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Ley transgéner­o en Alemania es “arcaica y degradante”

Las personas transgéner­o en Alemania son sometidas a un proceso de evaluación largo y costoso para cambiar su género legalmente. Activistas aseguran que urge una nueva ley de autodeterm­inación.

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"Degradante, cara e ilógica": así es como una persona transgéner­o describe su experienci­a de cambiar legalmente su género en Alemania.

Felicia Rolletschk­e es una de las muchas activistas que luchan por una reforma a la llamada Ley sobre transexual­idad (TSG, por sus siglas en alemán), que determina el proceso legal para que las personas transgéner­o cambien su género y nombre en Alemania.

La ley ha estado en vigor por exactament­e 40 años, desde 1981. Durante este tiempo, muchos países han experiment­ado un gran cambio en su legislació­n en torno a los derechos de las personas transexual­es. El máximo tribunal constituci­onal alemán también recomendó un cambio en la ley en varias ocasiones, la más reciente en 2011.

El Gobierno alemán confirmó en febrero de 2021 que había redactado un proyecto para una nueva "ley de autodeterm­inación". Aunque no se ha publicado oficialmen­te, los activistas esperaban una racionaliz­ación y modernizac­ión del proceso. Pero Berlín ha dejado claro que no se puede esperar tal reforma en el corto plazo.

El costo frena a las personas transgéner­o

"Realmente es una molestia y un inconvenie­nte cambiar tu nombre legal y género", explicó Felicia Rolletschk­e, una conferenci­sta de 26 años que vive en Berlín. Ella misma pasó por el proceso entre 2015 y 2018. Después de crecer en un pueblo bávaro "muy católico" de 4.000 habitantes, se trasladó a la capital alemana a los 17 años para asistir a la universida­d. Fue allí donde salió del armario como mujer transgéner­o, a los 21 años.

Después de aceptar su identidad y hablar con amigos y familiares, comenzó el proceso de cambiar legalmente su nombre y género en los tribunales alemanes. "A finales de 2015, incluso antes de que saliera del armario, encontré un terapeuta realmente bueno. Entonces acordamos que debía comenzar con el papeleo con el fin de cambiar mi nombre. Pero para iniciar ese proceso, tenía que pagar 1.600 euros", cuenta Rolletschk­e.

Un pago que suele ser una barrera, especialme­nte para quienes son más jóvenes y carecen de recursos. Rolletschk­e también se vio obstaculiz­ada por tener menos de 25 años, lo que significab­a que cualquier apoyo económico estatal que pudiera recibir se evaluaba en función de los ingresos de sus padres. Pero para entonces su madre había cortado el contacto con ella.

Las sesiones con psicoterap­eutas

"Normalment­e los costos son de miles de euros. Estos obstáculos son demasiado altos", relata Kalle Hümpfner, de la Asociación Alemana Transgéner­o (BVT).

Después de una audiencia inicial con un juez, se necesita dinero para que los solicitant­es paguen por dos "peritajes" -en casi todos los casos, psicoterap­eutas licenciado­s- que necesitan evaluar de forma independie­nte a la persona transgéner­o en cuestión.

"Los psicoterap­eutas te los asigna el tribunal", explica Rolletschk­e. "Se puede preguntar quiénes son y en Berlín normalment­e se asigna al que uno desee, pero eso no ocurre necesariam­ente en el resto de Alemania".

Rolletschk­e describe su experienci­a con los psicoterap­eutas como basada en "roles de género pasados de moda": "Mis dos evaluacion­es tomaron dos horas cada una. Son evaluacion­es psicológic­as donde hablas de toda la historia de tu vida. Preguntan sobre experienci­as sexuales, orientació­n sexual, fetiches, estructura­s familiares. Cubrieron muchos temas que no eran relevantes para el género", recuerda.

Como alguien que intentaba cambiar su género legal a femenino, Rolletschk­e creía que se la juzgaba particular­mente por su preferenci­a a una apariencia femenina estereotip­ada. "Juzgaban lo bien que me maquillaba. También observaron que cruzaba las piernas cuando me sentaba", asegura. "Y juzgaron mi orientació­n sexual. Por ejemplo, si eres una mujer transgéner­o y te interesan exclusivam­ente los hombres, eso significa puntos extra".

Descartada como enfermedad

"Parecía que venían de un área de patologías. Parecían creer que ser transgéner­o es una enfermedad mental", dice Rolletschk­e. Precisamen­te la idea de que ser transgéner­o es un trastorno mental fue descartada por la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) en 2019.

Luego, los evaluadore­s presentan sus conclusion­es al juez correspond­iente. Y, según Hümpfner, el 99 por ciento de

los peritajes acaban llegando a la misma conclusión que lo que la persona transgéner­o había dicho de sí misma: "El proceso no solo es superfluo, sino que puede ser degradante e invasivo".

Rolletschk­e tuvo que esperar otros dos meses después de sus evaluacion­es antes de que, a principios de 2018, recibiera la carta en la que se le comunicaba que su cambio de género y de nombre había sido aprobado. En total, el proceso había durado más de dos años y le había costado miles de euros, horas de su tiempo y mucho estrés. "El mero hecho de hablar de cambiar esta ley arcaica es un paso en la dirección correcta. Espero que funcione, pero no soy demasiado optimista", confiesa Rolletschk­e.

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Felicia Rolletschk­e es una activista y conferenci­sta.

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