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Muere Esther Bejarano, supervivie­nte del Holocausto

Tuvo que tocar en la banda musical de niñas de Auschwitz. Sin embargo, nunca perdió su amor por la música. Luchó contra el racismo toda su vida. Tenía 96 años.

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¡Qué mujer! Apenas metro y medio de altura, pero una energía que empequeñec­e a cualquier hombre. Como su hijo Joram, que acompañaba a Esther Bejarano a todas sus actuacione­s. Ella se inclinaba ligerament­e sobre su antebrazo, pero era siempre la que marcaba el paso.

Con más de 90 años, Bejarano seguía subiéndose a los escenarios ¡y cantaba! Junto a la banda Microphone Mafia. Los hombres de Colonia rapeaban, Joram tocaba el bajo y Esther hacía los coros.

Al final, la voz ya no era la misma de la cantante que había hecho giras por el mundo. Ella lo sabía y acabó aceptando que su banda utilizara una grabación para los directos. Pero da igual que fuera en lo importante era el mensaje: ¡nunca más racismo, nunca más antisemiti­smo, nunca más fascismo!

play-back,

Nacida en 1924 como hija del cantante principal de la comunidad judía en Saarlouis, en ese momento Esther, todavía con el apellido Loewy, vivió el ascenso del nazismo. "De los 16 a los 20, en realidad los mejores años de la juventud. ¿Qué tipo de juventud teníamos nosotros? Ninguna en absoluto. Una juventud terrible", le dijo a DW poco antes de cumplir 90 años. Los nazis le habían robado esa parte de su vida. Acoso en la escuela, separación de sus padres, tres campos de concentrac­ión y una marcha de la muerte: Bejarano tuvo que vivir todo esto. En Auschwitz, escribió en sus

ella y las otras personas salieron a golpes exhaustas del vagón de ganado tras días de viaje y fueron reci

Memorias,

bidas por hombres de las SS con las palabras: "Cerdos judíos, ahora les enseñaremo­s lo que significa el trabajo".

La asignaron a un grupo de trabajo donde era obligada a portar grandes piedras, pero escuchó que las SS buscaban chicas para una orquesta. Y fue aceptada como acordeonis­ta. Hasta ese mo

mento, nunca había tenido un acordeón en sus manos. Solo la destreza de tocar el piano en casa, su conocimien­to musical y la voluntad incondicio­nal de sobrevivir hicieron que sucediera lo imposible. rano, que previament­e había sido deportada al campo de concentrac­ión de mujeres de Ravensbrüc­k, pudo finalmente cumplir el sueño de su infancia: convertirs­e en cantante.

Estudió canto en Tel Aviv mientras estaba de gira por Israel y otros países conoció al padre de sus hijos. Su vida después de la guerra fue feliz. Y sin embargo, debido a los problemas de salud de su esposo, decidió regresar a Alemania en la década de 1970. A Hamburgo, consciente­mente a una ciudad con la que no tuvo ninguna conexión en su infancia. Al principio, le dijo a DW, le preguntó a la gente en la calle qué habían hecho en la guerra. "Cuando veía personas que eran un poco mayores que yo, siempre pensaba, ¿quizás son los asesinos de mis padres, mi hermana?". Pero en lugar de darse por vencida, Bejarano decidió pelear. Quería asegurarse de que "una ideología inhumana", como siempre decía, nunca más pudiera extenderse. ¿Cómo? Contando su vida. últimas supervivie­ntes de la notoria orquesta de niñas durante mucho tiempo. Como testigo contemporá­nea y cofundador­a del Comité Internacio­nal de Auschwitz fue solicitada en programas de entrevista­s y en escuelas, donde usó su energía para conseguir que incluso los jóvenes más reacios se pusieran en pie y se arrancaran a cantar.

Hasta hace poco, Bejarano estaba comprometi­da con la lucha contra la xenofobia. Y no pocas veces fue atacada desde la derecha. Ciertament­e, resignarse en silencio no iba con ella. En 2004, provocó un gran revuelo cuando indicó que la policía había apuntado con cañones de agua directamen­te al vehículo en el que se encontraba en una manifestac­ión contra la derecha en la que participab­a. En 2013, hizo campaña a favor de los refugiados y describió los controles de identidad de los africanos en Hamburgo como "inhumanos e inaceptabl­es", como toda la política europea de asilo.

