El Cronista

El único que cerro la grieta fue Maradona

Horacio Riggi Subdirecto­r Periodísti­co

- Horacio Riggi hriggi@cronista.com

Una Casa Rosada desbordada, una Plaza de Mayo con represión y una grieta que no se cierra

Un país conmovido despidió a Diego Armando Maradona. La noticia de su muerte no sólo generó lágrimas, bronca e impotencia. Se sintió en el mundo, es cierto, pero en la Argentina hizo un cráter. Pero Maradona, el mejor jugador de fútbol de la historia, el inigualabl­e, el de los goles a Inglaterra, el de la “mano de Dios” tomado como revancha popular por el “despojo” de Malvinas, y el segundo, que fue tal obra de arte que merecía valer por dos, o el del pase al Hijo del Viento para que convirtier­a el gol del triunfo nada menos que a un Brasil que sólo merecía ganar, pero que perdió luego de ese jugadón, con tobillo hinchado incluido, del Diez. O el Maradona amado por Nápoles ya que por primera vez logró que “el sur exista”, o el que te hacía levantar a las 4 am para escuchar por la radio los partidos del Mundial Juvenil de Japón, que llevaron a la Argentina a lograr su primera Copa del Mundo en esa categoría. O el del 86, que logró vencer a los Alemanes y también salir campeón. El que lloramos todos en el 90, porque el que no había salido campeón era Maradona. O el del llanto del 94, porque “al Diego” le cortaron las piernas, pero a los argentinos, las alas. El que discutió, el que se peleó, el que tuvo una vida a mil, con errores y aciertos, con hijos, con amigos. El que salió de Fiorito y que una vez declaró que cuando era pibe y cruzaba Puente Alsina soñaba que era París. Ese Maradona, era la Argentina. Con él, nos morimos un poco todos los argentinos, porque a todos, de alguna manera, nos representó. Desde su muerte, sólo unos pocos se animaron a criticarlo y muchos que lo criticaron ahora lo lloran. Porque si hay algo que logró “el Diego” fue, por unos instantes, cerrar la grieta. Ayer, en el velorio en las inmediacio­nes de la histórica Plaza de Mayo, dos hinchas de Boca y uno de River lloraban desconsola­dos y abrazados. Peronistas, radicales, partidario­s de derecha y de izquierda también lloraron a Maradona. Maradona nos dio alegrías a la inmensa mayoría de los habitantes de esta tierra que disfrutamo­s del deporte más popular. Logró ser de todos, más allá de sus contradicc­iones, de sus errores, de sus guerras internas, de sus amigos, enemigos y de sus amores. Lo injustos que fuimos con Maradona es propio de lo que muchas veces somos como argentinos. Exigimos 10 y el único 10 fue él en lo que hacía. Los argentinos volvimos a reprobar un examen. Por momentos, el velorio fue un caos. No lo supimos organizar. Afuera desmanes y represión. No nos supimos comportar. Y por si faltaba algo, culpas repartidas en la política. Maradona logró que hinchas de Boca y de River lloren abrazados, está claro que la grieta, que tanto mal le hace a la Argentina, no la generó, ni la genera Maradona.

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