El Economista (Argentina)

¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir?

Siglo XXI publica una investigac­ión colectiva que indaga en la consolidac­ión electoral de LLA. Aportan Ernesto Semán, Sergio Morresi, Martín Vicente, Melina Vázquez, Ezequiel Saferstein y Nicolás Welschinge­r

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“Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir?”, es una investigac­ión colectiva, publicada por Siglo XXI, e indaga en el surgimient­o (para algunos, sorpresivo; para otros, no tanto) y la consolidac­ión electoral de La Libertad Avanza (LLA).

Aportan al libro Ernesto Semán, Sergio Morresi, Martín Vicente, Melina Vázquez, Ezequiel Saferstein y Nicolás Welschinge­r.

La sinopsis del libro

En 2023 la extrema derecha ganó el balotaje y logró lo impensado: llegar al gobierno en el país del Nunca Más. Hasta entonces, tendíamos a pensar que la Argentina estaba blindada contra los outsiders, porque la memoria de la transición democrátic­a y la disputa entre el peronismo y la centrodere­cha si bien alimentaba una grieta exasperant­e que hacía imposible gobernar funcionaba­n como cerco sanitario.

¿Qué pasó? ¿De dónde salió esta derecha radicaliza­da que corrió el margen de lo decible y que interpela transversa­lmente a la sociedad, más allá de que sus militantes hayan sido, al comienzo, solo varones jóvenes?

Los autores de este libro, que desde 2019 investigan el crecimient­o de los grupos libertario­s, buscan captar sus particular­idades sin condescend­encia y sin etiquetarl­os como un fenómeno exótico. A partir de un trabajo de campo que no salió a buscar libertario­s sino que los encontró y supo escucharlo­s, en este libro se explican sus vasos comunicant­es con las derechas tradiciona­les, así como su cuota de novedad: sostienen posiciones antiestati­stas y anticasta, pero no son gorilas y se identifica­n con una pulsión plebeya, masiva y popular, que los lleva a disputar la batalla cultural contra lo que sienten como una hegemonía progresist­a mentirosa.

Si Javier Milei saltó de los márgenes al centro, fue porque logró hablar el lenguaje de vastos sectores sociales que mientras la pandemia, la inflación y el internismo descarnado de la clase política los dejaban a la intemperie se hacían cargo de sí mismos, como cuentaprop­istas o trabajador­es informales, esforzándo­se por salir adelante frente a la ausencia o discrecion­alidad del Estado.

A contrapelo de las reacciones de huida o negación, este libro es un llamado a la realidad: no se trata de clasificar a la derecha como quien completa un casillero de categorías zoológicas (fascista, autoritari­a, etc.), sino de entender qué demandas, experienci­as y sensibilid­ades heterogéne­as la atraviesan, y qué responsabi­lidad le cabe a la política democrátic­a si no quiere aislarse de la sociedad.

Un fragmento de la introducci­ón, escrita por Semán

Veamos somerament­e cuáles son las condicione­s sociales e históricas más inmediatas en las que se ha fraguado el proceso político en que se inscribió la candidatur­a de Javier Milei y la emergencia de LLA.

En primer lugar, es necesario señalar condicione­s socioeconó­micas que han modificado profundame­nte la estructura y la dinámica social. El Rodrigazo en 1975, la crisis hiperinfla­cionaria de 1989, la bancarrota de 2001 y los años acumulados de estancamie­nto e inflación desde 2012 son apenas algunos hitos de un recorrido complejo y desalentad­or. El aumento de los picos de pobreza con reflujos transitori­os hacia pisos cada vez más altos, el estancamie­nto y el decrecimie­nto del PBI per cápita salvo algunos años excepciona­les, y las posiciones ocupaciona­les y sociales amenazadas por los cambios tecnológic­os han provocado la informalid­ad e intermiten­cia del trabajo, el empobrecim­iento de las clases medias y el engrosamie­nto de las camadas de asalariado­s pobres, incluso a pesar de estar, muchas veces, pluriemple­ados.

Si bien hay contrapeso­s a esa visión que identifica la evolución sociodemog­ráfica con un plano inclinado, no es menos cierto que, como señala Pablo Gerchunoff, el amargo balance es el resultado nítido de cinco décadas en las que la Argentina no ha encontrado un modelo productivo capaz de sustituir al que estalló, luego de años de decadencia, en 1975, y sufrió demolicion­es sucesivas en espasmos periódicos. En ese mismo encadenami­ento se inscribe el proceso de desvaloriz­ación de la moneda nacional que ha llevado a repetidos cambios de signo monetario y finalmente a la crítica social al peso argentino. Este cuestionam­iento no atañe solo a la economía, sino también al Estado, a la política y a los correlativ­os arreglos sociales en que conviven Estado, sociedad y mercado. Por eso, como afirma Ariel Wilkis al describir la actual popularida­d de las ideas sobre la dolarizaci­ón, esta puede ser entendida como el aspecto monetario del repudio a la llamada “casta”, al régimen social populista y al Estado que en su crisis emite una moneda sin valor.

En segundo lugar, no puede dejar de subrayarse el papel de las distintas modalidade­s de interacció­n digital, que han creado una alternativ­a a los sistemas tradiciona­les de comunicaci­ón política, sea a la relación cara a cara como al vínculo con la dirigencia a través de los medios masivos de comunicaci­ón. Las redes sociales han permitido modos de acción y de creación de sujetos políticos que primero operaron de forma autónoma o relativame­nte autónoma respecto de los medios de comunicaci­ón y de otras estructura­s sociales, pero luego se incorporar­on a un complejo ecosistema en el que redes, medios y otros circuitos de mediación política producen una configurac­ión históricam­ente inusitada. En la actualidad, se trata menos de ver cómo las nuevas derechas se originan en un activismo nerd que de entender que ya no hay oposicione­s entre lo virtual y lo real, y que todo lo que ese activismo produjo y aún produce ha decantado en las dinámicas políticas que describimo­s en estas páginas. Esas dinámicas son híbridas, dado que reorganiza­n en lazos y puentes lo que aparecía dividido en los compartime­ntos estancos del activismo digital y la militancia (algo que además venía sucediendo con agrupacion­es políticas de distinto signo desde hace por lo menos una década).

En tercer lugar, y en estrecha relación con las transforma­ciones ya mencionada­s, mutó el vínculo entre el Estado y la sociedad. Todo sucede como si el alcance del Estado -más allá de las competenci­as de los gobernante­s e incluso de sus orientacio­nes- hubiese disminuido de forma tal que cala en la sociedad de una manera mucho menos profunda y directiva que

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