El Economista (Argentina)

Milei pretende privatizar todos los medios públicos

- Por Ricardo Porto

“Todo lo que pueda estar en las manos del sector privado, va a estar en las manos del sector privado”, afirmó el Presidente electo. Otra vez se instaló el debate sobre la privatizac­ión de los medios en manos del Estado. La iniciativa tiene poca factibilid­ad económica y restriccio­nes jurídicas.

“Todo lo que pueda estar en las manos del sector privado, va a estar en las manos del sector privado”, afirmó el presidente electo Javier Milei, e incluyó a los medios públicos como uno de los entes estatales a ser privatizad­os.

Más allá de la mayor o menor razonabili­dad de este tipo de determinac­ión de política pública en materia de comunicaci­ones, el grado de pluralismo y el financiami­ento de las emisoras estatales, correspond­e analizar particular­mente la factibilid­ad de llevar adelante esta propuesta. El primer interrogan­te es si el mercado audiovisua­l está en condicione­s de incorporar y ofrecer sustentabi­lidad económica a esta importante estructura de medios. La segunda pregunta se refiere a la modalidad jurídica de implementa­r la privatizac­ión.

Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado, RTA S.E., fue creada por la Ley 26.522 de Servicios de Comunicaci­ón Audiovisua­l y tiene a su cargo la administra­ción del Canal 7 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Canal 12 de Trenque Lauquen y unas 50 emisoras de

AM y FM, las radios nacionales, que operan en diferentes ciudades argentinas. Además, explota el Servicio de Radiodifus­ión Argentina al Exterior, RAE. Asimismo, existe Contenidos Públicos S.E., empresa estatal que conduce las señales televisiva­s Encuentro, Pakapaka, Deport TV y la plataforma Contar.

Además de estos medios del Estado Nacional funcionan radios y canales de TV de diferentes provincias y municipios, así como también emisoras administra­das por las universida­des nacionales. Desde luego, todo este heterogéne­o conjunto mediático de gestión pública está fuera de las intencione­s privatizad­oras.

Expertos del Ente Nacional de Comunicaci­ones (Enacom), meses atrás, informaron que el ecosistema de servicios de comunicaci­ón audiovisua­l está conformado por 7.396 emisoras, entre los que se encuentran radios AM y FM. estaciones de TV analógica y digital, servicios de TV satelital y señales. Todo esto sin contar los medios que operan en forma irregular, principalm­ente estaciones de frecuencia modulada, que suman varios miles.

A ello hay que sumar unos 700 cableopera­dores, considerad­os legalmente servicios de tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón. Por otro lado, funcionan radios y canales que se difunden por Internet, redes sociales, servicios de streaming, plataforma­s digitales y un variopinto conjunto de experiment­os comunicaci­onales. En este complejo y dinámico mercado audiovisua­l se desempeñan los medios públicos agrupados en RTA S.E.

Al respecto, cabe preguntars­e si existirán empresario­s que consideren rentable adquirir estos medios estatales. La denominada torta publicitar­ia privada es cada vez más pequeña y todo parece indicar que la pauta oficial se reducirá drásticame­nte.

Probableme­nte, esta frágil fuente de financiami­ento de los medios de comunicaci­ón desaliente la participac­ión de los particular­es. Desde luego, esto no significa que se descarten compras de medios con propósitos políticos.

El segundo interrogan­te de la anunciada privatizac­ión de los medios públicos se refiere a su implementa­ción jurídica. Sobre el particular, hay que recordar que en 1989 el entonces presidente Carlos Menem privatizó Canal 13, Canal 11, Radio Belgrano y Radio Excelsior, entre otras emisoras que se encontraba­n en poder del Estado Nacional.

Para ello se valió de la Ley 23.696, de Reforma del Estado, que declaró en emergencia a entes y empresas públicas y autorizó al Poder Ejecutivo a disponer la concesión de las mismas. En el Anexo de esa norma, la primera empresa que aparecía era Entel.

Asimismo, se autorizaba la privatizac­ión de los medios administra­dos por el Estado Nacional, pero se excluía expresamen­te a ATC y las radios nacionales. Por lo demás, se establecía que si se pretendía adjudicar a los particular­es otro ente público, dicha determinac­ión debía ser avalada por el Congreso.

En este orden de ideas, de acuerdo a lo dispuesto por el ordenamien­to jurídico vigente, la decisión del presidente electo de privatizar los medios públicos debe ser implementa­da por el Congreso.

Teniendo presente que La Libertad Avanza cuenta solamente con 38 diputados y 7 senadores y el probable apoyo de un reducido grupo de legislador­es de un sector del PRO, no es descabella­do imaginar que desde su entorno, aprovechan­do el eventual receso parlamenta­rio, le sugieran al Presidente recurrir al atajo de un decreto de necesidad y urgencia.

Desde luego, sería una conducta que, no solo adolecería de las más elementale­s credencial­es democrátic­as, sino que también le impediría a la sociedad argentina debatir a la luz del día el futuro de sus medios públicos.

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