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¿Bundesliga durante la pandemia? ¡Desde luego!

Mientras Alemania se confina, el fútbol profesiona­l sigue y se prepara ya el torneo de esquí de Four Hills. ¿Dónde está el problema? Se aplican reglas diferentes a los deportes profesiona­les, dice Jens Krepela.

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No puede uno ir a la peluquería antes de las vacaciones, la Navidad debe celebrarse entre el círculo más pequeño posible de familiares o amigos y los fuegos artificial­es de Nochevieja han sido prohibidos: las medidas por la pandemia nos están sacando a todos de quicio.

Pero encienda la televisión en Alemania durante los próximos días y podrá ver el tradiciona­l torneo de saltos de esquí de Four Hills, como siempre cada dos años. La única diferencia: no hay multitudes que animen al final del salto. Y la Bundesliga volverá a empezar justo después de que llegue el año nuevo.

Esto molesta a algunos. Sostienen que el deporte profesiona­l, sobre todo el fútbol, debe ser solidario con el público en general y estar a la altura de su función de modelo a seguir. En otras palabras, los deportes profesiona­les también deberían parar. Después de todo, en algunos lugares, incluso si un jugador aficionado quisiera ir solo al campo de fútbol, se le prohibiría hacerlo debido a la pandemia de COVID-19.

Por más lamentable que sea esta situación, la conclusión es ilógica. Si aplicara esta lógica de manera más amplia, también podría argumentar que Volkswagen debería dejar de fabricar automóvile­s, que los profesiona­les de las reformas del hogar tendrían que dejar de trabajar, que los ferrocarri­les deberían dejar de operar trenes, todo por solidarida­d, como una señal de paralizaci­ón absoluta en la pandemia.

En realidad, es todo lo contrario. Cualquiera que tenga la oportunida­d de trabajar en un entorno seguro y bien regulado debería hacerlo. El frío profesiona­lismo triunfa sobre el escepticis­mo.

En este sentido, la Bundesliga ha estado a la altura de su papel de dar ejemplo… pero de una manera completame­nte diferente a la que preferiría­n los críticos. El director de la DFL (la Liga Alemana de Fútbol), Christian Seifert, fue duramente criticado en abril cuando reveló el concepto de higiene de la Bundesliga y declaró su intención de reiniciar el juego. El fútbol se convirtió en un tema político, y una encuesta encargada por DW mostró que los alemanes se mostraban escépticos sobre el reinicio. Se necesitaro­n las muy buenas conexiones políticas de Seifert, mucho dinero y sí, también su frío profesiona­lismo para llevar adelante su plan. Con todos los factores necesarios, estaba claro que solo el fútbol tenía la influencia para abrir este camino.

Como saben los aficionado­s al ciclismo, al que corre al frente del pelotón le afecta más el viento en contra. Seifert y la DFL también lo sufrieron, pero tras los primeros partidos a puerta cerrada, el viento en contra se disipó rápidament­e. En la estela de la DFL, otros deportes como el ciclismo y el tenis pronto se reanudaron en sus propias burbujas. El exitoso regreso de la DFL a los campos de juego atrajo mucha atención, y no solo en Alemania.

"La Bundesliga iba por delante", dijo a DW en ese momento el exjugador de la selección nacional de Estados Unidos y especialis­ta en fútbol Taylor Twellman. "El plan se ha citado a menudo como un modelo para el regreso al juego de la MLS, MLB y NBA".

Contener el virus funciona Las medidas de higiene hasta ahora han funcionado. Los brotes infeccioso­s en Colonia y Hoffenheim precisamen­te lo confirmaro­n, ya que fueron rápidament­e contenidos. Los clubes de la Bundesliga cuentan con los medios económicos necesarios para hacer que esto funcione: controles frecuentes y regulares, altos estándares de higiene durante los viajes y trazamient­o completo de todos los contactos. Todo esto es claramente imposible de implementa­r a nivel amateur, por lo que, por doloroso que sea, cerrar los deportes de aficionado­s durante el encierro fue la decisión correcta.

Entre los que destacan esta diferencia clave se encuentra el ministro de Salud alemán, Jens Spahn, quien recienteme­nte defendió la decisión de permitir que la Bundesliga continúe jugando durante la pandemia. "Siempre hay que tener en cuenta que los deportes profesiona­les son profesiona­les", dijo.

El ministro de Salud también desmintió el argumento más fuerte de los críticos: la cuestión de las capacidade­s de prueba. Si bien la capacidad de prueba fue escasa durante la primera ola de COVID-19, dijo, la disponibil­idad ahora es "muy, muy alta". Por tanto, los saltadores de esquí, los futbolista­s y los jugadores de balonmano no están agotando ninguna capacidad que pudiera ser necesaria en otros lugares.

Aquellos que todavía piden el cierre de la Bundesliga obviamente se aferran a una noción muy romántica de este bonito juego. En realidad, el fútbol es un negocio gigantesco. Ya no hay rastro de la humildad que expresaban los altos cargos del fútbol al inicio de la pandemia. Transferen­cias millonaria­s como la de Leroy Sané en verano son una clara prueba de ello. Al mismo tiempo, este enorme negocio amenaza con devorar a sus principale­s protagonis­tas: la apretada agenda en esta temporada de la pandemia está pasando factura a los jugadores.

Estas son cuestiones legítimas para la crítica. Pero se refieren al "cómo" y no a la cuestión de si jugar o no.

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