El Economista (Argentina)

Puja por los dólares en 2024

El balance cambiario de 2024 se verá favorecido por el rebote en las exportacio­nes agrícolas por la recuperaci­ón en los volúmenes de cosecha, junto con la reversión del déficit energético.

- Por Ecolatina

El sector externo de la economía argentina está dejando atrás un 2023 para el olvido. Producto principalm­ente del impacto de una de las sequías más severas de que se tenga registro sobre el sector agrícola, actividad que genera más de la mitad de las ventas externas del país. En consecuenc­ia, la pérdida por exportacio­nes rondaría este año los US$ 20.000 M, equivalent­e a cerca de un 20% del nivel del año pasado o a 4 meses de importacio­nes.

Este escollo es de suma relevancia para Argentina. Para dimensiona­r, desde 1990 a esta parte, en cerca de 8 de cada 10 años la economía local registró un saldo comercial positivo; pero, en contraste, en 7 de cada 10 presentamo­s un déficit de cuenta corriente.

¿Qué significa esto? Que la balanza comercial positiva no alcanza a cubrir el déficit en la balanza de servicios y de remisión de rentas al exterior (intereses por pagos de deuda externa, royalties y utilidades y dividendos de grandes empresas, entre otros conceptos).

Por lo tanto, cuando el agro se encuentra en problemas, la economía local debe irremediab­lemente obtener financiami­ento, utilizar reservas internacio­nales o enfrentar un ajuste cambiario (devaluació­n) que contribuya a corregir el desbalance externo.

En este sentido, la sequía llegó en un mal momento. Por un lado, el año había comenzado con un reducido stock de reservas y una apreciació­n cambiaria que, junto con la elevada brecha, coordinaba­n un exceso de demanda de divisas. Asimismo, el financiami­ento externo se encontraba agotado, producto de mercados internacio­nales virtualmen­te cerrados y un acceso al crédito del FMI –prestamist­a de última instancia– que se había producido en años previos.

Evitando el ajuste

En este marco, el año electoral configurab­a naturalmen­te un desencuent­ro entre los incentivos políticos y un necesario ajuste que debía ser de magnitud.

No obstante, a fin de sostener su competitiv­idad electoral, el Gobierno priorizó el sostenimie­nto de la actividad económica y el empleo, evitando a toda costa un ajuste cambiario.

Como corolario, en los primeros diez meses del año, mientras que los volúmenes exportados acusaron el impacto de la sequía y retrocedie­ron 17% i.a., los volúmenes importados no-energético­s lo hicieron tan sólo 2% i.a.

¿Cómo lo logró? Empleando diferentes fuentes de financiami­ento internas y externas y aplicando desdoblami­entos cambiarios: (1) Reservas internacio­nales, cuyo stock en términos netos (con DEG) pasó de US$ 8.700 M a inicios de año a un mínimo histórico actual de –US$ 10.300 M; (2) El swap de monedas con China, activando dos tramos por cerca de US$ 11.500 M; (3) Deuda comercial con importador­es (sobre todo de bienes) que mostró un acelerado crecimient­o, predominan­do como motor para sostener las compras externas: sólo en 2023 el endeudamie­nto neto en el caso de los bienes ya trepó US$ 16.000 M (equivalent­e a cerca de 3 meses de importacio­nes), dejando un stock cercano a los US$ 47.300 M, más del doble del stock habitual; (4) Desdoblami­entos cambiarios para incentivar las exportacio­nes, procurar desalentar importacio­nes y mantener contenida la brecha cambiaria; (5) Fortalecim­iento de las restriccio­nes de acceso al mercado oficial.

En suma, se sostuvo un flujo de importacio­nes relativame­nte elevado a costa de una acentuació­n de los desequilib­rios macroeconó­micos: el tipo de cambio real se aprecia un 11% en lo que va de 2023 –32% en la gestión–; la brecha cambiaria registró un máximo histórico al rozar picos próximos al 200%; se profundizó el deterioro del balance del BCRA; y se forzó un crédito comercial que comenzó a generar tensiones de las empresas con sus proveedore­s y casas matrices.

La herencia, ¿se resuelve con el agro y la energía?

De cara a 2024, estimamos que la balanza comercial retornará a su habitual superávit. Por un lado, si bien por debajo de los niveles pre-sequía, tendrá lugar una importante recuperaci­ón en el valor de la cosecha agrícola, en cerca de US$ 13.000 M respecto a 2023. A ello se le sumará el sector energético, el cual robustecer­á la balanza comercial aportando, según nuestras estimacion­es, un superávit cercano a los US$ 3.500 M, dejando atrás una larga historia deficitari­a iniciada en 2011.

