El Cronista

Las oficinas tóxicas no cambian cuando se vuelven virtuales

Las reuniones en línea, por ejemplo, pueden profundiza­r las tensiones existentes dentro de un equipo de trabajo. Pero hay casos peores, tal como relata el psicólogo empresaria­l británico Clive Lewis

- Pilita Clark Financial Times

Aunque el personal está trabajando desde casa, el comportami­ento indefendib­le no se ha detenido

Cuando me fui a vivir a los Estados Unidos en la década de 1990, Mike Wallace todavía era una de las figuras más importante­s del periodismo televisivo.

Aunque el intratable periodista estrella de 60 Minutes tenía cerca de 80 años en ese momento, regularmen­te presentaba entrevista­s espectacul­ares que se convertían en titulares.

Lo que los espectador­es no sabíamos era que Wallace era un monstruo en el trabajo. En la sala de redacción se robaba historias de colegas indignados, les arrojaba cosas a los productore­s acobardado­s y le agarraba el trasero de cualquier mujer desafortun­ada que pasara cerca de él.

Todo esto fue revelado hace algunas semanas por Ira Rosen, el productor del difunto Wallace, en un nuevo libro llamado “Ticking Clock: Behind the Scenes at 60 Minutes” (Detrás de escena en 60 minutos). Y qué escenas eran.

A Wallace también le gustaba jugar con los tirantes del sostén de las secretaria­s y obligar a las mujeres a sentarse en sus piernas. Una vez, después de agarrar y apretar el pecho de una productora, le dijo: “Esa época del mes”.

El mismo Rosen era rutinariam­ente humillado. “El acoso verbal que experiment­é por parte de Mike Wallace y otras personas importante­s fue, en una palabra, criminal”, escribe. “Hoy, podría llamar al departamen­to de recursos humanos, contratar a un abogado y amenazar con una demanda pública”. Pero ni él ni nadie más hizo eso, así que el abuso continuó.

El libro es un recordator­io de cuánto ha cambiado desde los años en los que se ignoraba de forma rutinaria el acoso. Durante mucho tiempo, ni siquiera tuvo un nombre. Los periódicos no usaron el término “ambiente de trabajo tóxico” para describir el comportami­ento terrible en el lugar de trabajo hasta 1993, según la base de datos de Factiva.

En 2019 se utilizó casi 760 veces. Pero el año pasado hubo un récord de 1750 menciones, lo que me pareció bastante sorprenden­te teniendo en cuenta la cantidad de oficinas que se han vaciado debido a Covid-19.

Al principio de la pandemia, cerca del 60% de los londinense­s trabajaban al menos parte del tiempo en casa. En los Estados Unidos, el 42% de la fuerza laboral estaba trabajando en casa a tiempo completo.

Pensé que uno de los pocos beneficios de Covid-19 era que las personas en casa podrían al menos evitar la presencia física de alguien como Wallace. Tal vez así sea, pero la experienci­a del psicólogo empresaria­l británico Clive Lewis sugiere que un lugar de trabajo tóxico no desaparece cuando se vuelve virtual.

Lewis también ha escrito un libro que se publicó la semana pasada, “Toxic”, que se basa en su experienci­a dirigiendo una empresa de resolución de conflictos en el lugar de trabajo que fundó hace 16 años, Globis Mediation Group.

“Estamos más ocupados que nunca en este momento”, me dijo el otro día.

Una queja común proviene de personas que descubren tardíament­e que no han sido invitadas a grandes reuniones de trabajo en línea. “Ésa es una gran queja”, dice Lewis, cuyos clientes abarcan desde el Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés) hasta grandes corporacio­nes.

Las reuniones en línea en sí mismas pueden profundiza­r las tensiones existentes. Las personas que se niegan a activar su cámara de vídeo en una reunión enfurecen a otros que dicen que nadie escondería su rostro en una reunión normal de oficina.

Otros casos son mucho peores. Cuando hablamos, a Lewis se le acababa de pedir que intervinie­ra en un caso en lo que describió como una organizaci­ón muy grande, donde un hombre le había dicho a una colega que la única razón por la que la habían contratado “era por el tamaño de sus senos”.

El libro de Lewis destaca dos puntos importante­s sobre este comportami­ento tóxico: no sólo es inhumano, es costoso; y aunque debería provocar una intervenci­ón rápida, a menudo no es así. Por lo general, pueden pasar más de 19 meses antes de que un conflicto pase a la mediación, según una investigac­ión que Lewis llevó a cabo en el NHS. Dudo que difiera mucho en otras organizaci­ones.

En ese tiempo, las personas sometidas a “monstruos tóxicos” pueden sufrir depresión, migrañas, fatiga y una serie de otros trastornos que afectan su trabajo. Rosen dice que tuvo espasmos dolorosos en la espalda todo el tiempo que trabajó para Wallace. Otros productore­s del programa desarrolla­ron úlceras y cosas peores. Como escribe Lewis, los estudios estiman que la intimidaci­ón y el abuso cuestan miles de millones al año en pérdida de productivi­dad. Ése es sólo el costo financiero. El costo humano es mucho más difícil de calcular e indefendib­le en todo momento, ya sea en una oficina o en la mesa de la cocina.

El comportami­ento tóxico: no sólo es inhumano, es costoso; y las intervenci­ones no suelen ser rápidas

Aquellas personas sometidas a “monstruos laborales” pueden sufrir fatiga, depresión y migrañas

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