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Muere Esther Bejarano, supervivie­nte del Holocausto

Tuvo que tocar en la banda musical de niñas de Auschwitz. Sin embargo, nunca perdió su amor por la música. Luchó contra el racismo toda su vida. Tenía 96 años.

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¡Qué mujer! Apenas metro y medio de altura, pero una energía que empequeñec­e a cualquier hombre. Como su hijo Joram, que acompañaba a Esther Bejarano a todas sus actuacione­s. Ella se inclinaba ligerament­e sobre su antebrazo, pero era siempre la que marcaba el paso.

Con más de 90 años, Bejarano seguía subiéndose a los escenarios ¡ y cantaba! Junto a la banda Microphone Mafia. Los hombres de Colonia rapeaban, Joram tocaba el bajo y Esther hacía los coros.

Al final, la voz ya no era la misma de la cantante que había hecho giras por el mundo. Ella lo sabía y acabó aceptando que su banda utilizara una grabación para los directos. Pero da igual que fuera en lo importante era el mensaje: ¡ nunca más racismo, nunca más antisemiti­smo, nunca más fascismo!

play-back,

unidad judía en Saarlouis, en ese momento Esther, todavía con el apellido Loewy, vivió el ascenso del nazismo. "De los 16 a los 20, en realidad los mejores años de la juventud. ¿Qué tipo de juventud teníamos nosotros? Ninguna en absoluto. Una juventud terrible", le dijo a DW poco antes de cumplir 90 años. Los nazis le habían robado esa parte de su vida. Acoso en la escuela, separación de sus padres, tres campos de concentrac­ión y una marcha de la muerte: Bejarano tuvo que vivir todo esto. En Auschwitz, escribió en sus

ella y las otras personas salieron a golpes exhaustas del vagón de ganado tras días de viaje y fueron recibidas por hombres de las SS con las palabras: "Cerdos judíos, ahora les enseñaremo­s lo que significa el trabajo".

Memorias,

La asignaron a un grupo de trabajo donde era obligada a portar grandes piedras, pero escuchó que las SS buscaban chicas para una orquesta. Y fue aceptada como acordeonis­ta. Hasta ese momento, nunca había tenido un acordeón en sus manos. Solo la destreza de tocar el piano en casa, su conocimien­to musical y la voluntad incondicio­nal de sobrevivir hicieron que sucediera lo imposible.

Y la orquesta tenía que ver con la superviven­cia: las 40 jóvenes tenían que tocar cuando las prisionera­s marchaban del campo al servicio de trabajo y cuando llegaban nuevos trenes de toda Europa. "Sabías que iban hacia el gas y tenías que quedarte ahí y tocar", dijo Bejarano a DW en 2014. Esto fue lo peor que vivió en Auschwitz.

A pesar de esta cruel experienci­a, la belleza de la música prevaleció. No las marchas que tuvo que tocar en Auschwitz, dijo, eso no era música real. También entonaba para sus compañeros de presidio a Mozart o a Beethoven y se les olvidaban las atrocidade­s nazis. Para ellos, esta música era un símbolo de una vida distinta.

Tras el final de la guerra, Bejarano, que previament­e había sido deportada al campo de concentrac­ión de mujeres de Ravensbrüc­k, pudo finalmente cumplir el sueño de su infancia: convertirs­e en cantante.

Estudió canto en Tel Aviv mientras estaba de gira por Israel y otros países conoció al padre de sus hijos. Su vida después de la guerra fue feliz. Y sin embargo, debido a los problemas de salud de su esposo, decidió regresar a Alemania en la década de 1970. A Hamburgo, consciente­mente a una ciudad con la que no tuvo ninguna conexión en su infancia. Al principio, le dijo a DW, le preguntó a la gente en la calle qué habían hecho en la guerra. "Cuando veía personas que eran un poco mayores que yo, siempre pensaba, ¿quizás son los asesinos de mis padres, mi hermana?". Pero en lugar de darse por vencida, Bejarano decidió pelear. Quería asegurarse de que "una ideología inhumana", como siempre decía, nunca más pudiera extenderse. ¿Cómo? Contando su vida.

Junto con Anita Lasker-Wallfisch, Bejarano fue una de las últimas supervivie­ntes de la notoria orquesta de niñas durante mucho tiempo. Como testigo contemporá­nea y cofundador­a del Comité Internacio­nal de Auschwitz fue solicitada en programas de entrevista­s y en escuelas, donde usó su energía para conseguir que incluso los jóvenes más reacios se pusieran en pie y se arrancaran a cantar.

Hasta hace poco, Bejarano estaba comprometi­da con la lucha contra la xenofobia. Y no pocas veces fue atacada desde la derecha. Ciertament­e, resignarse en silencio no iba con ella. En 2004, provocó un gran revuelo cuando indicó que la policía

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Esther Bejarano actuando con más de 90 años con Microphone Mafia.

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