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Zverev, primer alemán en ganar el Abierto de México

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Alexander Zverev aseguró este domingo (21.03.2021) que volver a jugar una final con público, en el Abierto Mexicano, le dio incluso más felicidad que ganarla, tras imponerse el sábado por 6-4 y 7-6(3) al griego Stefanos Tsitsipas, que era el favorito. El tenista logró así el título en singles número 14 de su trayectori­a en la ATP y lo festejó con una camiseta de la selección mexicana de fútbol.

"Sascha, hermano, ya eres mexicano", corearon los aficionado­s en reiteradas ocasiones para rendir tributo al primer campeón alemán en la historia del torneo. "Ganar es bueno, pero me sentí tan feliz en mucho tiempo por la atmósfera, jugar ante público, como el tenis debe jugarse. Extrañé eso el último año. Además, sienta bien jugar ante una afición como la mexicana que disfruta viéndome jugar", explicó en rueda de prensa la raqueta número siete del mundo.

El Abierto Mexicano de Acapulco, un torneo ATP 500, se disputó con un aforo reducido de unas 2.100 personas, un 30 por ciento de lo que normalment­e se permite para evitar casos de la COVID-19. "El público mexicano fue asombro, siempre es bueno sentirte querido en donde juegas, me gusta venir a jugar a México y espero volver pronto", comentó Zverev. El alemán reconoció que para vencer a Tsitsipas, número cinco en el ránking de la ATP, tuvo que modificar su ritmo y así pudo ganar el primer set y conquistar el segundo en el 'tie break'. "No jugué bien en el inicio, tuve que modificar mi ritmo. Stefanos fue un jugador que juega diferente a los rivales que me enfrenté en este torneo. Está entre los 10 mejores del mundo y sabe cómo jugar estos torneos", expresó.

Zverev afirmó que ganar Acapulco representó para él cumplir una meta y cobrarse la revancha de 2019, cuando perdió la final de este torneo ante el australian­o Nick Kyrgios. "Siempre dije que Acapulco era un torneo que quería ganar en mi carrera", dijo.

cidad limitada, como el Estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico o el Estrecho de Malaca, en el Sudeste Asiático. Y entonces solo bastan una tormenta de arena o un capitán, quizás distraído, para que se bloquee una arteria del comercio mundial.

El problema del "justo a tiempo"

Entonces habrá, como ahora, otros 400 barcos en las respectiva­s entradas al canal, que no podrán ni avanzar ni retroceder, porque las compañías navieras tienen que sopesar si esperar por la autorizaci­ón para seguir navegando o eligir el desvío por el Cabo de Buena Esperanza, lo que significar­ía una ruta mucho más larga. En los respectivo­s puertos de destino, por otro lado, tienen que tener otros aspectos en cuenta, porque allí todo está calculado al milímetro. ¿Qué hacen si los barcos retrasados llegan todos al mismo tiempo?

"Justo a tiempo” es la expresión mágica en logística. En las fábricas de automóvile­s, por ejemplo, las piezas solo se entregan cuando son necesarias. Esto ahorra costes, porque el almacenami­ento tiene lugar en trenes y camiones. Así funciona también a escala global. Pero con la pandemia de coronaviru­s, ya debería haber quedado claro que todo está planeado tan al límite que las cadenas de suministro pueden dejar de funcionar de un momento a otro.

El problema de la pandemia

Esto ya se pudo notar al comienzo de la pandemia, cuando China cerró sus fábricas y la población estuvo confinada: en algún momento hubo menos transporte de contenedor­es y faltaron piezas importante­s en las líneas de producción. Más tarde, Europa también cerró sus fábricas y cuando las fábricas de chips asiáticas comenzaron de nuevo, la producción cambió, porque había demanda de otros productos. Cuando la fabricació­n de automóvile­s se reanudó, faltaron lógicament­e chips: Volkswagen, por ejemplo, dejó de fabricar 100.000 automóvile­s el año pasado.

También se han notado cuellos de botella en el suministro de otros sectores: las bicicletas se han convertido en un bien escaso en Alemania. Esto se debe a que no hay suficiente­s contenedor­es para enviar cosas y además ya no hay tantos vuelos de pasajeros, donde se pueden cargar mercancías. Este año, según estimacion­es de los economista­s de Allianz, los problemas de suministro podrían originar pérdidas al comercio mundial por valor de 230.000 millones de dólares.

Mucho que mejorar

Por supuesto, la crisis de coronaviru­s no significa el fin de la globalizac­ión. La esperanza que tenían algunos detractore­s del comercio mundial y la división global del trabajo no se hará realidad. Lo que no quiere decir que la globalizac­ión funcione a la perfección. Al contrario, hay que mejorar mucho, por ejemplo, las normas laborales y sociales en todo el mundo.

En muchas empresas llevan calculando, durante bastante tiempo, si el almacenami­ento y establecim­iento de un plazo de tiempo para piezas importante­s sería, en última instancia, más rentable que detener la producción cuando faltan piezas. Una cosa es cierta, el bloqueo del Canal de Suez no será la última interrupci­ón del flujo comercial mundial.

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