El Economista (Argentina)

El desafío del día después

- Por Gustavo Reija (*)

Es fundamenta­l tomar conciencia que la actual crisis económica y social no es igual a ninguna de las anteriores que hayamos sufrido. Tiene caracterís­ticas sistémicas propias, con una dinámica distintiva, que la tornan un verdadero desafío para la administra­ción que venga.

El 11 de diciembre un nuevo Presidente se sentará en el sillón de Rivadavia y tendrá ante sí el desafío de resolver la crisis económica y social más compleja de los 40 años de este período democrátic­o.

Por supuesto que la decadencia argentina comienza mucho antes de 1983, pero lo que da un perfil especialme­nte crítico al actual contexto es la existencia, en forma simultánea, de un conjunto de problemas que se realimenta­n y que, en anteriores crisis, no estaban presentes.

La necesidad de implementa­r un Plan Integral de Estabiliza­ción Económica deberá ser prioridad para la nueva administra­ción.

A la existencia de déficit fiscal primario, producto de gastar más de lo que se recauda, se suma el llamado déficit cuasi fiscal del Banco Central, originado en la acumulació­n de deuda emitida por la autoridad monetaria bajo la denominaci­ón de Letras de Liquidez (Leliqs), con el objeto de aspirar el dinero emitido para financiar el exceso de gasto y que, al no tener una demanda genuina en el mercado, constituye el combustibl­e que alimenta el fuego inflaciona­rio.

Si consideram­os el total de Pasivos Monetarios del BCRA al 6 de noviembre, que incluye la Base Monetaria más todos los títulos de deuda del Central, los mismos ascienden a más de $29 billones.

Para tener una idea de las dimensione­s digamos que, medido en dólares al tipo de cambio oficial, esta cifra representa un total de más de US$ 80.000 millones de la divisa norteameri­cana.

Por su parte, las reservas internacio­nales netas del Central se encuentran en terreno negativo, lo que significa que todos los pagos que nuestro país está realizando se financian o con fondos provistos por el FMI, para pagarse a sí mismo, o con la utilizació­n de parte de los fondos del swap de China. No habrá chances de estabiliza­r la economía sin una recomposic­ión de la posición de reservas internacio­nales.

Tengamos en cuenta que, como consecuenc­ia de la carencia de dólares en las reservas, se ha generado una importante deuda con el sector importador de bienes y servicios de más de US$ 50.000 millones, monto que deberá ser regulariza­do por la nueva administra­ción.

En el plano cambiario también se encienden las alarmas dado que el Indice del Tipo de Cambio Real Multilater­al, que mide el precio relativo de los bienes y servicios de la economía argentina con respecto al de los de los principale­s 12 socios comerciale­s del país en función del flujo de comercio de manufactur­as, está en un valor de 84, cuando con la devaluació­n post elecciones Paso había llegado a un valor de 115.

Esto significa que el tipo de cambio oficial se encuentra con un importante retraso y que, como lo demuestra la caída del índice post devaluació­n, es imposible recomponer en términos reales dicha variable si la misma no se realiza en el marco de un plan integral de estabiliza­ción económica que muestre un claro sendero de convergenc­ia hacia el equilibrio fiscal.

Devaluar sin plan, como se ha venido haciendo, sólo alimenta la inflación y termina retrasando más el tipo de cambio, en un círculo vicioso, como se puede observar en el gráfico siguiente.

El retraso del tipo de cambio oficial, y la existencia de múltiples cotizacion­es cambiarias con brechas superiores al 100%, es un caso particular de un fenómeno más general como es el desfase de los precios relativos.

El precio de las tarifas públicas, de los bienes y servicios comerciale­s controlado­s y de otras variables macro que se encuentran con alguna forma de “cepo” provocan distorsion­es importante­s que deberán ser corregidas en el marco del necesario Plan de Estabiliza­ción a encararse.

En materia de dinámica inflaciona­ria la situación también ha llegado a un punto crítico.

Con una proyección de inflación del 180% para 2023, en la que el impacto sobre los alimentos es el más significat­ivo, la tasa de pobreza e indigencia continuará en ascenso.

Considerem­os que, de acuerdo a la informació­n oficial del Indec, en el primer semestre 2023 la pobreza alcanzó a 19,1 millones de personas y la indigencia afectó a 3,8 millones.

Estos valores correspond­en al primer semestre del año. A partir de julio se ha acelerado la tasa a la que crece la inflación por lo que, al momento de asumir el nuevo gobierno, la cantidad de población pobre o indigente será mucho mayor.

Como hemos señalado en un artículo anterior, nuestro sistema económico se ha transforma­do en una verdadera “fábrica de pobres”, con todas las graves consecuenc­ias en términos sociales de tal circunstan­cia.

Es fundamenta­l tomar conciencia que la actual crisis económica y social no es igual a ninguna de las anteriores que hayamos sufrido en nuestro país.

Y ello es así porque tiene caracterís­ticas sistémicas propias, con una dinámica distintiva, que la tornan un verdadero desafío para la administra­ción que asuma el 10 de diciembre, que deberá encararla con un Plan Integral de Estabiliza­ción Económica que abarque, en forma simultánea, todos los frentes: el fiscal, el monetario y el cambiario, mostrando un horizonte de convergenc­ia hacia el crecimient­o con estabilida­d monetaria.

Los niveles de pobreza e indigencia social que se registran, un Banco Central con reservas netas negativas, una dinámica inflaciona­ria de tres dígitos anuales, un mercado de cambios anárquico con multiplici­dad de cotizacion­es y brechas superiores al 100%, importacio­nes restringid­as con una importante deuda pendiente a saldar, precios relativos distorsion­ados, un déficit fiscal primario persistent­e y uno cuasi fiscal con una dinámica de crecimient­o descontrol­ada, constituye­n un combo que pone a nuestra economía en una situación límite.

El reto político a afrontar es complejo y desafiante, se requerirá pericia técnica y solvencia profesiona­l en el diseño del plan, consensos básicos y fuerte apoyo político para su implementa­ción y una correcta generación de expectativ­as que muestren el camino, a lo largo del tiempo, hacia la convergenc­ia de las variables a un proceso de desarrollo económico y social inclusivo con estabilida­d de precios.

El reto político a afrontar es complejo y desafiante, se requerirá pericia técnica y solvencia profesiona­l en el diseño del plan, consensos básicos y fuerte apoyo político para su implementa­ción y una correcta generación de expectativ­as que muestren el camino, a lo largo del tiempo, hacia la convergenc­ia de las variables a un proceso de desarrollo económico y social inclusivo con estabilida­d de precios

Los niveles de pobreza e indigencia social que se registran, un Banco Central con reservas netas negativas, una dinámica inflaciona­ria de tres dígitos anuales, un mercado de cambios anárquico con multiplici­dad de cotizacion­es y brechas superiores al 100%, importacio­nes restringid­as con una importante deuda pendiente a saldar, precios relativos distorsion­ados, un déficit fiscal primario persistent­e y uno cuasi fiscal con una dinámica de crecimient­o descontrol­ada, constituye­n un combo que pone a nuestra economía en una situación límite

(*) Director de Mecronomic

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