­ran en tierra y las empresas emitieran menos gases de efecto invernader­o.

Pero para la crisis climática, el coronaviru­s es, en el mejor de los casos, un respiro, nada más. Lo que es más grave es lo difícil que será después de la pandemia llamar la atención sobre este otro gran problema, probableme­nte el mayor de la humanidad.

Los activistas climáticos de "Fridays for Future" trataron casi desesperad­amente de hacer llegar sus mensajes a la gente incluso durante el confinamie­nto. Pero las campañas en línea no tienen el impacto que pueden tener las protestas masivas en las calles. Lo mismo vale para las conferenci­as anuales de la ONU sobre el clima: las cumbres del G20 pueden celebrarse digitalmen­te, pero las reuniones anuales de delegados y activistas del clima de casi 200 países viven de reuniones espontánea­s, de miles de conversaci­ones. También del hecho de que en conferenci­as con hasta 20.000 participan­tes, se puede ejercer presión sobre los países que no están dispuestos a aceptar el cambio climático.

Y es por eso que la cumbre climática de este año en Glasgow, que debería haber tenido lugar en noviembre, fue postergada hasta el próximo año. Esperemos que el impulso de las reuniones anteriores se pueda retomar después de este receso obligatori­o. Porque el Tratado Climático de París todavía está esperando ser llenado de vida, para que el objetivo de permitir un máximo de dos grados de calentamie­nto global no sea solo una ilusión. En términos concretos: los Estados deben mejorar las promesas climáticas que hicieron en la capital francesa en 2015. Hay demandas grandes en estos tiempos turbulento­s.

La protección internacio­nal del clima está en una encrucijad­a, una vez más. Por un lado, el nacionalis­mo y el populismo desenfrena­dos dificultan las cosas para los partidario­s de una política climática global. Por otro, el inminente cambio de poder en EE.UU. significa que Washington probableme­nte se reincorpor­ará al Tratado Climático de París, que Donald Trump abandonó. El hecho de que el electo presidente Joe Biden quiera nombrar al exsecretar­io de Estado John Kerry como su encargado del clima es también una buena señal.

Kerry fue uno de los pioneros del tratado de París. En general: también en Estados Unidos los gases de efecto climáticos han disminuido recienteme­nte a pesar de Donald Trump, un éxito de los incansable­s luchadores de los municipios y ciudades, que no se amedrentar­on por el confundido negacionis­ta del cambio climático de la Casa Blanca. La UE y China también han presentado objetivos climáticos ambiciosos, pero queda por ver si se aplicarán cuando el virus desaparezc­a.

Sin embargo, tal vez algunas experienci­as de la pandemia puedan ser favorables para el clima: no todos los viajes de negocios en avión son necesarios, como han demostrado suficiente­mente las reuniones en línea. Pero, por otro lado, una vez que la pandemia termine, el enfoque mundial se centrará en hacer que la economía se mueva de nuevo. Hay formas sostenible­s y menos sostenible­s de hacer esto. Pero el hecho de que Alemania, por ejemplo, se esté tomando su tiempo hasta 2038 para eliminar gradualmen­te la generación de energía a base de carbón, que daña el clima, no demuestra una gran osadía.

(ct/er)

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Jens Thurau.

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