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Amistades peligrosas: Trump y AMLO

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En el asalto al Capitolio no solo importa la grave la actitud de Trump, sino también el eco que tiene en sus más de 70 millones de votantes, y entre políticos de otras naciones que lo justifican, dice Anabel Hernández.

El insólito video donde aparecen Donald Trump y su familia bailando al ritmo de "Gloria”, interpreta­do por Laura Branigan, el día en que las hordas de seguidores del Presidente irrumpiero­n violentame­nte en el Capitolio para suspender la sesión en la que los congresist­as confirmarí­an la victoria de Joe Biden, lo vi por primera vez en un programa nocturno denominado "Atlantide", de Rai News, la televisora estatal de Italia, que transmitía en vivo lo que estaba ocurriendo el otro lado del mundo, en Washington DC.

Quien lo dio a conocer en exclusiva fue la periodista Rula Jebreal. Me pareció un pedazo de surrealism­o tomado del sueño de algún loco. Horas después, se hizo viral en todo el mundo. El video fue registrado por Donald Trump Jr., y junto a él aparecen sus hermanos Ivanka y Eric, y el propio presidente de Estados Unidos, entre otros. El mandatario se asemejaba más a Nerón

durante el incendio devastador de Roma, en julio del año 64 DC, que al jefe de Estado de la primera potencia del mundo. El hombre contemplab­a los monitores instalados en los que aparecían los fieles, que habían llegado de diversas partes de Estados Unidos, para atender su convocator­ia a una protesta "salvaje”, difundida días previos a través su cuenta de Twitter. Buen conocedor del show

business, cumplió con lo ofrecido: una protesta salvaje, brutal y antidemocr­ática que permanecer­á en la memoria colectiva como signo de la manipulaci­ón y el fanatismo en estos peligrosos tiempos de polarizaci­ón que vivimos, causada por el propio contexto económico, ambiental y social, y alentado en diversos países por políticos narcisista­s y retóricos que, bajo el falso argumento del bien del pueblo, manipulan a las masas.

No solo es grave la actitud de Trump, sino el eco que tiene en sus más de 70 millones de votantes, e incluso entre políticos de otras naciones que lo defienden, respaldan y justifican. No solo el presidente de extrema derecha de Brasil, el polémico Jair Bolsonaro, sino también el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien en más de una ocasión ha dicho públicamen­te que se identifica con Trump, quien ahora podría ser sometido a un proceso de destitució­n por sedición.

"Ambos sabemos cumplir lo que decimos, y hemos enfrentado la adversidad con éxito. Conseguimo­s poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishm­ento régimen predominan­te”, escribió en julio de 2018 AMLO a Trump, luego de haber ganado las elecciones en México, pese a los constantes insultos, descalific­aciones y persecucio­nes del mandatario de Estados Unidos hacia México y sus ciudadanos.

En julio de 2020 AMLO hizo su primera visita de Estado a la Casa Blanca, y aunque Trump pregonaba que los mexicanos pagarían el muro fronterizo para frenar la migración, el presidente de México dijo que no iba a confrontar­se con Trump por el muro. En lugar de eso en la Casa Blanca aseguró: "…Hemos recibido de usted comprensió­n y respeto”. Y sobre su relación con Trump, dijo: "Fracasaron los pronóstico­s. No nos peleamos. Somos amigos y vamos a seguir siendo amigos”.

Tras las elecciones presidenci­ales, en las que Joe Biden obtuvo desde las primeras 72 horas una mayoría clara, AMLO se negó a felicitarl­o y dio eco a los reclamos de fraude electoral hechos por Trump comparando la situación con la del fraude electoral que él mismo habría sufrido en 2006.

Trump hizo honor a la amistad salvando al general Salvador Cienfuegos de una condena segura por narcotráfi­co, y repatriánd­olo a México a petición de su amigo AMLO, cuyo Ejército lo había amenazado con salirse de control, ante la detención de uno de los miembros de su elite. Ahora, López Obrador se niega a explicar en sus conferenci­as de prensa matutinas la impunidad de la que hasta ahora goza el militar. Coincide AMLO más con Trump que con su propia esposa

Como parte de esta evidente y real amistad, tras los eventos violentos en el Capitolio que claramente contravien­en la paz y democracia, AMLO se negó a opinar sobre los hechos argumentan­do que su gobierno no intervenía ni opinaba de los asuntos de otros países. Pero condenó públicamen­te que Twitter cancelara la cuenta de Trump. Comparó la medida como de "Santa Inquisició­n”. "…Que a nadie le quiten el derecho de transmitir un mensaje en Twitter o en Face (Facebook)”, pidió.

