Cepos y contradicciones: un castigo autoimpuesto
La Argentina tiene cada vez más restricciones al comercio exterior, al mercado de divisas, a su mercado financiero. Hay controles de todo tipo. Al mismo tiempo, se habla de una restricción externa. Creo que es una contradicción: si se dificulta, grava o prohíbe exportar, difícilmente haya crecimiento de las exportaciones e ingreso de divisas. Si por diversas regulaciones no hay posibilidad de realizar transacciones con divisas, difícilmente se puedan comprar insumos o bienes de capital y mucho menos recibir inversiones que no podrán recuperar su resultado en dólares. Por lo tanto, si se piensa que los problemas argentinos surgen de una restricción externa habría que eliminar y nunca acentuar nuestras propias regulaciones que la generan. Sin embargo, sucesivos gobiernos caen en esta contradicción.
A veces es más fácil utilizar como ejemplo la situación en otro país, por lo que tomaré como ejemplo a Cuba.
Cada lector tendrá su opinión sobre la que ha pasado y está pasando en esa maravillosa isla. Sólo quisiera mencionar lo que considero contradicciones en el enfoque económico que ha llevado la isla en las últimas décadas. Por un lado se dice que Cuba es pobre por el bloqueo comercial. Por el otro lado, la razón de ser, propuesta y gestión del gobierno socialista se basa en que el libre mercado genera pobreza.
Las dos cosas no pueden ser verdad simultáneamente. Si no poder comerciar con los Estados Unidos condujo a Cuba a su pésima situación económica, entonces no puede ser que el libre comercio sea la causa. Dicho de otra manera y sin exagerar: no puede haber queja por tener y por faltar la misma cosa (en este caso, el libre comercio).
Destaco que el embargo a Cuba es de un solo país habiendo 200 en el mundo, y que ha tenido y tiene apoyo de muchos otros países con los cuales comercia y mantiene relaciones muy activas. Al mismo tiempo, la Argentina sí tiene la posibilidad de comerciar con todo el planeta pero internamente ponemos impuestos tan elevados que es muy difícil que puedan crecer las exportaciones. Nos autolimitamos. Asimismo, se habla de restricción externa cuando las limitaciones son pura y simplemente internas, que dan como resultado que nuestra balanza comercial sea muy mediocre. No es de afuera que nos ponen restricciones. Nadie nos discrimina comercialmente o trata peor que al resto de los países del mundo.
Las decisiones de los gobiernos tienen efectos asimétricos: las prohibiciones o regulaciones tienen efectos inmediatos, mientras que la liberación o nuevos permisos tienen efectos mucho más lentos. Hasta que la comunidad se convence que efectivamente se han levantado las restricciones, que se puede operar libremente, y se cuente con proyecto, fondos y clientes para llevarlos a cabo, pasa un tiempo considerable. Esa es una de las razones más básicas por lo que hay que ser muy cuidadoso al poner restricciones: aplicarlas es fácil, quitarlas es difícil.
Adicionalmente, una vez que hay restricciones, los afectados buscan maneras de soslayarlas o de acomodarse a la nueva situación, ya sea en forma legal o … no tanto. Los ejemplos abundan. Si hay un sistema laboral rígido y costoso, pues entonces las empresas requieren protección arancelaria. Si el sistema previsional es muy débil, pues entonces hay que apuntalarlo con otros impuestos que a su vez debilitan la economía. Es decir, las regulaciones o restricciones tienen no sólo efectos directos sino indirectos.
Hace ya años que la teoría económica ha explicado que una vez impuesta una restricción, es difícil eliminarla: se afectará a quienes desarrollan sus actividades en base a esa restricción. Claro, si fuera un delito es obvio su eliminación, pero en otros casos las consecuencias son muy difíciles de medir. Por ejemplo, la restricción implícita a contratar personal por las elevadas indemnizaciones no puede ser eliminada abruptamente a riesgo de perjudicar a quienes aceptaron bajos salarios por la protección que se recibiría con una indemnización. Reitero, eliminar restricciones es un trabajo cuidadoso, que contrasta con la liviandad a la que estamos acostumbrados, como poner nuevas restricciones cambiaras un sábado cuando hay un partido de fútbol o prohibir exportaciones de carne de animales que nacieron años antes de dicha prohibición.
Otra contradicción surge del uso de los recursos. En Cuba no había gasolina para ambulancias pero sí para patrulleros. En la Argentina creemos que no hay dinero para pagar la producción doméstica de gas pero se importa a mayor precio. Otras contradicciones surgen de normas aplicadas con criterios diferentes. Por caso, no están alcanzados por el límite por día para volver al país los funcionarios o futbolistas o quienes tienen dinero para pagar un chárter o volver en taxi desde Paraguay.
Imponer dicotomías suele ser una falacia: Patria o Muerte (ahora Patria y Vida) fue consigna en Cuba durante años. En la Argentina tenemos otras dicotomías: salud o economía, mercado interno o externo, combatir la pobreza combatiendo la generación de riqueza. De nuevo, cada lector tendrá su opinión del valor de estas consignas. Lo que quiero destacar es que la solución extrema en una variable hace muy difícil lograr resultados. Son las llamadas “soluciones de esquina”: todo de algo, nada de lo otro. Al tratar de corregirlas, vamos a los bandazos.
No es nada fácil gobernar, mucho menos en una situación de crisis. Pero si los gobiernos no cejan en su entusiasmo en poner normas contradictorias, es aún más difícil.
No podemos perder más tiempo. Debemos ir desarmando tantas prohibiciones y restricciones, que son un castigo autoimpuesto.
La Argentina puede comerciar con todo el planeta pero internamente hay impuestos tan elevados que dificultan a las exportaciones
Las prohibiciones o regulaciones tienen efectos inmediatos, mientras que la liberación o nuevos permisos tienen efectos mucho más lentos