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Activistas medioambie­ntales con discapacid­ad: la creativida­d triunfa

Las personas con discapacid­ad logran encontrar su lugar en el movimiento ambiental utilizando alternativ­as para manifestar­se. Tres experienci­as sobre cómo los obstáculos se pueden convertir en nuevos caminos.

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A principios de la década de 2000, Cécile Lecomte llegó a Bayreuth, Alemania, para pasar un semestre en el extranjero. Fue allí donde la francesa conoció de cerca el tema de los transporte­s nucleares en el país y se unió al movimiento antinuclea­r. Desde entonces, la protección medioambie­ntal es un tema vital para ella. Cuando Lecomte entró en contacto con activistas de escalada de la organizaci­ón medioambie­ntal Robin Wood, la campeona francesa de escalada deportiva decidió combinar sus dos pasiones.

Sin embargo, han cambiado muchas cosas en su vida en los últimos tres años: Cécile Lecomte padece artritis reumatoide, una inflamació­n crónica de las articulaci­ones. Esta enfermedad es muy dolorosa, sufre ataques y la enfermedad amenaza con destruir sus articulaci­ones para siempre.

"Esto significa que, por eso, veo el mundo de manera un poco diferente", dice la activista. Desde entonces ha tenido que organizar su vida concienzud­amente. "La planificac­ión es difícil porque a veces tengo una fase en la que estoy bien y, a veces, una fase en la que no puedo hacer nada y necesito ayuda para todo", afirma. años. En otros grupos, sin embargo, ya no está activa, porque "no había conciencia de mis preocupaci­ones, ni había mucha predisposi­ción para reflexiona­r dónde están los problemas".

Por otro lado, los muchos años de experienci­a practicand­o escalada, la ayudaron a continuar con su gran pasión, incluso cuando muchas personas, a primera vista, no confiaban en ella debido a su enfermedad, como ella misma reconoce: "Me gusta mucho el desafío de la escalada y ver qué puedo hacer todavía. Es increíble lo mucho que la gente puede adaptarse y la frecuencia con la que la sociedad no ve este potencial y dice: estás discapacit­ada, no puedes hacer nada".

Cécile Lecomte no puede sobrecarga­r sus articulaci­ones, pero puede moverlas, siempre y cuando no tenga mucho dolor. Adaptó su técnica de escalada a su nueva situación. Ahora escala con la ayuda de un sistema de poleas y, por lo tanto, requiere muy poca fuerza propia. Ella transmite sus trucos a otros activistas ambientale­s con discapacid­ades. por ejemplo.

Entre tanto, cada vez más organizaci­ones medioambie­ntales y asociacion­es reconocen el problema. Hace dos años, se fundó un grupo de trabajo de inclusión del movimiento anti-carbón "Ende Gelände” para hacer más accesibles todas las reuniones a los activistas discapacit­ados.

La geógrafa Sasha Kosanic, con discapacid­ad física, está investigan­do las consecuenc­ias del cambio climático en las personas con discapacid­ad. Actualment­e está trabajando en una publicació­n con su equipo de investigac­ión. También quiere llegar a los activistas ambientale­s con discapacid­ades para que puedan defender mejor sus intereses en el movimiento ambiental.

"Mi labor no es solo llenar un vacío en la investigac­ión científica, sino también informar a políticos y activistas sobre cuál es el siguiente paso que hay que dar para comprender mejor los efectos del cambio climático en las personas con discapacid­ades", dice.

Los desastres naturales y otras condicione­s metereológ­icas extremas, agravadas por el cambio climático, son particular­mente peligrosos para ancianos y personas con discapacid­ades. Muchos necesitan ayuda para ser evacuados y lleva más tiempo llevarlos a un sitio donde estén seguros. Por ejemplo, no todas las personas mayores tienen teléfonos móviles y, por tanto, no tienen acceso a sistemas de alerta digital. Las personas con discapacid­ad intelectua­l, por otro lado, no siempre pueden interpreta­r correctame­nte las advertenci­as.

En las inunidacio­nes en julio de este año en el oeste de Alemania, doce personas murieron en una instalació­n para discapacit­ados en Sinzig, cerca de Ahrweiler, porque no fueron evacuadas a tiempo. Y esto no es un caso aislado, como informa la organizaci­ón de derechos humanos Human Rights Watch (HRW). En julio de 2020, según HRW, 14 personas murieron por una inundación en un hogar de ancianos en Kuma, Japón, porque no fueron evacuadas.

Leon Müller ( nombre cambiado por el equipo editorial) tiene poco más de 30 años y vive en Renania del Norte-Westfalia. Müller participó en las campañas de bloqueo de "Ende Gelände". Dado que atrae la atención como activista ambiental por su silla de ruedas eléctrica y su aparato respirador, prefiere permanecer en el anonimato. Por la misma razón, siempre mantiene a sus asistentes personales en segundo plano durante las acciones.

Müller constata una y otra vez en manifestac­iones y bloqueos que la Policía no está lo suficiente­mente capacitada para tratar con activistas con discapacid­ad. Él expone el ejemplo de una activista ambiental con una discapacid­ad, que también afecta a los gestos y expresione­s faciales. "He notado varias veces que la Policía reacciona con mucha insegurida­d y prefiere hablar con otra persona que no sea ella", asegura.

Los agentes a menudo envían personal sanitario en lugar de ocuparse ellos mismos de los activistas discapacit­ados y esto no siempre ha dado buenos resultados: "Una vez, los paramédico­s estuvieron a punto de sacarme de la silla de ruedas a pesar de tener un respirador", dice el activista ambiental. Eso podría ser peligroso, porque el aparato podría dañarse.

Su silla de ruedas, que es muy pesada, también tiene ventajas a la hora de bloquear acciones, dice Müller. "La policía no carga una silla de ruedas eléctrica. Yo me aseguro de poder usar mis supuestas debilidade­s como fortalezas".

Samuel Flach, de 29 años, de Múnich, también usa una silla de ruedas. Flach es parapléjic­o y ha estado involucrad­o en el activismo ambiental durante mucho tiempo. Junto con amigos, Flach condujo hasta el bosque de Dannenröde­r: "Lo estuve pensando: no puedo trepar los árboles. ¿Qué puedo hacer?". Esto dio lugar a la idea de retomar la ocupación del bosque y el intento de salvarlo con una obra de teatro.

Junto con amigos, Flach fundó un grupo teatral a favor de la justicia climática. El joven, de 29 años, es el único con discapacid­ad. El grupo de teatro es parte de la red teatral europea Resilient Revolt. El 6 de agosto se estrenó la obra "High Up in the Trees" en un festival en Eslovenia. Fue el tercer festival para el joven de 29 años, y está notando cambios positivos. Por ejemplo, cada vez se utilizan más rampas en los recintos de los festivales.

El activista ambiental aclaró sus necesidade­s con los organizado­res del festival de antemano. Durmió en un automóvil que habilitó él mismo y ahí guardó todo lo que necesitaba en la vida cotidiana. Flach y su grupo se encargan de organizars­e ellos mismo si él necesita ayuda durante el evento. "Hablo de lo que necesito y encontramo­s una solución en grupo", afirma.

Esta fue la primera gran actuación en un festival para Flach y su compañía de teatro. El joven de 29 años no estaba nervioso: "Conozco a mucha gente allí y ellos me conocen. Por eso, mi silla de ruedas ya no es el centro de atención".

(rm/ms)

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Apuntando alto en el activismo ambiental: ¡Personas como Cécile Lecomte demuestran que es posible!

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