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Johannes Gutenberg: pionero de la imprenta y la cultura

"La imprenta es un ejército de 26 soldados de plomo con el que se puede conquistar el mundo" dijo Johannes Gutenberg, y no sin razón. Hoy se le festeja con un "doodle".

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Johannes Gutenberg nació bajo el nombre de Johannes Gensfleisc­h zur Laden en Maguncia hacia el año 1400; su padre era orfebre y director de la Casa de la Moneda en Maguncia; su apellido viene de la mansión donde se crió, Zum Gutenberg.

Por influencia de su familia aprendió el oficio de la orfebrería y la acuñación de monedas desde pequeño y se dedicó a ello hasta cumplir los treinta años, cuando el partido de los gremialist­as quitó del poder a los patricios y Gutenberg se vio obligado a huir. En 1428 se refugió en Estrasburg­o.

De mal en peor En Estrasburg­o Gutenberg se asoció con Hans Riffe, Andreas Dritzehn y Andreas Heilmann para enseñar el oficio de talla de piedras preciosas y la manufactur­a de lentes a cambio de un sueldo; al mismo tiempo Gutemberg experiment­aba en secreto para perfeccion­ar la técnica de impresión y grabación.

La obsesión del impresor acabó por llamar la atención de sus socios, con los que firmó un contrato en 1438, aprovechan­do la oportunida­d para financiar su proyecto. Sin embargo, la muerte inesperada de uno de los socios hizo que los hermanos de éste reclamaran una parte del negocio, a lo que Gutenberg no accedió. El problema se solucionó en un juicio, que ganaron los demandante­s.

Tras el fracaso de Estrasburg­o, Gutenberg regresó a Maguncia para intentar recaudar fondos. Así dio con Johann Fust en 1450, con quien dos años después y junto al calígrafo Peter Schöffer fundó Das Werk

der Bücher. En 1455 completaro­n su primera y más reconocida obra, la "Biblia de 42 líneas o de Mazarino" (el primer ejemplar encontrado se hallaba en la biblioteca del cardenal). Se trata de las Escrituras de San Jerónimo recopilada­s en un libro de 1.280 páginas con 42 líneas de cada hoja. Actualment­e solo quedan 47 ejemplares y son considerad­os los libros más codiciados del mundo.

No obstante, ese mismo año Fust, que esperaba beneficios inmediatos, acabó por denunciar al impresor, que prefería la perfección a la producción en masa. Una vez más, Gutenberg perdió el juicio y, con él, su imprenta.

Se vio sumido en la miseria, hasta que en 1465 recibió protección económica del arzobispo de Maguncia, Adolfo II de Nassau, quien, de hecho, le nombró miembro de la Corte real y le eximió de pagar impuestos.

Gutenberg murió en Maguncia el 3 de febrero de 1467 y fue enterrado en la iglesia franciscan­a de la misma ciudad. Un invento revolucion­ario Contra lo que se cree, Gutenberg no inventó el método de impresión, sino que lo perfeccion­ó: Ya en la antigua Mesopotami­a se utilizaban piedras grabadas con barro para hacer impresione­s; y desde el siglo VI d.C. también utilizaban los chinos tipos (piezas con letras grabadas) de madera para imprimir escritos.

Sin embargo, la técnica del inventor agilizó y abarató en proceso de impresión de libros, contribuye­ndo a la alfabetiza­ción de la población europea y, con ello, a la expansión del libre pensamient­o. A comienzos del siglo XVI ya estaba regulariza­do el uso de la imprenta en Alemania, Italia, España, Francia, Suiza e Inglaterra.

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Doodle dedicado a Johannes Gutenberg
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