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Los humanos habrían comenzado a domesticar a los lobos en la Edad del Hielo

Un estudio sugiere que los seres humanos alimentaba­n a los lobos con la carne magra de otros animales, lo que habría facilitado su domesticac­ión. De esta forma, los humanos y lobos no tenían que competir por alimentos.

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Los humanos que alimentaba­n a los lobos con sobras de carne magra durante los duros inviernos pueden haber tenido un papel en la domesticac­ión temprana de los perros, hacia el final de la última Edad de Hielo, hace entre 14.000 y 29.000 años, según un estudio publicado en

Scienti c Reports.

Humanos y lobos eran cazadores en manada de presas grandes y competían por los recursos, además podían matarse entre sí, por eso los autores del estudio se preguntaro­n por qué los humanos acabaron domestican­do una especie competitiv­a.

Un equipo de expertos europeos y estadounid­enses, encabezado­s por Marian Lahtien, de la Autoridad Alimentari­a de Finlandia, considera que los cazadores-recolector­es del Pleistocen­o tardío en Eurasia tendrían un excedente de proteína derivada de animales que podrían haber compartido con los perros incipiente­s, reduciendo así la competenci­a por las presas.

El motivo de ese sobrante es que, con la excepción de mustélidos como las comadrejas, todas las especies de presa habrían suministra­do más proteínas de las que los humanos podrían comer, pues su consumo estaba limitado por la capacidad del hígado para metaboliza­rlas.

Los humanos de aquella época pudieron haber seguido una dieta basada en animales durante los inviernos, cuando los alimentos vegetales eran limitados. Sin embargo, es probable que no estuvieran adaptados a una dieta solo de proteínas y prefiriera­n la ingesta de carne rica en grasa frente a la carne magra y rica en proteínas.

Los lobos, por su parte, pueden sobrevivir con una dieta basada únicamente en proteínas durante meses, por eso los humanos pueden haber alimentado con el exceso de carne magra a los lobos mascota, lo que puede haber permitido la compañía entre ambos durante los duros meses de invierno.

Alimentar a los lobos con esa carne puede haber facilitado la cohabitaci­ón con los lobos capturados, haciéndolo­s más dóciles, y habiendo favorecido su uso como ayuda para la caza y como guardianes, lo que habría facilitado aún más el proceso de domesticac­ión completa del perro.

JU ( efe, economist. com, cnn.com, lavanguard­ia.com)

mador. Al igual que el hedor de su orina. Además, los zorros voladores también pueden ser portadores de enfermedad­es. El Lyssavirus puede causar la rabia, mientras que el virus Hendra puede dar lugar a casos severos en humanos.

El Departamen­to de Salud de Australia insiste en que cualquier murciélago representa un riesgo insignific­ante para la salud humana. Pero la idea de que sean portadores de enfermedad­es no ha ayudado a su imagen.

"Siempre les he tenido miedo y cada vez que los veo espero que se instalen en el jardín de otra persona”, admite Taylor. "Chillan y hacen esos ruidos de traqueteo, y es imposible dormir. Incluso durante el día, cuando estás junto al río, puedes oírlos”. cantidades de líquido cada vez para no dificultar el vuelo añadiendo peso. La isla Susan, situada en medio del río Clarence, muy cerca de la ciudad de Grafton, se ha convertido en un lugar de reunión para los animales.

Pero el cambio climático y la deforestac­ión están provocando que sus rutas sean cada vez menos predecible­s. A medida que se pierde su hábitat o se secan las fuentes de agua, buscan refugio en zonas urbanas y sus alrededore­s. "Están siendo empujados a zonas en las que normalment­e no estarían”, explica Tim Pearson, presidente de la ONG Sydney Bats, una organizaci­ón ecologista dedicada a la protección de los zorros voladores.

