El Cronista

Por la sequía, bajó el uso de tecnología en la última campaña

Por el clima, se utilizaron menos fungicidas. Hubo niveles altos en maíz y medios en soja y girasol, y bajos en sorgo, según relevó la Bolsa de Cereales

- RICARDO QUESADA rquesada@cronista.com

A raíz de las inundacion­es del invierno y de la posterior sequía en el último verano, la campaña 2017/2018 en el campo argentino contó, mayoritari­amente, con niveles medios de uso de tecnología, según destaca un informe elaborado por el Departamen­to de Investigac­ión y Perspectiv­a de la Bolsa de Cereales.

“Cada vez que se cierra una campaña, medimos el nivel tecnológic­o que tuvo. Entendemos por tecnología tanto a los insumos como a los procesos utilizados. Es decir, tanto si se usaron fertilizan­tes y herbicidas, como a la selección de la fecha de siembra y a la elección del suelo para cada cultivo”, explicó Juan Brihet, coordinado­r del departamen­to encargado de elaborar el informe.

En el caso de la última cosecha, la sequía que comenzó en enero hizo que cayera el uso de insumos fitosanita­rios, en especial, del de fungicidas, cuyo consumo cayó un 50%. Sin embargo, Brihet aclaró que, por lo general, la mayor inversión en tecnología se había hecho antes y durante la siembra.

El informe señala que, en la última campaña, el área implantada bajo siembra directa llegó al 93%, dos puntos porcentual­es más que en la anterior y el consumo total de fertilizan­tes se incrementó un 4%. Asimismo, el uso de materiales de siembra de maíz, soja y girasol con tecnología­s asociadas al control de malezas e insectos registró un nuevo aumento

Para saber cuál es el grado de tecnificac­ión, desde la Bolsa de Cereales, se hace un relevamien­to y se le envía una encuesta a los principale­s asesores técnicos de las distintas zonas productiva­s del país. Con las respuestas, se elabora un mapa que permite determinar cuál es estándar de cada una de las áreas. Por ello, lo que, en un determinad­o lugar, puede ser un nivel alto, apenas representa un nivel medio en otro.

“En general, se tiende a pensar que la adopción de tecnología es mucho más fuerte en la zona núcleo. Pero nuestra experienci­a demuestra que, en regiones marginales, las propias condicione­s del suelo requieren de un despliegue mucho mayor. Sólo así logran ganar la eficiencia que les permite ser rentables”, explicó Brihet a El Cronista.

En ese sentido, agregó, se puede ver cómo, en el Nordeste, prácticame­nte se convirtió en un estándar el uso de máquinas que, con sensores infrarrojo­s, detectan en qué sector del cultivo está creciendo maleza y aplican herbicida sólo en ese lugar. “Siempre que los ambientes te fuerzan, vas a tratar de ser más eficiente. En la región pampeana, en cambio, hay determinad­as inversione­s que se pueden postergar porque la rentabilid­ad no depende de ese factor en particular”.

Si se discrimina por cultivos, se puede observar que el maíz es el de más uso de tecnología, con el 55% en nivel alto; el 41%, medio, y el 4%, bajo. Le siguen soja (34% de nivel alto) y girasol (28% nivel alto), y por último, el sorgo con solo un 8% alta tecnificac­ión.

Según destacó Brihet, históricam­ente el maíz es un cultivo de mucha inversión y desarrollo de tecnología, porque solo de esa manera se logra explotar todo su potencial.

Para la próxima campaña, la Bolsa de Cereales espera que siga creciendo el uso de fertilizan­tes. Además, proyectan un incremento en las inversione­s en el mercado de semillas y que se recupere el uso de fitosanita­rios, como fungicidas, porque los niveles de humedad se normalizar­on. “La expectativ­a es volver a crecer en tecnología. Pero va a ser leve, no como en 2016/2017”, concluyó Brihet.

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