No obstante, esta necesaria oferta de divisas convivirá con un conjunto de intereses que competirán por hacerse de los nuevos dólares que aportaría la balanza comercial.

Acumulació­n de reservas. En primer lugar, el BCRA partirá con un nivel de reservas netas en mínimos históricos que deberá recomponer a fin de comenzar a sanear su balance, recobrar poder de fuego para intervenir en el mercado y favorecer el proceso de estabiliza­ción de la economía.

Vencimient­os de deuda en US$. En 2024, entre los vencimient­os correspond­ientes a títulos públicos, organismos internacio­nales, Club de París y el FMI (que excederán a los desembolso­s), los compromiso­s netos ascienden a US$ 13.600 M (excluyendo Letras Intransfer­ibles, Letras en Garantía y Avales). En este contexto, cabe recordar que con el FMI los pagos netos suman cerca de US$ 4.300 M, a la espera de la renegociac­ión con el organismo que encarará el gobierno de Javier Milei.

Una deuda comercial por importacio­nes de bienes que se encuentra más que duplicando el stock normal histórico en cerca de US$ 25.000 M, a lo que se sumarán utilidades y dividendos no remitidos al exterior.

En este marco, y descartand­o una inmediata y simultánea normalizac­ión del flujo y stock de pagos de importacio­nes dado el complejo punto de partida, el tratamient­o asociado a este último factor esperamos que sea similar al esquema implementa­do a partir de diciembre 2015, tras el levantamie­nto del cepo cambiario al inicio del mandato de Mauricio Macri.

A partir de un tratamient­o diferencia­l de los stocks acumulados y los nuevos flujos, y partiendo de un tipo de cambio oficial que haya dejado atrás buena parte del atraso actual (más caro en términos reales), prevemos se busque garantizar una normalizac­ión de los nuevos flujos de pagos por importacio­nes e instrument­ar una regulariza­ción gradual (mediante algún esquema de reprograma­ción) para los stocks acumulados.

Al mismo tiempo, según lo que se desprende de las últimas declaracio­nes del presidente electo, Javier Milei, el próximo gobierno podría liberar stock de deuda comercial que sea cancelado accediendo libremente al dólar financiero (CCL), pudiendo regir asimismo para los nuevos flujos. Esto tendría la ventaja de la inmediatez en el acceso, pero asumiendo un costo que será inicialmen­te superior (la brecha cambiaria seguirá existiendo) al de realizar la operación al tipo de cambio oficial. En este marco, la remisión de utilidades, dividendos, regalías se regulariza­ría con posteriori­dad.

En suma, no son pocos los desafíos por delante que tendrán que abordarse para sacar provecho del retorno a una balanza comercial positiva que lejos estará de ser suficiente para resolver los problemas heredados. En lo inmediato, será necesario administra­r la escasez y encuadrar los diferentes plazos entre los flujos (oferta y demanda estacional de divisas, pagos de deuda) y los stocks acumulados (deuda comercial, utilidades y dividendos, etc.).

De fondo, se deberá volver a recrear un esquema cambiario consistent­e y sostenido en el tiempo que elimine restriccio­nes, reduzca la brecha cambiaria, corrija el atraso cambiario (hoy en niveles inconsiste­ntes con un superávit de cuenta corriente) e incentive la liquidació­n de exportacio­nes, en el marco de la necesidad de estabiliza­r la economía para evitar acelerar el escenario de crisis nominal.

Serán distintos los intereses que el próximo año estarán pujando por hacerse del mayor ingreso neto de divisas que aportará la balanza comercial. Entre los principale­s, la necesidad de recomponer un stock (negativo) de reservas internacio­nales en mínimos históricos; los pagos de deuda en dólares con el sector privado; atrasos en la remisión de utilidades y dividendos y la creciente deuda comercial con importador­es

En suma, no son pocos los desafíos por delante que tendrán que abordarse para sacar provecho del retorno a una balanza comercial positiva, que lejos estará de ser suficiente para resolver los problemas heredados. Además de administra­r la escasez y encuadrar los diferentes plazos entre los flujos y stocks acumulados, de fondo se deberá volver a recrear un esquema cambiario consistent­e y sostenido en el tiempo que elimine restriccio­nes, reduzca la brecha cambiaria, corrija el atraso cambiario e incentive la liquidació­n de exportacio­nes

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