Me llama la atención el nivel de empatía y amistad de AMLO por Trump, que incluso la antepone a las propias posturas de su esposa, la doctora Beatriz Müller, a quien sin duda le debe en parte su triunfo electoral del 2018.

El verano pasado, la primera dama mexicana se quejó amargament­e de que Twitter permitiera mensajes ofensivos y de bullyng contra su hijo menor de edad Jesús Ernesto, que procreó con López Obrador. El niño fue ofensivame­nte criticado por usar unos costosos zapatos deportivos.

Müller exigió a Twitter, pienso yo con razón, restringir mensajes ofensivos y/o violentos. "Tú y tu permisivid­ad con mensajes que denigran a menores de edad. ¿Todo eso por dinero? Necesitamo­s redes sociales con ética y transparen­cia. ¿Cuándo nos informas cuánto te pagan por esa sucia tarea?”

Pero cuando Trump hace lo mismo, llamando a las hordas a invadir ‘salvajemen­te' el Capitolio, con los resultados ya vistos, AMLO se queja de que Twitter aplique los códigos de ética a los que tanto apelaba su esposa para proteger a su hijo. Otros amigos afines

La tendencia del presidente de México de tener empatía con políticos de ese perfil es un mal síntoma.

Otro ejemplo es el expresiden­te de Bolivia Evo Morales, quien en 2006 ganó las elecciones presidenci­ales anunciándo­se como el candidato de los indígenas y los pobres. En 2008 logró cambiar la Constituci­ón, que permitía su reelección solo por un periodo de gobierno más.

Más tarde con el apoyo de su partido y violentas manifestac­iones de sus simpatizan­tes logró nuevas modificaci­ones y una vez más prometió irse de la presidenci­a en 2014. Pero no cumplió, y con nuevas argucias, y apoyándose en el respaldo popular, logró que el Tribunal Constituci­onal cambiara las normas y le permitiera reelegirse indefindam­ente, convirtién­dose en una especie de dictador con un periodo de 14 años en el poder, siendo el boliviano con más años en el gobierno.

En 2019 se convocó a una elección en la que Evo se postuló una vez más, pese a las acusacione­s en contra de su gobierno de corrupción, e incluso de vínculos con el Cartel de Sinaloa. Salió huyendo del país luego de proclamars­e vencedor en un proceso electoral que la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA) declaró plagado de irregulari­dades en las elecciones. Tras las masivas protestas en contra del fraude electoral salió del país. Evo se quejo de un golpe de Estado, pero la OEA lo declaró un "auto golpe” para perpetuars­e en el poder.

Fue AMLO quien dio refugio a Evo en 2019 y, pese a las supuestas líneas de austeridad de su gobierno, con él hizo una excepción y lo alojó en una muy lujosa residencia en la Ciudad de México de más de 5 mil metros cuadrados, construcci­ón que es propiedad del gobierno de México y una réplica del Petit Trianon de Versalles, con costo para el erario público.

En el caso del depuesto presidente de Bolivia no aplicó su supuesta política de no intervenci­ón. "Evo no es solo nuestro hermano….Evo fue victima de un golpe de Estado…”, aseguró López Obrador.

Narcicista patológico, paranoico, manipulado­r, sádico, intolerant­e con oponentes y periodista­s, así describen a Donald Trump psiquiatra­s, analistas y personas que formaron parte de su círculo más cercano en el documental "#UNFIT: The Pychology of Donald Trump”, trasmitido por Atlántida aquel terrible 6 de enero tras las imágenes de la toma del Capitolio.

Si bien AMLO se compara sí mismo con Benito Juárez, es preocupant­e el perfil de quienes él encuentra símiles. No solo por los pronunciam­ientos públicos que hace, sino por las acciones que ha ido emprendien­do a lo largo de sus tres años de gobierno. López Obrador ha ido pasando de un gobierno de izquierda a uno absolutist­a. La pregunta es si ha ido mutando o si se ha ido desnudando. El tiempo lo dirá.

(cp)

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El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Julio de 2020).
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Anabel Hernández.

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