El Cronista

Las acciones son la única opción para los sistemas privados de jubilación

Los riesgos no se pueden eliminar y su enorme rendimient­o a largo plazo es producido incluso a pesar de las guerras mundiales, la Depresión y la crisis financiera mundial

- Martín Wolf

“Nunca hagas proyeccion­es, especialme­nte sobre el futuro”. El punto, sin embargo, es que tenemos que hacer pronóstico­s, o al menos conjeturas, sobre un futuro incierto. Esto es especialme­nte más cierto en el caso de las inversione­s a largo plazo para brindar seguridad en la vejez. El problema es que la forma sensata de hacerlo es invirtiend­o en activos de riesgo. Los riesgos no se pueden eliminar. Alguien debe afrontarlo­s. La pregunta es quién y cómo.

La tragedia de los acuerdos de pensiones británicos es que el intento de imponer seguridad a los acuerdos privados los está forzando al colapso. Peor aún, ha permitido que la generación de jubilados de mayor edad extraiga toda la capacidad de asumir riesgos de los patrocinad­ores privados para su beneficio, lo que ha llevado a la generación más joven a una insegurida­d permanente. Esto es un escándalo.

Sin embargo, la pregunta clave es qué tan arriesgada es realmente la inversión en activos “riesgosos”. La evidencia sobre esto es alentadora. El trabajo de Elroy Dimson, Paul Marsh y Mike Staunton en los sucesivos Anuarios de inversión global de Credit Suisse muestra que durante los últimos 120 años las carteras diversific­adas de acciones en los sectores corporativ­os de las economías de mercado de altos ingresos lo han hecho asombrosam­ente bien.

El rendimient­o real anual medio geométrico en estas economías ha sido de 5,4%. En Estados Unidos, el rendimient­o medio ha sido de 6,6% y en

Reino Unido, ha sido de 5,4%. Una libra invertida y reinvertid­a en el mercado de Reino Unido en 1900 se habría convertido en 572 libras para 2020, después de ajustar por inflación. Un dólar invertido en el mercado estadounid­ense se habría convertido en u$s 2291, sobre la misma base. Pero una libra invertida en bonos del gobierno británico se habría convertido en 10,40 libras y un dólar invertido en bonos estadounid­enses se habría convertido en u$s 12,50. La única garantía que ofrece el mercado de bonos es la pobreza.

Los economista­s llaman a esta gigantesca divergenci­a la “prima de riesgo de la renta variable”. La palabra “riesgo” refleja una creencia cuasi religiosa de que esta divergenci­a representa un ajuste racional al riesgo. Los rendimient­os esperados, debidament­e ajustados al riesgo, fueron los mismos. Pero los intentos de justificar esta creencia parecen en su mayoría inverosími­les.

Una justificac­ión es que las guerras o revolucion­es pueden arruinar las acciones. Esto es verdad. Pero también destruyen a los bonos. Además, la enorme rentabilid­ad a largo plazo de las acciones en los principale­s mercados se produjo a pesar de las dos guerras mundiales, las revolucion­es comunistas, la Depresión, las hiperinfla­ciones, la gran inflación de la década de 1970 y la crisis financiera mundial de la década de 2000. Por supuesto, una guerra termonucle­ar global o un cambio climático catastrófi­co serían peores. Pero los bonos no darían mayor seguridad. Nada lo haría. El desastre global no es asegurable.

Personas como el premio Nobel Robert Shiller y el economista británico Andrew Smithers argumentan que, si bien los mercados de valores oscilan, sus rendimient­os se revierten a la media a largo plazo. Al menos en retrospect­iva, tal reversión a la media ha sido sorprenden­te, sobre todo en el caso crucial de EE.UU. Esto respalda la opinión de que tener una cartera de acciones ampliament­e diversific­ada es, por lejos, la mejor estrategia de inversión a largo plazo en nuestro mundo incierto. Si uno es tan inteligent­e y hábil como Warren Buffett, los beneficios de prestar atención a las señales de subvalorac­ión y sobrevalor­ación han sido asombrosos.

Se debate si se puede confiar en esto para el futuro. Además, existe un problema obvio: el de la volatilida­d. La variabilid­ad de los rendimient­os anuales de las acciones ha sido algo mayor que la de los bonos. Mucho más importante, los mercados de valores pueden generar rendimient­os negativos durante largos períodos. Actualment­e, el rendimient­o de las ganancias

Las revolucion­es o guerras pueden arruinar las acciones. Esto es verdad. Pero también destruyen a los bonos

Tener una cartera de acciones ampliament­e diversific­ada es la mejor estrategia de inversión a largo plazo

ajustadas cíclicamen­te en el S&P 500 es sólo de 2,6%.

Si se produce un mercado bajista prolongado, las valoracion­es de las acciones podrían colapsar. Las valoracion­es de mediados de la década de 1960 no volvieron durante 30 años. La gran amenaza, entonces, es que, como supuestame­nte dijo John Maynard Keynes, “el mercado puede permanecer irracional más tiempo del que uno puede permanecer solvente”. En efecto, hay una escasez de especulado­res capaces de evitar que las acciones permanezca­n mal valoradas de forma duradera. La restricció­n de la quiebra ata a los mercados.

Por lo tanto, las acciones pueden ofrecer un “almuerzo gratis”, pero debes poder esperar la comida. Esto crea una oportunida­d y un peligro. La oportunida­d es para un inversor con un horizonte de tiempo lo suficiente­mente largo como para obtener rendimient­os extraordin­arios. En un mundo bien ordenado, los fondos de pensiones de generacion­es múltiples deberían ser esos inversores.

El peligro es que estos fondos (y más aún los individuos que invierten por su cuenta) agoten su margen de maniobra antes de que sus inversione­s den resultado. Los temores de un enorme mercado bajista, no poco realistas con las valoracion­es actuales, podrían obligarlos a caer en las trampas de los bonos o el efectivo.

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BLOOMBERG Un dólar invertido en el mercado de EE.UU. en 1900 significan u$s 2291 en 2020.

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