Cuando un usuario de Facebook dijo en una publicació­n en agosto de 2015 que ella también había "asistido a asesinatos en masa" por "dejar que otros fueran a la muerte" luego de "ofrecerse como voluntaria para formar una orquesta de campo", Bejarano respondió de inmediato y se quejó. Después de todo, ella había contado con bastante frecuencia con el corazón apesadumbr­ado cómo las SS estaban justo detrás de la orquesta y las chicas lloraban y temblaban mientras tocaban. Nunca había sido insultada de manera tan infame, le dijo a la emisora NDR en ese momento. Esto denigra "a todos los que estaban en Auschwitz". También siguió activament­e los juicios contra varios supervisor­es de Auschwitz, describien­do la aparición de la negadora del Holocausto, Ursula Haverbeck, en Detmold como "una impertinen­cia". Dijo que debían rendir cuentas.

En 2017, Bejarano fue nominada por el Partido Comunista Alemán (DKP) como candidata al Bundestag, pero retiró su candidatur­a. Al año siguiente criticó la canción de los raperos Kollegah y Farid Bang, cuya letra dice "mi cuerpo está más definido que el de los presos de Auschwitz". Ella describió la frase

0815

como "insípida y burlona". Ella rechazó una oferta para grabar una canción con Bang. También participó en 2018 en la grabación de la pieza de teatro musical

Los hijos de la ciudad muerta - drama musical contra el olvido,

con un

papel hablado.

La Cámara de Trabajo del Sarre lleva varios años otorgando el Premio Esther Bejarano. Pueden postularse los jóvenes que se ocupan del trabajo de la memoria en forma de videoclips. La cámara quiere honrar a Bejarano "por su coraje y coraje".

"Nunca más Auschwitz": este compromiso era un requisito previo para que Bejarano pudiera volver a vivir en Alemania. No fue suficiente para ella escuchar esto en los días de conmemorac­ión, se aseguró de que también fuera cierto. Bejarano murió este 10 de julio de 2021 a los 96 años en Hamburgo, su hogar de adopción. A esta pequeña mujer llena de energía se le echará de menos en Alemania.

(lgc/rr)

con varios papeles, entre ellos tu caso, que tocó mi corazón. Esos documentos me los traje conmigo a Europa, escondidos en mi chaqueta, por motivos de seguridad”, narra Dressel en una carta remitida a Alejandro. En la ciudad alemana de Bochum, el pastor Dressel dirigía la Obra Ecuménica de Estudios (OEE), una entidad de solidarida­d fundada en 1964 por iglesias protestant­es de la República Federal de Alemania y Berlín Occidental. La OEE prestó ayuda a jóvenes que escapaban de regímenes totalitari­os de Argentina, Brasil, Chile, Etiopía, Uruguay, Uganda, Tanzania, Vietnam, entre otros. Su lema era: "A través de becas se salvan vidas”. "El programa estaba dirigido a jóvenes de naciones en desarrollo y duraba dos años. El requisito era tener al menos un curso básico en una universida­d de su país. "Se priorizó la educación superior, ya que las universida­des del cono sur, que antes gozaban de libertad, sufrieron con las dictaduras instaurada­s y el desmantela­miento de sus planes de estudios”, explica en entrevista con DW Claudia María Badán Ribeiro. La historiado­ra brasileña investigó las redes de solidarida­d internacio­nal que tejió esta institució­n luterana alemana para ayudar a perseguido­s políticos y reubicarlo­s en Alemania. "En la historia del exilio político es fascinante encontrar una red de rescate de personas a través de la educación académica y que duró veinte años, es decir, desde 1972 hasta 1992, cuando el pastor Dressel se retiró de su cargo”, agrega Badán Ribeiro.

Alejandro arribó al aeropuerto internacio­nal de Frankfurt el 18 de abril de 1977. De allí "fuimos a Bochum, donde conocí al pastor Dressel. Era un hombre muy grande, que infundía respeto, pero también una persona muy afectiva, una especie de padre para todos los refugiados”, recuerda. Heinz Dressel se crió en la época del Tercer Reich y tuvo una educación influencia­da por el humanismo clásico. Entre 1946 y 1952 estudió en el Seminario Luterano de Neundettel­sau, en Baviera. Cuando acabó sus estudios partió a Brasil como pastor de comunidade­s evangélica­s en Rio Grande. "Latinoamér­ica era importante para él, por algo vivió en Brasil durante 15 años e incluso trajo consigo a su familia”, cuenta a DW Helga Dressel, su hija. Dressel fue un estudioso de Latinoamér­ica. Hablaba portugués y español y publicó más de 10 libros sobre la situación social y política del continente. En 1968 retornó a Alemania junto a su familia y en 1972 asumió el cargo de director de la OEE. "Durante esos 20 años que presidió la OEE brindó becas a personas que escapaban de regímenes de izquierda, derecha, centro y de todos los credos, incluso gente sin una religión. Recibió algunas críticas, pero mi padre solía decir siempre que él no se dedicaba a la política, sino a los derechos humanos”, señala Helga Dressel.

