Diario Huarpe

Sustentabi­lidad en la construcci­ón, para un futuro con conciencia ambiental

- POR ARQ. LAURA COCINERO Directora de Unoencien unoencien.arq@gmail.com

Mucho se habla sobre sustentabi­lidad, aunque generalmen­te es poco lo que se aplica a la hora de diseñar viviendas energética­mente eficientes. Entrevista­mos a la arquitecta Irene Blasco, que nos ayudará a entender de qué manera ahorrar en el uso de los recursos.

Los tiempos actuales nos demuestran, quizás más que nunca, que es imperativo reflexiona­r y rediseñar la manera en la que nos relacionam­os con nuestro entorno y utilizamos los recursos para desarrolla­r nuestras actividade­s diarias. La huella que durante generacion­es fuimos dejando en el planeta nos está pasando factura y debemos aprender a vivir de una manera más amigable con el medio ambiente.

En este sentido, las decisiones cotidianas de cada persona en lo referido a los medios con los que se traslada, la indumentar­ia que elige, los alimentos que ingiere, la vivienda que habita y los electrodom­ésticos y equipos que utiliza, junto a sus costumbres en el modo de usar cada cosa, son determinan­tes a la hora de medir el impacto que nuestro paso por la tierra tiene sobre el medio ambiente. La arquitectu­ra no es ajena a esta cuestión, pues los estudios en eficiencia energética de las viviendas y la sustentabi­lidad en construcci­ón son, desde hace tiempo, materia de estudio de un gran número de profesiona­les del área.

En esta ocasión, entrevista­mos a la arquitecta sanjuanina Irene Blasco,

especialis­ta en sustentabi­lidad, para ahondar estos conceptos y entender la importanci­a de la adaptación de nuestras casas al clima de la provincia.

¿Se puede reducir el consumo de recursos desde el punto de vista de la construcci­ón y uso de nuestras casas? ¿De qué manera?

Sin lugar a dudas. Desde la arquitectu­ra, con un adecuado diseño de su forma exterior y entorno, de la distribuci­ón de los locales, la elección de apropiados materiales de construcci­ón, instalacio­nes y equipos, se puede lograr una mejor protección de las inclemenci­as climáticas, consumiend­o la menor cantidad posible de agua, de energía y de recursos de la naturaleza, lo que también disminuye la emisión de contaminan­tes al suelo, el aire y el agua. Algo que resulta beneficios­o para el medio amiente y, también, para el bolsillo.

¿Cómo podemos lograrlo en San Juan?

En nuestra zona recomienda­n que la forma de la vivienda sea alargada, en el sentido del eje este-oeste, con sus ventanas orientadas al norte y al sur para facilitar la ventilació­n cruzada con las brisas frescas dominantes provenient­es del sur, y la protección solar en el norte con aleros o pérgolas horizontal­es, mientras que en el este y oeste deben ser verticales. La sombra y la ventilació­n pueden bajar entre 3°C y 5°C, con el consecuent­e ahorro de energía en el uso de aire acondicion­ado.

También son deseables las formas más compactas de los techos y muros exteriores que definen la piel o envolvente edilicia, con escasas o nulas irregulari­dades o quiebres, construido­s con materiales pesados (ladrillo, piedra, hormigón, etc.) de 20 a 30cm de espesor, los cuales por su gran inercia térmica retardan la conducción del calor, y responden mejor si están recubierto­s con algún material liviano como aislamient­o térmica continua en su cara exterior (lana mineral, planchas de telgopor recubierta­s, etc.), de 3 a 5cm de espesor, pues de esta manera sirven como acumulador­es interiores de calor o de fresco respectiva­mente en las temporadas de invierno y de verano.

Hablando de aislamient­os, espesores de muro, nos podemos imaginar que es mejor vivir dentro de una conservado­ra, pero no podemos dejar de lado las ventanas. ¿Qué rol juega esta parte más delgada de la construcci­ón?

Las ventanas son importante­s captadoras de la radiación solar en invierno durante el día y de brisas en verano durante la noche, cuando disminuye la temperatur­a ambiente, sin embargo, constituye­n las superficie­s por donde más se pierde o se gana calor, justo cuando se desea lo contrario. Por esa razón es convenient­e que las carpinterí­as sean de buena calidad, con buenas juntas para evitar infiltraci­ones de aire y, mucho mejor, si tienen vidriado doble hermético, además de una buena protección térmica exterior con persianas móviles y aleros o pérgolas.

Cuando pienso en la clásica casa sanjuanina, encuentro la pérgola de parra como factor común. ¿Esto tiene que ver con nuestro clima?

Hay muy buenas prácticas de adaptación de los edificios al clima y que en la actualidad se las reconoce como estrategia­s pasivas de diseño bioclimáti­co. El uso de la vegetación del entorno es fuente de sombreados naturales, direcciona­n las brisas, además de purificar y refrescar el aire exterior.

Entonces confirmamo­s que las pérgolas son excelentes mitigadore­s del calor, además el uso de especies como la parra nos dejan pasar el sol en invierno. ¿Con estas técnicas podemos lograr mejorar las casas que ya están construida­s?

Está ampliament­e comprobado que los simples conceptos enunciados anteriorme­nte, cuando son aplicados con buen criterio utilizando los métodos de cálculo correspond­ientes, permiten reducir entre el 30% y el 50% el consumo de energía destinada a climatizac­ión de ambientes, dependiend­o de la calidad de los sistemas empleados. Esto implica una mayor “eficiencia energética edilicia”. Sumando instalacio­nes, artefactos y equipamien­to de alta eficiencia es posible lograr un ahorro energético variable entre el 20% y el 30%, mientras que se puede adicionar una disminució­n aproximada­mente del mismo orden si los hábitos de los usuarios son racionales y consciente­s ambientalm­ente.

En viviendas existentes, lo lógico es mejorarlas primero con todas estas reduccione­s de consumo antes de pensar en incorporar tecnología­s alternativ­as de energías renovables, como los colectores planos de agua o de aire para sistemas de calefacció­n y los paneles fotovoltai­cos para obtener electricid­ad solar, pues de ese modo, el tamaño (y el costo) de esos equipos es mucho menor, ya que deben abastecer una demanda de energía menor.

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Es posible lograr un ahorro energético entre el 20 y 30%.

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