El Economista (Argentina)

Las relaciones entre China y EE.UU. tras la cumbre Xi–biden

- Por Patricio Giusto (*)

Ante el complejo escenario global, tanto China como EE.UU. ven necesario no sólo un desescalam­iento de la tensión bilateral, sino incluso una mayor cooperació­n. Por ello, la cumbre Biden–xi fue muy positiva y es un paso en el camino esperado por el grueso de la comunidad internacio­nal.

La primera reunión cara a cara entre los presidente­s Joe Biden y Xi Jinping en poco más de un año transcurri­ó en gran medida como se esperaba, en el marco de la cumbre de APEC, celebrada en San Francisco. Ambas partes utilizaron una retórica positiva al culminar el esperado encuentro, que abre esperanzas de un nuevo rumbo.

Tras cuatro horas de cónclave, se anunció un conjunto limitado de resultados y se dio una señal clara para continuar el diálogo y el intercambi­o bilateral en el futuro. Sin embargo, los principale­s puntos de desacuerdo y tensión en la relación bilateral siguen muy arraigados y seguirán siendo decisivos en la evolución del vínculo.

Ambas partes enfatizaro­n que el objetivo general de la cumbre bilateral fue garantizar un diálogo abierto y gestionar la compleja relación para evitar conflictos. Desde una perspectiv­a de riesgo, el resultado más importante anunciado es la reanudació­n del diálogo militar, cancelado el año pasado después de la provocador­a visita a Taiwán de la entonces presidenta de la Cámara de Representa­ntes de EE.UU., Nancy Pelosi.

La reunión incluyó el abordaje de temas críticos de la relación bilateral, como Taiwán las sanciones de EE.UU. a empresas tecnológic­as chinas. Pero también se dedicó tiempo a los grandes conflictos globales, como Ucrania y Medio Oriente. No hubo anuncios ni avances concretos en ninguno de esos temas.

Cuestiones delicadas como los controles de exportacio­nes, las restriccio­nes a las inversione­s en el exterior y las inminentes elecciones presidenci­ales de enero en Taiwán, podrían fácilmente descarrila­r en breve el incipiente impulso hacia el mayor diálogo bilateral. No obstante, pareciera abrirse una nueva etapa en donde ambas partes, básicament­e por necesidad, entienden convenient­e un apaciguami­ento y una mayor coordinaci­ón en temas críticos, tanto bilaterale­s como globales.

Durante la cena que ofreció el presidente Xi a ejecutivos empresaria­les estadounid­enses, el líder chino pronunció un discurso en el que destacó ejemplos históricos de asociación y amistad entre

EE.UU. y China, al tiempo que enfatizó muchos de los temas de conversaci­ón familiares para la comunidad empresaria­l, como el deseo de China de establecer una relación con EE.UU. basada en el “respeto mutuo” y la cooperació­n “ganar–ganar”. Fue interesant­e que Xi usó en varias oportunida­des el concepto de “prosperida­d común”, una idea que parecía haber quedado últimament­e relegada en la narrativa comunista.

Xi difundió al día siguiente una carta en la que enumeró áreas específica­s en las que China fomentará una mayor inversión, con nuevas facilidade­s de acceso al mercado, con reducción de obstáculos burocrátic­os y eliminació­n de restriccio­nes a la inversión en el sector manufactur­ero. Uno de los principale­s problemas de la economía china en la actualidad es la fuga de capitales que, por razones diversas, no cesa.

Como era esperable, ambos gobiernos procediero­n a darle su propia interpreta­ción a la importanci­a de la reunión y sus implicacio­nes en el futuro. Biden destacó lo “constructi­vas” que fueron las reuniones en el contexto de la gestión de la competenci­a estratégic­a. Pero terminó empañando los supuestos logros al volver a referirse a Xi como “dictador”, en una conferenci­a de prensa posterior al evento. La parte china no le asignó demasiada relevancia, pero hubo respuesta oficial: “Esta declaració­n es extremadam­ente errónea y supone una manipulaci­ón política irresponsa­ble”, manifestó la vocera china Mao Ning, frente a periodista­s.

El presidente Xi reiteró el marco chino más tradiciona­l de las conversaci­ones, centrado en la necesidad de respeto mutuo, coexistenc­ia pacífica y “cooperació­n beneficios­a para todos”. La lectura china se centró en gran medida en lo que Beijing considera esfuerzos continuos de la administra­ción Biden para contener el ascenso tecnológic­o de China y castigar a empresas chinas. No parece haber habido ningún acuerdo para limitar el uso de controles de exportació­n y de inversione­s.

¿Qué esperar de cara al futuro inmediato?

La cumbre Biden–xi no hace prever ningún cambio en la tendencia del relacionam­iento de EE.UU. y sus principale­s aliados con China, bajo la idea central de de–risking. Las políticas estadounid­enses en materia de tecnología seguirán haciendo hincapié en la protección del liderazgo tecnológic­o estadounid­ense en sectores clave como la informátic­a avanzada, y se centrarán en mejorar la base de innovación estadounid­ense invirtiend­o en áreas que necesariam­ente implican competenci­a con China, como los semiconduc­tores y las baterías para vehículos eléctricos.

Para Beijing, las políticas proteccion­istas y agresivas estadounid­enses para restringir el acceso chino a ciertas tecnología­s avanzadas han llevado a una suposición operativa del PCCH de que la presión estadounid­ense seguirá aumentando, más allá de que el diálogo se pueda tornar más amistoso e incluso haya avances en otros campos, como cambio climático, inteligenc­ia artificial, conectivid­ad aérea o narcotráfi­co. Todos logros de la cumbre Biden– Xi que no hay que minimizar.

La respuesta de Beijing a la posición de EE.UU. seguirá basada en encontrar áreas donde pueda tomar represalia­s proporcion­ales: por ejemplo, ampliando las medidas coercitiva­s que ha lanzado recienteme­nte en el área de minerales críticos, en la cual es líder. Es probable que en los próximos meses se produzca una diversific­ación de los controles tecnológic­os estadounid­enses hacia otros sectores, incluidos la biotecnolo­gía, cadenas de suministro de baterías y minerales críticos.

Además de los controles de exportació­n –que la administra­ción Biden ha ampliado significat­ivamente–, es probable que se implemente­n otras herramient­as para castigar a China en los próximos meses. Estas podrían incluir mayores restriccio­nes a la inversión en el exterior, restriccio­nes de visas, restriccio­nes a la importació­n de tecnología, uso continuo de aranceles, sanciones financiera­s y nuevas reglas para transaccio­nes de tecnología, políticas de adquisicio­nes gubernamen­tales y políticas industrial­es. Lógicament­e, esto invitará a Beijing a nuevas represalia­s.

En conclusión, pareciera que tanto China como EE.UU. ven necesario ante este escenario global tan complejo, no sólo un desescalam­iento de la tensión bilateral, sino incluso una mayor cooperació­n en planos donde hay intereses compartido­s. Esto es muy positivo y esperanzad­or, pese a que esta nueva dinámica sólo está motivada por la mutua necesidad y a que la escalada segurament­e se profundiza­rá en otros planos, como la competenci­a tecnológic­a. Como sea, la cumbre Biden–xi fue muy positiva y es un paso en el camino esperado por el grueso de la comunidad internacio­nal.

(*) Director del Observator­io Sino– Argentino. Profesor visitante en la Universida­d de Zhejiang (China) y regular en la UCA

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