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A 20 años del 11-S, Estados Unidos dejó de ser la policía mundial

El 11 de septiembre de 2001 marca un punto de inflexión. La retirada de Afganistán, 20 años más tarde, es la prueba de que Estados Unidos prioriza sus intereses internos por sobre todo lo demás, opina Ines Pohl.

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El ataque terrorista golpeó en medio del corazón a Estados Unidos, y lo hizo en muchos sentidos. Hasta ese momento, nunca se había producido un atentado de esa magnitud en suelo estadounid­ense. No solo por la cifra de muertos y heridos, sino también por la precisión con la que los terrorista­s destruyero­n en tan solo una hora los que eran símbolos de supremacía económica y militar en el mundo. Y solo gracias a la valentía de algunos pasajeros, luego del World Trade Center y el Pentágono, un cuarto avión no llegó a estrellars­e en un vuelo suicida contra la Casa Blanca o el Capitolio.

Hoy, 20 años más tarde, el shock existencia­l está casi olvidado, sobre todo para aquellos que tienen menos de 30 años y apenas recuerdan ese día y los posteriore­s. Pero también para muchos y muchas estadounid­enses que viven lejos de Nueva York o Washington, esos sucesos han pasado a ser historia. Supuestame­nte.

Las medidas de seguridad en los aeropuerto­s siguen tal vez incomodand­o a algunos, pero ya nos hemos acostumbra­do a las largas filas, nos sacamos los zapatos por propia voluntad y estamos dispuestos a pagar más por una botella de agua detrás de los controles de seguridad.

Poco hubiera cambiado en ese sentido, también luego del 20º aniversari­o de los atentados, si el presidente estadounid­ense, Joe Biden, no hubiera relacionad­o la retirada de tropas de Afganistán con esa fecha fatídica. Biden nombró el 11 de septiembre como el día en que todas las tropas estadounid­enses habrían abandonado definitiva­mente Afganistán. Probableme­nte, para indicar que la misión se había completado con éxito. meros años después de los ataques. Se hace evidente que los musulmanes vuelven a convertirs­e en juguetes políticos en la sucia campaña electoral de medio término. Las imágenes del terror de hace 20 años se utilizarán exactament­e con ese propósito.

Y para comprender el presente, a menudo es útil echar un vistazo al pasado. En septiembre de 2001, George W. Bush estaba en su primer año como presidente de Estados Unidos. Recibió muchos aplausos por el anuncio de que perseguirí­a al autor intelectua­l de los ataques terrorista­s, Osama bin Laden, con todos los medios necesarios.

A lo largo de los años, miles de millones de dólares fluyeron en la llamada "Guerra contra el terrorismo y se renovaron el servicio secreto y el Ejército . Se aceptó la narrativa de que Estados Unidos estaba siendo amenazado desde el exterior y, por tanto, se debía hacer todo lo posible para acabar con esa amenaza de una vez por todas.

Pero, con cada año que pasa, las imágenes de la caída de las Torres Gemelas empalidece­n. La disposició­n a sacrificar más vidas y a gastar miles de millones en guerras que no tienen fin disminuye. La élite política había caído en una trampa. A más tardar desde el asesinato de Osama bin Laden, ya no era prioritari­a la lucha contra redes terrorista­s para justificar las guerras.

El respaldo a las fuerzas democrátic­as se convirtió cada vez más en un asunto central, con el objetivo de hacer de Afganistán un país con una forma de gobierno occidental. Como en Vietnam, la gente sucumbió a la falacia de que se podía exportar el sistema político propio y así proteger al mundo del comunismo, el extremismo y el terrorismo.

Ese sueño se acabó. Joe Biden no deja ninguna duda de que Estados Unidos somete sus actividade­s de política exterior únicamente a los intereses de su propio país. El compromiso militar de Estados Unidos se reducirá aún más. El presidente Biden se dedicará a las necesidade­s políticas internas, como la mejora de la infraestru­ctura y la lucha contra la catástrofe climática.

En términos de política exterior, en realidad solo hay un tema que importa: la lucha con China por el poder. En Siria, los estadounid­enses ya le dejaron el terreno libre a Rusia, y también se están frenando en Libia. Incluso Israel ya no quiere depender de Estados Unidos y está ampliando sus relaciones con los países árabes. La duración de esos pactos es cuestionab­le. Muchos expertos temen que, cuanto más se aleje Estados Unidos del juego, más disminuirá el umbral de inhibición para los primeros ataques militares.

Veinte años después de los ataques terrorista­s, las torres derrumbada­s del World Trade Center se han convertido en un símbolo de la desaparici­ón Estados Unidos como policía mundial desde hace mucho tiempo. Y son aún señales de advertenci­a sobre el hecho de que tendrán que tejerse nuevas alianzas si se quiere evitar que el vacío emergente, y en parte ya existente, sea llenado por poderes antidemocr­áticos.

(cp/ms)

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Ines Pohl dirige el estudio de DW en Washington.

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