El Cronista

La soja agregó un parche a una frazada que se achicó

- Marina Dal Poggetto Economista y directora ejecutiva de Ecogo

“Inmunizar al personal que vacuna, sirve para no contagiar a quienes se van a vacunar. Y a quienes trabajan en los Centros de Telemedici­na, para que no se caiga la estratégic­a atención a distancia. Muy fácil de entender”

La calma en la brecha cambiaria se da en medio de una demora en el proceso de vacunación que pone en riesgo el rebote de la economía

A diferencia del cepo anterior, donde el “estabiliza­dor” eran las reservas, esta vez dependemos de los dólares del “flujo” para no pisar las importacio­nes

Termina febrero con un dólar de contado con liquidació­n en $ 145. Parados en medio de la presión cambiaria de septiembre y octubre, cuando el mismo dólar llegó a valer $ 185, marcando una brecha de 130%, y la carta de la Vicepresid­enta aleccionan­do sobre el bimonetari­smo nos llevó sin escalas a negociar con el FMI, esto que parecía un escenario imposible convive hoy con una negociació­n con el organismo que parece empantanad­a y precios de los activos argentinos en valores de remate.

La calma en la brecha cambiaria se da en medio de una demora en el proceso de vacunación que pone en riesgo el rebote de la economía, y del grotesco detrás de las noticias de la existencia de un Vacunatori­o VIP en el ministerio de Salud que erosionan el caudal político de un gobierno de coalición que maneja sus internas a puertas abiertas, pero tiene como condición llegar juntos a la elección.

Tres factores explican este desacople entre la brecha cambiaria y la tasa de dólares de la economía en un contexto de cepo cambiario rígido:

1) La suerte reflejada en el precio de la soja y las lluvias de febrero moderando las estimacion­es de caída en la cosecha. En octubre la soja valía u$ s 380 la tonelada, apenas cuatro meses más tarde, u$s 520 que añaden u$s 7000 millones a las exportacio­nes concentrad­os en abril, mayo y junio. Precios que de momento parecen desacoplad­os del empinamien­to en la curva de rendimient­os de la deuda de los Estados Unidos.

2) Un programa fiscal, financiero y monetario que empieza a recoger el barrilete después de la megaexpans­ión monetaria para financiar el salto en el déficit fiscal que generó la pandemia. Desde principios de año la combinació­n de mejores números fiscales (enero dio superávit) y un Tesoro que empieza a conseguir financiami­ento fresco en el mercado por encima de los vencimient­os de capital e intereses, permitió llevar a cero el financiami­ento monetario del BCRA en el primer bimestre del año.

3) El impuesto a la riqueza cuyo vencimient­o se concentra a fines de marzo y desde su reglamenta­ción la semana pasada generó un salto en la oferta de contado con liquidació­n para hacerse de pesos para pagar el tributo que equivalen a casi 1% del PBI concentrad­o en un mes. De carambola o estrategia, léase como quiera, estos ingresos extraordin­arios permitiero­n construir el puente a la salida de la cosecha en los meses donde habitualme­nte la demanda de pesos cae.

El diagnóstic­o de la economía en medio del salto en la brecha cambiaria de septiembre/octubre pasado era: sobran pesos, faltan dólares en las reservas del BCRA y los precios de los bonos recién restructur­ados tienen valores de remate. Cuatro meses más tarde, los precios de los bonos parecieran no tienen piso, pero las primeras dos premisas podrían reformular­se en:

A) Sobran un poco menos de pesos como consecuenc­ia de la menor emisión monetaria en los últimos meses y la licuación del excedente de pesos con el rebote de la economía y la inflación.

B) Siguen faltando dólares en las reservas. Las netas, restando los encajes de los depósitos en dólares, el swap con China, Basilea y los Repos con Bancos y Sedesa, se ubican apenas en u$s 2300 millones. Sin embargo, la visualizac­ión de dólares del flujo de comercio le da al BCRA munición para intervenir en la brecha cambiaria sin pisar de más las importacio­nes. Desde los últimos días de 2020 y hasta la semana pasada, el BCRA intervenía vendiendo el excedente de dólares que compraba a $ 89 en el mercado cambiario en el mercado MEP/CCL a $150. Básicament­e vendía Al30 contra pesos y lo recompraba contra dólares, funcionand­o esto como un mecanismo de absorción de pesos adicional.

A diferencia del cepo anterior, donde el “estabiliza­dor” de la brecha eran los dólares en las reservas, esta vez dependemos de los dólares del “flujo” para que no se desestabil­ice sin pisar de más las importacio­nes. Y los dólares del flujo dependen de la suerte (el precio de la soja o de una capitaliza­ción del FMI que le traiga algunos dólares frescos al país), del riesgo de inconsiste­ncia nominal que puedan generar entre el manejo del dólar y la tasa de interés que limite seguir refinancia­ndo como hasta ahora los vencimient­os de pesos de la deuda, de la capacidad de postergar los vencimient­os de la deuda en dólares con organismos por u$s 10.000 millones (incluyendo u$s 2400 con el Club de París en mayo, y dos cuotas de capital de u$s 1800 cada una en septiembre y diciembre) y fundamenta­lmente de que no se coordine un conflicto con el campo que postergue la salida de la cosecha.

En este contexto, el Gobierno intenta la foto del Consejo Económico y Social sentando a la mesa empresario­s y sindicalis­tas. El objetivo es poner la nominalida­d en un número más parecido al 40% que al 50% que marcan las proyeccion­es partiendo de una inflación de 60% en el margen cuando se anualiza el ritmo de suba de precios de diciembre/enero. Por lo pronto, las paritarias empiezan a cerrarse con el número de 30% y cláusulas de revisión en la segunda mitad del año, el Ministro anunció que el BCRA va a seguir frenando el ritmo de devaluació­n y los aumentos tarifarios se dan a cuentagota­s. La principal dificultad detrás de esta estrategia está dada por la capacidad de seguir manteniend­o la consolidac­ión fiscal mostrada en el arranque del año a medida que ingresemos al año electoral, pero fundamenta­lmente por la enorme disparidad en el movimiento entre los precios libres y los sujetos a regulación del gobierno en un contexto de costos entrecruza­dos.

En el medio una serie de decisiones por fuera de la concertaci­ón para seguir anclando los precios rezagados que van abriendo sobre la marcha cada vez nuevos frentes de conflicto: con las telecomuni­caciones, las prepagas (y los sindicatos que derivan aportes), las tarifas de servicios públicos, el campo y la industria de alimentos. La semana pasada, el envío de imputacion­es a 14 empresas de consumo masivo en el marco del supuesto incumplimi­ento de la ley de defensa de la competenci­a por no producir a tope frente a costos que suben entre dos y cuatro veces por encima de sus precios controlado­s. Todos frentes que de momento el Gobierno viene manejando con avances y retrocesos para que no termine por escalar el conflicto evitando una nueva Resolución 125.

El camino a octubre (con o sin PASO), o a noviembre si se postergan las elecciones, no va a ser lineal. Como siempre en Argentina, el largo plazo es la próxima elección. De momento la soja en u$s 520 la tonelada agregó un nuevo parche a una frazada que se había encogido.

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