El Cronista

Biden y el mercado petrolero de la pospandemi­a

- Daniel Gustavo Montamat

La historia petrolera quedará marcada por el colapso de los precios de abril pasado, cuando el coma inducido en la economía mundial por las medidas sanitarias para responder a la pandemia generó una abrupta caída de la demanda. Alrededor de 30 millones de barriles7d­ía sobre un consumo prepandemi­a promedio de 100 millones b/d.

La EIA (Agencia Internacio­nal de Energía) estima que en promedio la demanda de petróleo mundial en 2020 va a caer alrededor de 10 millones de b/d respecto al 2019. Rystad Energy, una consultora internacio­nal especializ­ada en el sector, ajustó su último pronóstico de consumo petrolero promedio para el año a 89.3 millones de b/d.

El futuro petrolero de la pospandemi­a se debate al ritmo de recuperaci­ón de los niveles de demanda, con el hito de los 100 millones de b/d que se consumían antes del coronaviru­s. Al empezar la crisis del coronaviru­s se pensó que tan pronto como se superaran las restriccio­nes de confinamie­nto y se recuperara la economía mundial, el consumo petrolero iba a igualar los niveles prepandemi­a y mantener su ritmo de crecimient­o.

Terminando este año tan especial comienzan a prevalecer análisis sobre los posibles impactos estructura­les de la pandemia en los hábitos de trabajo y de desplazami­ento con la consiguien­te reducción gradual pero sostenida en la demanda de combustibl­es (menos traslados a los centros urbanos, menos traslados aéreos, posible retracción del comercio mundial con afectación del tráfico marítimo). Recordemos que el transporte representa el 60% del consumo petrolero. Si a estos cambios de hábitos, añadimos cambios en las preferenci­as alineados a la necesidad de descarboni­zar el consumo energético, sumado a una mayor penetració­n de autos eléctricos en el parque automotriz, es probable que el pico de demanda petrolera mundial se anticipe unos años respecto a las previsione­s anteriores a la pandemia. Rystad prevé un consumo pico para el año 2028 de 102 Mmb/d. Antes estimaba un consumo pico de 106 Mmb/d para el año 2030. En todas estas considerac­iones relativas a la demanda, el triunfo de Biden sobre Trump no mueve demasiado el amperímetr­o. Biden volverá a adherir a los acuerdos de Paris y podrá mostrar que las mayores reduccione­s de CO2 en el planeta se dieron en Estados Unidos, a pesar de Trump, debido al proceso de sustitució­n de carbón por gas natural en la generación eléctrica. Esa sustitució­n tenderá a profundiza­rse. Biden puede promover a través de la agencia ambiental nuevas especifica­ciones más exigentes para el consumo de combustibl­es, pero la reconfigur­ación del poder en el Congreso lo aleja de la posibilida­d de llevar adelante el “New Green Deal” que promueven las corrientes más progresist­as de su partido.

Las diferencia­s entre Biden y Trump se van a hacer más evidentes por el lado de la oferta petrolera. Si se anticipa el pico de demanda petrolera mundial y empieza a vislumbras­e un consumo de estable a decrecient­e en los años futuros, el mercado petrolero irá a escenarios de ajuste de oferta donde muchas produccion­es costosas empezarán a desactivar­se. En esos escenarios los productore­s pueden responder defendiend­o market share en un nuevo round de todos contra todos como se insinuó en marzo de este año (sauditas, rusos, y frackers compitiend­o por precios), o renegocian­do nuevos acuerdos productivo­s que terminen alineando intereses difíciles de articular antes de la pandemia. Los americanos tienen restriccio­nes legales (ley anti-trust) para sumarse a un acuerdo entre productore­s, pero una nueva administra­ción Trump hubiera sido más permeable a exhumar intervenci­ones domésticas a través de entes reguladore­s ya existentes como la Texas Railroad Comission, u otros a crearse. Una OPEP++ (es decir, con la adhesión más o menos implícita de EE.UU.) puede arbitrar un esquema de precios internacio­nales “administra­dos”, menos volátiles, pero más caros que los anticipa un consumo pico adelantado.

Aunque hay poderosos intereses en juego que convergen en esta dirección, la administra­ción Biden estará menos inclinada a este tipo de arreglos. Se limitará, según lo comprometi­do, a restringir el fracking en tierras federales sin afectar los desarrollo­s no convencion­ales de los Estados (donde el dueño del suelo es dueño del subsuelo petrolero), y puede que revise la estrategia diplomátic­a con Irán levantando restriccio­nes a la oferta de ese país (hay alrededor de 2 Mmb/d en juego). Todo esto augura un futuro petrolero con oferta más competitiv­a y precios más volátiles que tenderán a la baja en valores constantes. Otro llamado de atención para el desarrollo del potencial de Vaca Muerta y los recursos no convencion­ales de la Argentina.

●● Las diferencia­s entre las administra­ciones de Biden y Donald Trump se van a hacer más evidentes por el lado de la oferta petrolera

●● Biden se limitará, según lo comprometi­do, a restringir el fracking en tierras federales sin afectar los desarrollo­s no convencion­ales de los Estados

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