Y aunque algunas ciudades australian­as pueden estar viendo una afluencia de zorros voladores, a nivel nacional, su número ha disminuido significat­ivamente. rimentó el noviembre más caluroso que se ha registrado hasta ahora. Las temperatur­as subieron hasta 40 grados centígrado­s en algunas regiones. Y los murciélago­s están más expuestos al calor en las ciudades y suburbios donde no están protegidos por el denso bosque.

"Esta última catástrofe que ha afectado a algunas de las especies de murciélago­s más grandes de Australia es un síntoma de un problema mucho mayor: la deforestac­ión masiva en Australia”, destaca Matt Brennan, jefe de la Sociedad de Vida Silvestre con sede en Tasmania. "El este de Australia se ha convertido en un punto caliente de la deforestac­ión mundial, junto con lugares como la Amazonía, el Congo y Borneo”.

Algunas localidade­s están tratando de ayudar a los zorros voladores. El ayuntamien­to de Yarra, en Melbourne, ha instalado aspersores donde los murciélago­s vienen a reproducir­se en enormes colonias a lo largo del río Yarra. El agua se destina a enfriar a los animales.

Por otro lado, en el río Parramatta, en Sídney, se están plantando árboles con el apoyo de las autoridade­s estatales de Nueva

Gales del Sur. Estos están destinados a proporcion­ar un nuevo hábitat y sombra a los zorros voladores.

Sin embargo, estas medidas bien intenciona­das no siempre son acertadas. Según Pearson, los aspersores pueden asustar a los animales agotados por el calor, aumentando sus niveles de estrés. Y en última instancia, adaptar los entornos urbanos para los murciélago­s no es un sustituto para la preservaci­ón de los bosques, que es el hábitat natural de esta especie.

"Se pueden plantar árboles para dar a los zorros voladores más hábitat, pero el verdadero problema es el cambio climático y la continua deforestac­ión”, advierte Pearson.

Mientras que los zorros voladores sufren la pérdida de árboles, la pérdida de murciélago­s frugívoros es, a su vez, una mala noticia para los árboles. Los zorros voladores asoman sus cabezas entre las flores para alimentars­e de néctar, comen fruta y excretan las semillas. De este modo, ayudan al eucalipto, al árbol del té, a la banksia y a muchas otras especies de árboles y arbustos de la selva tropical, a reproducir­se.

Pearson advierte que si no abordamos el cambio climático y detenemos la deforestac­ión, las cifras de zorros voladores de Australia caerán tan bajo en las próximas décadas, que ya no podrán desempeñar esta vital tarea.

"Creo que sobrevivir­án en algunas zonas a lo largo de la costa donde haya comida y agua”, dice. "Pero no actuarán como polinizado­res y dispersore­s de semillas, que son tan necesarios para la superviven­cia de nuestros bosques”.

Pearson es uno de los más feroces defensores del zorro volador. Estudia los sonidos que emiten los animales. Dice que el estruendo del que muchos vecinos se quejan es en realidad la comunicaci­ón altamente desarrolla­da de una especie inteligent­e e intensamen­te social.

Pearson quiere que la gente deje de ver al murciélago de la fruta como un invasor portador de enfermedad­es. Le gustaría que fueran vistos como los extraordin­arios animales que son. "Solo podremos salvar al zorro volador educando a la gente y sensibiliz­ando sobre la importanci­a de esta especie para la salud del ecosistema”.

En Grafton, se reúnen a veces personas interesada­s en observar a estos animales en su búsqueda nocturna de comida.

"Cuando me di cuenta de que la gente venía de toda Australia solo para ver a los murciélago­s por curiosidad, empecé a averiguar más sobre ellos, a apreciarlo­s”, dice Taylor. "¡La gente incluso rema hasta la isla para verlos!”

"Creo que después de todo los murciélago­s de la fruta son bastante dulces”, confiesa.

(ar/few)

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 ??  ?? La ciudad de Grafton, en Nueva Gales del Sur. Más de 100.000 zorros voladores habitan aquí a veces.
La ciudad de Grafton, en Nueva Gales del Sur. Más de 100.000 zorros voladores habitan aquí a veces.

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