La figura de Alfonsín vuelve a estar en el centro de la escena
En 1983 Alfonsín encarnó la idea de esperanza. ¿Qué encarnan hoy Massa y Milei? A Alfonsín lo despidieron 100.000 personas. ¿Cuántos despedirían a quienes hoy tanto despotrican contra él?
“Mi padre hizo un aporte electoral
post mortem” Ricardo Luis Alfonsín (2009)
Raúl Ricardo Alfonsín (Chascomús, 1927) falleció el 31 de marzo de 2009. A 15 años de su muerte, el expresidente vuelve a estar en el centro de la escena política –la pasión de su vida–.
Uno de los candidatos finales a ocupar aquel cargo, Javier Milei, lo ha llamado en este 2023 “el fracasado hiperinflacionario”. En la vereda de enfrente, Sergio Massa, el otro candidato final, lo ha ponderado en estas semanas, incluso en actos justicialistas: “Como peronistas, debemos rendir homenaje a ese primer Presidente que le puso luz a la democracia argentina después de años de oscuridad”. Para que no queden dudas, Massa emuló al Alfonsín de la campaña de 1983 y recitó el Preámbulo de la Constitución Nacional.
Alfonsinismo y antialfonsinismo. Con detractores sin dobleces y con inesperados y ¿genuinos? cortejantes. En ambos casos, la necesidad –siempre con cara de hereje– metió la cola: Milei reaviva los temores de las hiperinflaciones de 1989 y 1990 (sí, Carlos Menem también tuvo su hiper); Massa busca apelar a ese votante radical versión socialdemócrata que más que a una hiper eventualmente le temería más a una administración libertaria. Como se ve, el miedo envuelve a la nueva grieta.
Mauricio Macri, otro expresidente que vuelve a tener rutilante protagonismo, parecería que al fin se decidió a ser él mismo y le otorgó su apoyo a Milei, luego de que la candidata del partido que él fundó, el PRO, en alianza con la UCR, quedara afuera del balotaje.
Macri no tiene ahora vergüenza de dejar atrás al radicalismo, que fue un importante apoyo territorial para que en 2015 alcanzase la Primera Magistratura. El partido se habría contentado con tres ministerios (Defensa, Agricultura y Comunicaciones) y las presidencias de los interbloques en el Congreso, pero no tuvo injerencia en las decisiones de la administración nacional.
Ahora Macri corre con Milei, incluso desde antes de la debacle electoral de Juntos por el Cambio (en el acto post PASO se abrazó a La Libertad Avanza, previsor, ante la eventualidad de que Patricia Bullrich no llegase a la Rosada, cosa que se confirmó). Cofundadora –incluso antes que la UCR– de Cambiemos, Lilita Carrió y la Coalición Cívica también son destratadas por el ingeniero.
En 2009 la muerte del líder radical conmovió a una significativa porción de la ciudadanía argentina y movilizó a decenas de miles de personas. Por supuesto, todo el arco político lo despidió con sentidas palabras. Símbolo mayor de la democracia recuperada, pero no su padre –si correspondiese asignar lazos parentales, se sostendría que la madre fue la derrota en la guerra por nuestras Malvinas, acompañada por la descontrolada situación económica y sus consecuencias sociales generadas por la dictadura militar–. En su despedida en el Congreso Nacional desfilaron alrededor de 100.000 personas, lo que sorprendió, habida cuenta el ya incontrastable distanciamiento de la “sociedad argentina” con los “políticos argentinos” (más allá del romance aún fuerte del imaginario kirchnerista con muchos de los votantes, que incluso fue confirmado en 2011). Luego, unos 80.000 ciudadanos acompañaron la cureña hasta el cementerio de Recoleta, lugar de reposo final.
También hubo elecciones en el país en aquel 2009: los comicios fueron legislativos. Desdibujada a escala nacional –en especial desde la traumática salida de la Presidencia de Fernando de la Rúa–, la UCR consolidó en varias provincias, y con alguna diferencia en los nombres, lo que se denominó “Acuerdo Cívico y Social”, en el que confluyó con el Partido Socialista, el ARI (el sello de Carrió), el GEN y otras fuerzas.
En la provincia de Buenos Aires, los dos primeros candidatos fueron Margarita Stolbizer (GEN) y Ricardo Luis Alfonsín, el hijo del ex presidente radical. Más atrás estaban, entre otros, Gerardo Milman y María Luisa Storani. La lista sumó 1,6 millones de votos (21,4%), alejada de los 2,6 millones (34,6%) que obtuvo “Unión Pro”, encabezada por Francisco De Narváez, Felipe Solá y Gladys González (en el frente confluyeron Unión Celeste y Blanco –denarvaísta–; el Pro –macrista–, la UCEDÉ y otras agrupaciones). De Narváez disfrutó del por entonces momentáneo enojo con el kirchnerismo (en especial, luego de la denominada “crisis con el campo” de 2008) y de la popularidad que le dio un humorista que lo imitaba en el programa de Marcelo Tinelli: “alica–alicate”.
El Acuerdo Cívico y Social también se ubicó detrás de la lista del Frente para la Victoria (Partido Justicialista, Frente Grande, Humanista, entre otras agrupaciones), oficialismo nacional y provincial, que llevó de primeros candidatos a Néstor Kirchner y a los testimoniales Daniel Scioli (gobernador en ejercicio), la artista Clotilde Acosta (alias Nacha Guevara), Sergio Massa (jefe de Gabinete de Ministros de la Nación e intendente de Tigre en uso de licencia): con toda la carne al asador, obtuvieron 2,4 millones de votos (32,1%). El reparto de diputados fue así: Unión Pro: 13; FPV: 12; ACYS: 8. Nuevo Encuentro, casi un FPV “bis”, ganó los dos diputados restantes (con Martín Sabbatella al tope de la nómina).
Si bien se ubicó tercera, la lista de Stolbizer y Alfonsín junior sumó más diputados de los que podría haber esperado sumar a principio de año. De allí la frase pronunciada por el actual embajador en España: la figura de Don