Afuera le piden a Alberto congruencia entre lo que pide y lo que ofrece
Alas empresas de capital extranjero que operan en la Argentina les cuesta traducir la coyuntura interna a sus casas matrices. La dirigencia argentina siempre se las ingenia para aportar alguna resolución o decreto creativo que crea nuevos problemas de gestión. Eso hace que aunque muchas de ellas acumulen décadas de actividad doméstica y tengan ejecutivos curtidos en leer reportes locales, siempre tienen que digerir normativas que descolocan su negocio.
Aunque suene raro, para las compañías extranjeras la existencia de estas marchas y contramarchas ya resulta parte de su normalidad. Lo que les llama la atención es el contraste que aparece cuando autoridades argentinas visitan países extranjeros y ensayan discursos positivos para atraer inversiones y generar oportunidades de crecimiento al país.
Alberto Fernández, que viajó a Europa junto a Martín Guzmán y el canciller Felipe Solá, entre otros funcionarios, para tratar de sumar apoyo en la negociación que lleva adelante con el FMI, mantuvo las reuniones de rigor con las firmas de cada país que visitó que tienen intereses en nuestro territorio.
Y en casi todas ellas participó en diálogos de alcance similar: si la Argentina no mantiene reglas claras que permitan darle continuidad a los programas de inversión, no puede esperar reciprocidad completa de parte del sector privado.
En la ronda de París, una ejecutiva francesa apeló al concepto de “puerta giratoria” para graficar su punto de vista. “Para que las inversiones entren, tienen que poder salir”, señaló ante los argentinos. Estaba haciendo referencia a las limitaciones que existen para girar dividendos, así como las restricciones puestas para cancelar deuda contraída por las filiales locales, entre otras tantas decisiones activadas por el gobierno para enfrentar la escasez de dólares y la necesidad de pesos.
Para un exportador industrial, que tiene que competir desde la Argentina con los costos de competidores europeos, americanos o asiáticos, las retenciones aplicadas al sector en muchos casos redujeron 50% la rentabilidad de proyectos que ya habían absorbido capital propio para su puesta en marcha. Ni hablar de aquellas que necesitan obtener financiamiento externo (como las mineras o las empresas del sector energético) y tienen que sobrellevar el sobrecosto de un riesgo argentino que no baja de 1600 puntos.
Lo que las compañías esperan conseguir de parte del gobierno es un poco más de congruencia entre los objetivos que declaman cuando buscan inversores en el exterior, con las decisiones de política económica que adoptan cuando tienen que equilibrar la coyuntura. La manta, al fin y al cabo, tiene que cubrir a todos.
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Las inversiones extranjeras atraviesan una puerta giratoria: no van a entrar si no las dejan salir