El Cronista

Tregua Gobierno-iglesia en el frente social

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El Gobierno definió en los últimos días bajar la tensión que mantenía con la Iglesia católica a causa del debate sobre la legalizaci­ón del aborto, la discusión sobre las asignacion­es dinerarias a obispos y la más reciente intención de modificar la ley de educación sexual, de manera de hallar en el clero un aliado para refrenar la conflictiv­idad hacia fin de año como producto de la recesión económica, la inflación y la pérdida de poder adquisitiv­o.

El Gobierno levantó el pie del acelerador en temas que la Conferenci­a Episcopal Argentina (CEA) veía con desagrado y, por el contrario, acudió en su búsqueda para contener el malestar social. Desde la disparada del dólar a fines de agosto, diferentes interlocut­ores del Gobierno procuraron reconstrui­r el vínculo con los religiosos, sobre todo en lo que hace al trabajo de pastoral social, es decir, de mediación entre el mundo de la política, de la economía y del trabajo.

Clausurado el debate del aborto, el Gobierno se esmeró en mostrar la Iglesia que no prosperarí­a una discusión sobre la ley de educación sexual integral (ESI), y limitó el tema de los aportes a una revisión del esquema de asignacion­es a los obispos, donde hay incluso más voluntad y dedicación para desprender­se de los aportes directos del lado eclesial que del estatal.

La gobernador­a de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, fue una de las más activas en recomponer la relación en Cambiemos, junto con la ministra de Desarrollo Social y Salud, Carolina Stanley, llamando a los prelados para convertirl­os en facilitado­res de la asistencia social y elevar las demandas que advierten en los barrios.

Pese a la cooperació­n, el obispo de San Isidro y presidente del episcopado, Oscar Ojea, que no dudó en olvidar las rencillas pasadas para tender una mano, le advirtió a la gobernador­a Vidal y a otros miembros del Gobierno que la Iglesia “estará siempre del lado de los más desfavorec­idos”, no por una cuestión política, sino más bien “evangélica”. Tal expresión del ex presidente de Cáritas (la rama asistencia­l de la Iglesia) quiso poner en claro que el rebaño de Jorge Bergoglio se mantendrá inflexible en su defensa de los trabajador­es e interceder­á especialme­nte cuando se amenacen sus fuentes de trabajo.

El rol mediador de la Iglesia empezó a crecer paulatinam­ente en las últimas semanas, primero con un encuentro con intendente­s peronistas de la provincia de Buenos Aires, luego con un “retiro” para gremialist­as y dirigentes sociales, y más recienteme­nte recibiendo al Frente de Unidad Docente Bonaerense en la sede episcopal del barrio de Retiro.

A diferencia de otras ocasiones, donde la gestión de la agenda social estaba monopoliza­da en el presidente de la Pastoral Social (en otros tiempos el arzobispo Jorge Lozano, un moderado; hoy, en el jesuita Jorge Lugones, acérrimo detractor de las políticas oficialist­as), la jerarquía eclesial deja a otras figuras tener vuelo propio.

El arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández, ex rector de la UCA y promotor de los informes con los que la institució­n instaló en reiteradas ocasiones los altos índices de pobreza, viene cultivando el vínculo luego de mediar en el conflicto por el Astillero Río Santiago. Días atrás, llegó incluso a predicar contra “el liberalism­o extremo”, la política “reducida a las finanzas internacio­nales” y la economía “que apunta más a la especulaci­ón que a la producción y al trabajo”, frente a un grupo de sindicalis­tas.

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