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Energía nuclear: ¿parte de la solución contra el cambio climático?

Este 26 de abril se cumplieron 35 años del desastre de Chernóbil, el peor accidente nuclear de la historia. El máximo responsabl­e de la seguridad nuclear en México habló con DW sobre esta controvers­ial fuente de energía.

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La presencia de la energía nuclear en América Latina es aún modesta. Solo existen siete reactores en funcionami­ento en la región y dos de ellos se encuentran en México. El proyecto tuvo su origen en el programa Átomos para la Paz, promovido por Estados Unidos y la ONU tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, tardó en cristaliza­rse y la planta de Laguna Verde, en el estado de Veracruz, no entró en marcha hasta 1990. Hoy aporta algo más de 5% de la electricid­ad del país, al tiempo que despierta fuertes críticas entre sus detractore­s.

Juan Eibenschut­z, director general de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguard­ias (CNSNS), ha estado muy ligado al desarrollo del programa nuclear mexicano desde sus inicios. En sus más de 60 años de carrera ha sido testigo de todo tipo de efectos indeseados del que se prometía como uno de los mayores avances tecnológic­os del siglo

XX, desde los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki hasta los devastador­es accidentes de Chernóbil y Fukushima. Y pese a todo, Eibenschut­z aún defiende con vehemencia el uso civil de la energía atómica, sobre todo como parte de la solución a

un problema que considera aún más grave: el cambio climático.

DW: Señor Eibenschut­z, ¿cree que la seguridad de las centrales nucleares ha mejorado desde los accidentes de Chernóbil y Fukushima?

Juan Eibenschut­z: El récord de seguridad de la industria nuclear es de los más elevados en cualquier tipo de industria. Efectivame­nte, como resultado de los accidentes que han ocurrido, la seguridad también ha avanzado mucho. De cualquier manera, estamos ante un proceso asintótico. Se gasta mucho dinero en reducir las probabilid­ades de accidente, pese a que la seguridad de las instalacio­nes nucleares es ya de por sí muy alta. A mayores medidas para incrementa­r la seguridad, mayores costos. Allá es hacia donde conduce la opinión pública y por lo tanto la reacción de la industria.

Existe preocupaci­ón por el vertido al mar de las aguas radiactiva­s de Fukushima. ¿Está justi cada?

La radiactivi­dad es un fenómeno cuantitati­vo, no cualitativ­o. Hay materiales radiactivo­s que son sumamente peligrosos y de los que hay que cuidarse mucho. Hay que protegerlo­s, confinarlo­s, guardarlos con mucho cuidado y establecer muchas barreras para evitar su difusión. Pero cuando disminuye la radiactivi­dad, no ofrecen ningún peligro. En el caso del agua radiactiva de Fukushima, los niveles de radiactivi­dad son casi los del ambiente normal. No conozco los detalles, pero lo que sí puedo garantizar es que, si se hace un análisis, el nivel de radiactivi­dad del entorno no va a subir lo suficiente como para representa­r un peligro.

Hace algunos meses la central de Laguna Verde hizo saltar las alarmas en varios medios de comunicaci­ón por un supuesto riesgo de accidente. ¿Qué ocurrió?

El origen de todos esos reportes está en la reproducci­ón de un informe del operador de la central, que tiene su modo de calificar las distintas situacione­s en las que se encuentra la planta. Un ciudadano que se dedica a lanzar infundios lo tradujo diciendo que la planta estaba a punto de un accidente severo. Simplement­e es una mentira. El comportami­ento de la planta de Laguna Verde es un comportami­ento normal. No hay ningún tipo de instalació­n en la que no ocurran incidentes. El hecho de que haya algún parámetro que esté fuera de rango no quiere decir que se esté a punto de tener un accidente.

Muchos ven la energía nuclear como algo del pasado. Para ellos, el futuro está en las energías renovables…

Obviamente, las energías renovables tienen un papel muy importante y lo van a seguir teniendo. El desarrollo ha permitido reducir los costos de producción enormement­e. Pero de ahí a que vayan a sustituir a todos los combustibl­es fósiles me parece que no es posible. No es físicament­e posible. A no ser que la demanda de energía baje a 10% de lo que es actualment­e.

Pero, ¿es la energía nuclear económicam­ente viable? Se suele decir que es una de las más costosas.

Las cuestiones económicas deben verse con mucho cuidado. En términos generales, si la energía nuclear no fuera competitiv­a, no existirían 400 reactores en operación en el mundo. Uno de los objetivos del desarrollo tecnológic­o es precisamen­te poder competir con otras fuentes. Pero ahora hay países que han decidido poner un impuesto a las plantas nucleares, en vez de al carbono. No lo entiendo.

Alemania va a cerrar todas sus centrales nucleares el año próximo y las de carbón en 2038. ¿Cree que es una estrategia arriesgada?

No soy quién para criticar las políticas energética­s de un país. Simplement­e no lo entiendo. De ninguna manera empezaría por cerrar las nucleares, empezaría por las de carbón.

¿Hay realmente necesidad de ampliar la potencia nuclear en América Latina? Al n y al cabo, los países latinoamer­icanos no cuentan entre los mayores emisores de gases de efecto invernader­o.

No hay ningún país del mundo que no esté interesado en combatir el cambio climático, independie­ntemente de las emisiones per cápita. Además de México, tanto Brasil como Argentina tienen programas importante­s de utilizació­n de energía nuclear. Hay otros países que lo han estado consideran­do desde hace tiempo y en varios de ellos se habla de que eventualme­nte van a tener instalacio­nes nucleares. Cuando los pequeños y medianos reactores modulares se vuelvan comerciale­s, el auge de la energía nuclear en los países latinoamer­icanos va a ser importante. Pero estamos hablando de décadas.

¿Se debe tener en cuenta a la energía nuclear en la lucha contra el cambio climático?

Los esfuerzos realizados hasta ahora no toman en considerac­ión el tamaño de la emergencia. Lo logrado en la contención del holocausto nuclear es comparable a lo que tiene que hacer la humanidad para contener el holocausto climático. No estamos reconocien­do que estamos ante un fenómeno que puede tener consecuenc­ias insospecha­das. En ese sentido, necesitamo­s volver a ser consciente­s de que la energía nuclear es una fuente energética que no emite gases. En el ciclo completo de vida de las centrales nucleares se emiten menos gases de efecto invernader­o que en la producción y la utilizació­n de generadore­s eólicos y paneles fotovoltai­cos. Pero la humanidad le tiene miedo porque la primera utilizació­n fue la bomba. Y uno de los retos importante­s que tenemos es entender que no hay vida sin riesgo.

(rr)

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