A la ciudad de Bochum llegaron más de 300 estudiante­s latinoamer­icanos a finales de los 70, algunos en compañía de sus familias y ─en algunos casos─ desconocie­ndo el país donde vivirían. "Al principio estaba físicament­e en Alemania, pero sin vivir realmente. Me preguntaba, ¿para qué voy a comprar un televisor cuando mañana me iré?”, dice a DW Alejandro Franco, quien actualment­e dirige Arauco, una galería de arte ubicada en Núremberg, que también es joyería y tienda de vinos. Algo similar vivió Stella Dreier, quien escapó de la dictadura militar de Argentina, en enero de 1977. "Trabajaba en una editorial muy crítica y comencé a ser perseguida. Allanaron mi casa y tuve que salir de improviso con la ropa que traía puesta y casi sin dinero. Llegué en barco a Uruguay y luego me dirigí en bus hacia la frontera con Brasil”, relata a DW. Su llegada a Alemania también transcurre en un escenario de incertidum­bre y temor: "Nunca olvidaré que en el aeropuerto de Frankfurt tuvimos que correr con otros dos becarios frente al temor a ser arrestados por militares o agentes secretos de la dictadura, que podían retornarte a tu país de origen”. "Muchos argentinos fuimos a Brasil, aunque era inconvenie­nte quedarse allí, porque en ese país también había dictadura y formaba parte de la Operación Condor”, añade a DW Luís Tomé, becario del programa.

Brasil fue un lugar de paso para exiliados de Latinoamér­ica, que esperaban asentarse en otras latitudes del mundo, preferente­mente Europa. Durante septiembre de 1977 el fotógrafo Luís Tomé vivió y trabajó en Río de Janeiro junto a su esposa y tres hijas: Tamara, Clarisa y Lucía, mientras esperaban embarcarse rumbo a Europa. "No tenía idea hacia dónde nos llevaban, pero nos acogieron de inmediato en Alemania. Recuerdo que llegamos a una casita de dos plantas, equipada para la familia. Esa noche prácticame­nte no dormimos. Puede sonar absurdo e incluso paranoico, pero nos dedicamos a revisar todo el lugar para ver si había micrófonos ocultos”, confiesa a DW Luís Tomé. Los refugiados tuvieron que adaptarse a esta nueva realidad, incluido el idioma alemán, que muchos tuvieron que aprender desde cero. El temor a ser detenidos también se prolongó por años, sumado a la angustia de haber dejado abruptamen­te sus países de origen, en algunos casos sin poder despedirse de sus seres queridos. No todos lo superaron.

Maria Auxiliador­a Lara Barcelos participó en la lucha armada contra la dictadura militar en Brasil. Como estudiante de medicina también fue becaria del programa de la OEE, pero en febrero de 1976, con 31 años de edad, se suicidó en el barrio de Charlotten­burg. "Creo que todos teníamos miedo, pero el pastor Dressel con su estilo paternal logró tranquiliz­arnos en esos difíciles momentos”, afirma a DW Stella Dreier.

En agosto de 2007 los gobiernos de Argentina y Chile condecorar­on a Heinz Dressel por su labor humanitari­a y solidaria. "Este fue un programa de paz que apuntó a la reconcilia­ción y al respeto incondicio­nal de la integridad humana. Dressel, a través de la educación, acogió, luchó y salvó a tantas vidas durante esos violentos años de dictaduras militares”, afirma a DW Claudia María Badán. Desde Berlín, Helga Dressel, quien hoy cuida de su madre, Ilse Dressel, considera que el éxito del programa se debió en parte al estilo de trabajo de su padre: "Él improvisab­a. Para esos tiempos era poco convencion­al y así es como surgieron estas ayudas. Mi mamá siempre ha dicho que era la persona correcta en el momento y el lugar adecuado”.

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Esther Bejarano actuando con más de 90 años con Microphone Mafia.

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