Se recibió de enfermera y 9 años luego volvió a Usno para cuidar de su gente
Natalia Ortiz se recibió en el 2003, pero el amor por su tierra la hizo regresar al pueblo de Valle Fértil en 2012, donde hoy es la enfermera de 500 personas.
La mayor de cinco hermanos. La única mujer y la primera de su pueblo en dejar el terruño para buscar el título como enfermera universitaria. En medio de mucho sacrificio por venir de una familia humilde, Natalia Ortiz se recibió y comenzó el camino de la vida profesional. Durante muchos años trabajó para el hospital departamental de Valle Fértil, pero su corazón seguía estando en Usno, lugar donde nació. Desde el 2012 es la encargada de “curar”, como ella dice, a los 500 habitantes de su lugar en el mundo.
“Empecé a estudiar en La Rioja en el 2000. Llegó el 2001 y con la crisis del país pensé que iba a tener que abandonar, pero mis papás me sostuvieron. Con la venta de chivitos de papá y el pan de mamá pude pagar el alquiler y las fotocopias de los apuntes, con el resto me iba dando vuelta”. Así comenzó contando su historia “Naty”, como le dicen todos en el pueblo, a DIARIO HUARPE.
La mayor de cinco hermanos y única mujer de la familia, siempre supo lo que era el sacrificio, incluso antes de comenzar a estudiar, cuando ya su vocación estaba definida, pero la economía no ayudaba. “Terminé el secundario en el ‘96, pero en ese momento no se podía costear una carrera. Trabajé durante cuatro años, ahorré y recién ahí me fui”, aseguró.
En tiempo y forma, Natalia concluyó con sus estudios y fue cuando regresó a ejercer en el departamento.
Durante muchos años formó parte del hospital de Valle Fértil, pero su corazón seguía estando en ese pueblo a sólo 35 kilómetros de distancia, pero carente de alguien que se encargara de la salud. Los 500 habitantes de Usno la necesitaban.
Fue así que finalmente en 2012 se instaló definitivamente como la primera enfermera universitaria del
lugar. En su salita, Natalia ayudó a más de una mamá a traer a sus hijos al mundo, a los más ancianos con sus medicamentos, a los más chicos con las vacunas y a algún vecino accidentado.
“Los conozco a todos, con sus nombres y apellidos, los medicamentos que toman, las patologías, fechas de nacimiento. Hasta los números de
DNI me sé”, contó entre risas la mujer de 45 años.
Natalia cuenta que la relación con cada uno de los habitantes del lugar es especial, comparten un vínculo que va más allá de la relación paciente-profesional. Ella asegura que es la consejera, la amiga y a la que todos van cuando algo no anda bien. “Estoy de licencia y aun así pasan por mi casa y me piden por su medicación. Estando en La Rioja con mi hija me llamaron por un parto y desde acá estuve coordinando la llegada y el traslado en la ambulancia desde el pueblo hasta el hospital del Valle”, comentó orgullosa de tener ese nivel de confianza con sus pacientes.
Por fortuna el sistema de salud en el pueblo poco a poco fue creciendo y hoy Natalia ya no está sola. “Hoy cuento con un agente de salud y personal de administración en la salita de Usno, pero al principio fue ponerme el pueblo al hombro”, remarcó.