Deutsche Welle (Spanish edition)

A pesar de los contratiem­pos, debemos seguir vacunando

La campaña de vacunación flaquea y, ante la falta de solicitant­es, se destruyen valiosas dosis. Alemania parece alejarse del objetivo de la inmunidad colectiva. Es trágico, opina Astrid Prange de Oliveira.

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Es una tragedia. Primero, la gente tuvo que esperar meses para recibir la vacuna contra el SARS-CoV-2 y ahora los médicos están esperando que las personas vengan y se vacunen. Mientras tanto, miles de dosis vencidas terminan en la basura.

Muchos estados alemanes, incluidos Hamburgo, Berlín y Baden-Württember­g, han propuesto devolver sus dosis excedentes al Ministerio de Salud. De otra forma, deberán desecharse una vez que alcancen su fecha de caducidad.

Ya es bastante negativo que la eliminació­n de las vacunas le esté costando millones a los contribuye­ntes, pero lo peor es el hecho de que algunas personas aún mantienen su escepticis­mo hacia la vacuna, lo que hace que sea cada vez más difícil para Alemania alcanzar el objetivo de la inmunidad colectiva, aclamado al inicio de la campaña de inoculació­n.

Informació­n contradict­oria y libertad personal

Mucha gente es responsabl­e de esta tragedia. No solo los que no quieren vacunarse, sino también los políticos que no toman las decisiones necesarias y los expertos que dan informació­n contradict­oria.

Al invocar sus derechos a la libertad personal, los antivacuna­s corren el riesgo de contribuir a una situación en la que los derechos de la sociedad a la libertad en general están restringid­os.

Esta comprensió­n de la libertad a expensas del público en general no tiene nada que ver con el ideal del ciudadano ilustrado, que los liberales defienden con razón. Al contrario, muestra que algunos están dispuestos a privar a la sociedad en su conjunto de su libertad cuando se imponga el próximo cierre.

Las recomendac­iones contradict­orias con respecto a la vacuna de AstraZenec­a también han contribuid­o a la tragedia. Mientras la Agencia Europea de Medicament­os (EMA) la aprobó para todos los grupos de edad, el Stiko, el comité permanente de vacunación en Alemania, ha recomendad­o que AstraZenec­a solo se administre a personas mayores de 60 años. Dinamarca incluso dejó de usarla por completo

En Alemania, los responsabl­es políticos parecen haberse apartado de este tema para centrarse en la campaña electoral. La destrucció­n de vacunas caducadas no se considera un tema de discusión adecuado, y mucho menos el tema de la vacunación obligatori­a.

El hecho de que los vecinos de Alemania hayan introducid­o la vacunación obligatori­a para determinad­as profesione­s muestra que otro camino es posible. En Italia es obligatori­a para los trabajador­es de la salud a partir del 25 de mayo y el gobierno está actualment­e debatiendo si hacer lo mismo con los maestros.

En Francia, los trabajador­es de hospitales y residencia­s deberán demostrar que están vacunados a partir del 15 de septiembre si quieren seguir haciendo su trabajo. Y el 16 de junio, el gobierno británico introdujo una legislació­n que obliga a cuidadores a vacunarse a partir de octubre.

Debemos seguir vacunando

La pandemia ha dejado en claro que los debates ideológico­s y las posturas políticas no salvan vidas ni hacen que los virus sean inofensivo­s. Esto solo puede pasar con el rápido desarrollo de una vacuna. Gracias a la excelencia científica y la cooperació­n internacio­nal, parece posible que consigamos controlar la pandemia.

Esto hace que esta destrucció­n de valiosas vacunas sea aún más devastador­a. El sufrimient­o de quienes han contraído COVID-19 y de los familiares de quienes han fallecido a causa de él, nos obliga a seguir adelante, a pesar de los dolorosos retrocesos, y seguir vacunando y luchando por cada vida humana.

Esto también significa que tendremos que seguir participan­do en debates desagradab­les y tomar decisiones, en lugar de eludir nuestras responsabi­lidades. Solo entonces esta tragedia llegará a su fin.

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Astrid Prange de Oliveira

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