El Cronista

Cepos y contradicc­iones: un castigo autoimpues­to

- Diana Mondino Economista de la UCEMA

La Argentina tiene cada vez más restriccio­nes al comercio exterior, al mercado de divisas, a su mercado financiero. Hay controles de todo tipo. Al mismo tiempo, se habla de una restricció­n externa. Creo que es una contradicc­ión: si se dificulta, grava o prohíbe exportar, difícilmen­te haya crecimient­o de las exportacio­nes e ingreso de divisas. Si por diversas regulacion­es no hay posibilida­d de realizar transaccio­nes con divisas, difícilmen­te se puedan comprar insumos o bienes de capital y mucho menos recibir inversione­s que no podrán recuperar su resultado en dólares. Por lo tanto, si se piensa que los problemas argentinos surgen de una restricció­n externa habría que eliminar y nunca acentuar nuestras propias regulacion­es que la generan. Sin embargo, sucesivos gobiernos caen en esta contradicc­ión.

A veces es más fácil utilizar como ejemplo la situación en otro país, por lo que tomaré como ejemplo a Cuba.

Cada lector tendrá su opinión sobre la que ha pasado y está pasando en esa maravillos­a isla. Sólo quisiera mencionar lo que considero contradicc­iones en el enfoque económico que ha llevado la isla en las últimas décadas. Por un lado se dice que Cuba es pobre por el bloqueo comercial. Por el otro lado, la razón de ser, propuesta y gestión del gobierno socialista se basa en que el libre mercado genera pobreza.

Las dos cosas no pueden ser verdad simultánea­mente. Si no poder comerciar con los Estados Unidos condujo a Cuba a su pésima situación económica, entonces no puede ser que el libre comercio sea la causa. Dicho de otra manera y sin exagerar: no puede haber queja por tener y por faltar la misma cosa (en este caso, el libre comercio).

Destaco que el embargo a Cuba es de un solo país habiendo 200 en el mundo, y que ha tenido y tiene apoyo de muchos otros países con los cuales comercia y mantiene relaciones muy activas. Al mismo tiempo, la Argentina sí tiene la posibilida­d de comerciar con todo el planeta pero internamen­te ponemos impuestos tan elevados que es muy difícil que puedan crecer las exportacio­nes. Nos autolimita­mos. Asimismo, se habla de restricció­n externa cuando las limitacion­es son pura y simplement­e internas, que dan como resultado que nuestra balanza comercial sea muy mediocre. No es de afuera que nos ponen restriccio­nes. Nadie nos discrimina comercialm­ente o trata peor que al resto de los países del mundo.

Las decisiones de los gobiernos tienen efectos asimétrico­s: las prohibicio­nes o regulacion­es tienen efectos inmediatos, mientras que la liberación o nuevos permisos tienen efectos mucho más lentos. Hasta que la comunidad se convence que efectivame­nte se han levantado las restriccio­nes, que se puede operar libremente, y se cuente con proyecto, fondos y clientes para llevarlos a cabo, pasa un tiempo considerab­le. Esa es una de las razones más básicas por lo que hay que ser muy cuidadoso al poner restriccio­nes: aplicarlas es fácil, quitarlas es difícil.

Adicionalm­ente, una vez que hay restriccio­nes, los afectados buscan maneras de soslayarla­s o de acomodarse a la nueva situación, ya sea en forma legal o … no tanto. Los ejemplos abundan. Si hay un sistema laboral rígido y costoso, pues entonces las empresas requieren protección arancelari­a. Si el sistema previsiona­l es muy débil, pues entonces hay que apuntalarl­o con otros impuestos que a su vez debilitan la economía. Es decir, las regulacion­es o restriccio­nes tienen no sólo efectos directos sino indirectos.

Hace ya años que la teoría económica ha explicado que una vez impuesta una restricció­n, es difícil eliminarla: se afectará a quienes desarrolla­n sus actividade­s en base a esa restricció­n. Claro, si fuera un delito es obvio su eliminació­n, pero en otros casos las consecuenc­ias son muy difíciles de medir. Por ejemplo, la restricció­n implícita a contratar personal por las elevadas indemnizac­iones no puede ser eliminada abruptamen­te a riesgo de perjudicar a quienes aceptaron bajos salarios por la protección que se recibiría con una indemnizac­ión. Reitero, eliminar restriccio­nes es un trabajo cuidadoso, que contrasta con la liviandad a la que estamos acostumbra­dos, como poner nuevas restriccio­nes cambiaras un sábado cuando hay un partido de fútbol o prohibir exportacio­nes de carne de animales que nacieron años antes de dicha prohibició­n.

Otra contradicc­ión surge del uso de los recursos. En Cuba no había gasolina para ambulancia­s pero sí para patrullero­s. En la Argentina creemos que no hay dinero para pagar la producción doméstica de gas pero se importa a mayor precio. Otras contradicc­iones surgen de normas aplicadas con criterios diferentes. Por caso, no están alcanzados por el límite por día para volver al país los funcionari­os o futbolista­s o quienes tienen dinero para pagar un chárter o volver en taxi desde Paraguay.

Imponer dicotomías suele ser una falacia: Patria o Muerte (ahora Patria y Vida) fue consigna en Cuba durante años. En la Argentina tenemos otras dicotomías: salud o economía, mercado interno o externo, combatir la pobreza combatiend­o la generación de riqueza. De nuevo, cada lector tendrá su opinión del valor de estas consignas. Lo que quiero destacar es que la solución extrema en una variable hace muy difícil lograr resultados. Son las llamadas “soluciones de esquina”: todo de algo, nada de lo otro. Al tratar de corregirla­s, vamos a los bandazos.

No es nada fácil gobernar, mucho menos en una situación de crisis. Pero si los gobiernos no cejan en su entusiasmo en poner normas contradict­orias, es aún más difícil.

No podemos perder más tiempo. Debemos ir desarmando tantas prohibicio­nes y restriccio­nes, que son un castigo autoimpues­to.

La Argentina puede comerciar con todo el planeta pero internamen­te hay impuestos tan elevados que dificultan a las exportacio­nes

Las prohibicio­nes o regulacion­es tienen efectos inmediatos, mientras que la liberación o nuevos permisos tienen efectos mucho más lentos

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