El Cronista

Datos útiles

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de actividade­s que ofrece la Comarca de los Alerces, que también incluye a Trevelin, el pintoresco pueblo galés, y el Parque Nacional Los Alerces, entre otros sitios paradisíac­os.

Como la mayor parte de los destinos turísticos, Esquel también cuenta con una serie de puntos imperdible­s para conocerlo a fondo. La Trochita, oficialmen­te Viejo Expreso Patagónico, aún hoy funciona sobre vías de apenas 75 centímetro­s de ancho y ofrece un placentero recorrido turístico de 29 kilómetros hasta la Estación Nahuel Pan. Asimismo, a media hora de Esquel, el pueblo de Trevelin (pueblo del molino en idioma galés) ofrece atraccione­s como el museo local, la Tumba del Malacara (un caballo heroico) y casas de té donde comprar la famosa torta galesa. Para los aficionado­s a los deportes de nieve, La Hoya es uno de los centros de esquí con mejor calidad de nieve del país y sus caracterís­ticas de diseño y seguridad son ideales para toda la familia. Una de las mejores formas de apreciar la naturaleza circundant­e es acercarse hasta la Laguna Zeta, ubicada detrás de una forestació­n de pinos a sólo cinco kilómetros de la ciudad. Es una excursión corta que puede realizarse en auto, caminando, en bicicleta o a caballo desde la Avenida Fontana, en el centro de Esquel. Otro de los puntos más espectacul­ares es el Alerzal Milenario y sus alerces de más de 3000 años de edad. Para llegar a ellos, se embarca en el Puerto Limonao, en el Lago Futaluafqu­en, que es atravesado para luego remontar el Río Arrayanes. Allí se recorre a pie un sendero a orillas del Río Menéndez hasta arribar a Puerto Chucao, de donde parte otra embarcació­n hasta el destino final.

Otra de las excursione­s más interesant­es es el trekking entre el Arroyo Colehual y el Lago Verde, un espejo de agua de colores imperdible­s, ■ La Trochita: www.latrochita.org

■ Trevelin: www.trevelin.org

■ La Hoya: www.camlahoya.com.ar

■ Laguna Zeta y otras atraccione­s naturales: www.esquel.gov.ar

■ Parque Nacional Los Alerces: www.parquesnac­ionales.gob.ar

■ ¿Dónde alojarse? Al pie de la cordillera, el hotel (www.lasbayasho­tel.com) es una de las mejores opciones para dormir en la ciudad. Para grupos familiares, una muy buena alternativ­a es el complejo de cabañas (www.delsurapar­t.com.ar).

en el Parque Nacional los Alerces. Si se busca aún más aventura, en la misma zona del parque se puede hacer flotación entre los lagos Rivadavia y Verde, bajando por el río Rivadavia, una experienci­a única.

Un refugio en las alturas

Entre todos los paseos y excursione­s que se pueden realizar en el Parque Nacional los Alerces, hay una que convoca especialme­nte a todas las parejas amantes de la naturaleza y la aventura.

El cerro Cocinero está ubicado en el Cordón de Situación, al sur de Villa Futalaufqu­en, y mide 2340 metros de altura. Alcanzar su cumbre no es sencillo, es necesario el equipo, la experienci­a y estar dispuesto a transpirar durante unas tres o cuatro horas de subida entre bosques de lengas, cipreses y maitenes. Antes de emprender el viaje hay que avisar en el Centro de Informes del parque, donde además se reserva el alojamient­o, porque el refugio no se comparte con otros grupos, es privado e íntimo, perfecto para ocasiones especiales. Aniversari­os, cumpleaños y lunas de miel son sólo algunas de las excusas para pasar una noche de aventura y soledad en el Cocinero.

La travesía empieza recorriend­o ocho kilómetros desde Esquel en dirección sur hasta llegar al cruce sobre el arroyo Rañito; allí comienza la senda que en todo el trayecto está muy bien señalizada. Primero va bordeando el arroyo, luego se distancia de él por un tiempo considerab­le hasta que finalmente lo cruza una hora antes de llegar al refugio. A partir de allí, la subida se hace más pronunciad­a, pero al llegar a destino todo el esfuerzo queda atrás y aparece el paraíso. Como en un cuento, una casita de madera se levanta junto a un arroyo igualmente pequeño, la escenograf­ía es un gran anfiteatro, coronado por la cumbre del cerro, sus nieves y el cielo diáfano de las alturas.

Una salamandra, una mesa, dos bancos y dos colchones son todo lo que se necesita para vivir en el Cocinero. Si bien las noches suelen ser sumamente ventosas, cuando el cielo está despejado es imperdible sentarse en el banco que está junto al refugio para mirar las incontable­s estrellas que maravillan a sus espectador­es.

Cuando empieza el nuevo día, los montañista­s expertos ascienden a la cumbre del cerro para acceder al glaciar del Cocinero. El resto de los turistas prefieren caminar hasta alguno de los filos para apreciar las vistas del río Desaguader­o, el lago Futalaufqu­en, el cerro La Torta y la laguna Terraplén. Luego de un desayuno contundent­e, es tiempo de emprender la retirada y volver a la ciudad, a reencontra­rse con el resto de la gente y sonreír al recordar esas horas de soledad en medio de la inmensidad. ■

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