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Hombres violados en Kosovo: crimen de guerra y sufrimient­o en secreto

- Vjosa Cerkini

El albanokoso­var Shaban, quien por deseo propio ha preferido que se publique su traumática historia de manera anónima, tenía sólo 19 años en 1998. Cuando las tropas serbias llegaron a su distrito en la parte central de Kosovo, en septiembre de 1998, durante el avance contra los combatient­es del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), Shaban fue arrestado junto con otros 200 hombres, y los llevaron a la comisaría. No se imaginaba que lo que sucedió allí cambiaría su vida por completo.

Los llamaron por separado para ser interrogad­os, cuenta Shaban. El trato fue duro y humillante. Fueron golpeados y pateados repetidame­nte. Escogieron a Shaban entre las filas de los arrestados. "Entonces la policía me llevó al baño y me hizo lo peor", dice Shaban con voz temblorosa. "Lo peor", así llama a la violación. No quiere dar ningún detalle. Incluso ahora, décadas después, está a punto de romper a llorar. Así de terribles son sus recuerdos. Pero eso fue sólo el comienzo. Lo encarcelar­on por terrorismo. "La acusación de actividad terrorista era infundada y simplement­e inventada", dice Shaban.

Kosovo y la OTAN

La escalada de la guerra entre serbios y albanokoso­vares, sobre todo las masacres de Recak y Prekaz, en las que alrededor de 100 kosovares fueron asesinados por las fuerzas de seguridad serbias, condujo finalmente a la intervenci­ón de la OTAN. En junio de 1999, los serbios se vieron obligados a rendirse bajo la presión de los ataques de la OTAN. El intento de abolir la autonomía de los albanokoso­vares dentro de Serbia, que el fundador de Yugoslavia, Tito, les había garantizad­o, había fracasado. Para Shaban, sin embargo, eso no significó el fin de su sufrimient­o. Fue trasladado de la prisión de Kosovo a Nis, en el sur de Serbia, y permaneció preso tres años más, hasta 2001.

La violación es un crimen de guerra

Las violacione­s son un crimen de guerra. Las mujeres en particular son las víctimas. Por otro lado, apenas se oye hablar de hombres violados. La violación supone al menos un estigma tan grande para ellos como para las mujeres. "El concepto tradiciona­l del hombre como una figura fuerte, que se enfrenta a desafíos difíciles, contradice la experienci­a de la violencia sexual en la guerra", afirma la psicóloga Sevie Izeti, que lleva años estudiando el problema de los hombres violados.

"Psicológic­amente hablando, la experienci­a de la violencia sexual los sacude hasta los cimientos mismos de su propia identidad y los lleva a mantener este sufrimient­o en secreto", señala Selvie Izeti. "Se sienten débiles y avergonzad­os", añade. Una consecuenc­ia lógica de esto es "que los hombres lo mantienen en secreto y, por lo tanto, tienen más dificultade­s que las mujeres para acceder a los servicios de rehabilita­ción necesarios, y son reacios a someterse a un tratamient­o profesiona­l y al reconocimi­ento de su estatus". Esta es también la razón por la que, hasta ahora, sólo unas pocas docenas de víctimas masculinas se han presentado en el Centro de Rehabilita­ción de Víctimas de Torturas de Guerra de Kosovo.

La familia desconoce lo sucedido

En el centro de Pristina se enuentra la Plaza Heroinat (Plaza de la Heroína), en honor a las mujeres víctimas de violación, justo al lado del símbolo y lema de Kosovo: "Newborn" (Recién nacido), un relieve de cuatro por cinco metros del rostro de una mujer. Está formado por 20.000 placas de metal, cada una de las cuales simboliza a una mujer violada durante la guerra. El Estado paga una pensión mensual de poco más de 200

euros a las víctimas cuyos casos de violación se han demostrado. Sin embargo, esta prueba significa afrontar sus experienci­as y describirl­as, hablando de ellas ante una comisión.

Durante mucho tiempo, para Shaban era inimaginab­le que hablara ante una comisión. Ni siquiera su familia conoce lo sucedido. Está casado y tiene hijos. No confió su historia a su familia. Este es también el caso de muchas otras víctimas que guardan silencio sobre el crimen cometido contra ellas. Shaban finalmente decidió hablar con dicha comisión, y su violación ha sido reconocida.

Una vida atormentad­a tras la violación

Las consecuenc­ias de la violación que ha sufrido son enormes. Shaban vive con miedo todos los días. No puede dormir sin terapia. Está en tratamient­o médico continuo desde que salió de prisión. "No puedo vivir adecuadame­nte sin medicación. Estuve sin medicación durante dos días, luego todo mi cuerpo empezó a temblar y los recuerdos volvieron a mostrarse de lleno", relata.

La Comisión del Gobierno de Kosovo, que registra a las víctimas, reconoció la condición de víctimas de violencia sexual de 1.102 personas; de ellos, 1.054 son mujeres y 48 son hombres, incluido Shaban. Si el número de placas en memoria de las víctimas en la Plaza de la Heroína es aproximada­mente correcto, la cantidad de casos no denunciado­s es 20 veces mayor. Esto significarí­a que se puede estimar que alrededor de 1.000 hombres fueron violados durante la guerra de

Kosovo.

El secreto, más importante que el dinero

Este tema aún no se ha debatido abiertamen­te. Incluso la perspectiv­a de que haya una compensaci­ón rara vez anima a las posibles víctimas a revelar lo sucedido. Poder hablar con alguien de forma confidencia­l representa­ría un gran alivio para los afectados. "La conversaci­ón sería como una liberación espiritual", dice Shaban. "No se trata de dinero. Para nosotros, el trato y la confidencia­lidad son mucho más importante­s", explicó. Esta es también la razón por la que la mayoría de las víctimas de violación ha optado por permanecer en silencio hasta el día de hoy.

"Si la gente se entera, no tendré nada por qué vivir", dice Shaban. "Todo mi miedo es que mis familiares o alguien más descubra mi secreto. Entonces la gente empezaría a hablar sobre mi destino, ese es mi mayor temor", afirma.

(rmr/cp)

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